Los genes de la estupidez
La inteligencia varía de persona a persona. Nadie es tan inteligente como quisiera y menos si lo primero que hacemos es compararnos con alguien más.
Pareciera que las personas inteligentes lo tienen todo: ganan más dinero, tienen mejor salud, son más felices y viven más, logros sustentados con hechos científicos.
Aunque algunos investigadores aseguran que la inteligencia se hereda (lo cual es muy probable), aún no se ha podido comprobar del todo.
Rocío Aguilera
La inteligencia varía de persona a persona. Nadie es tan inteligente como quisiera y menos si lo primero que hacemos es compararnos con alguien más.
Pareciera que las personas inteligentes lo tienen todo: ganan más dinero, tienen mejor salud, son más felices y viven más, logros sustentados con hechos científicos.
Aunque algunos investigadores aseguran que la inteligencia se hereda (lo cual es muy probable), aún no se ha podido comprobar del todo.
Pero lo que sí es cierto es que las personas con mayor coeficiente intelectual (CI) crían hijos más inteligentes.
La búsqueda de los genes de la inteligencia es una tarea que ha mantenido ocupados por años a científicos alrededor del mundo, con resultados muy pobres. Los avances de la tecnología han permitido que se analicen secuencias del genoma de cientos de personas, con la finalidad de encontrar variantes que afecten esta cualidad, pero hasta el momento solo se han encontrado dos.
La primera de esas variantes determina el riesgo de padecer Alzheimer y la manera en qué afecta al CI, pero a una edad muy avanzada; la segunda parece construir un cerebro más grande, pero en promedio eleva el CI solo en 1.29 puntos.
Pero tal vez otros factores podrían ser los responsables. Un reporte de la Universidad de Edimburgo realizado el año pasado concluyó que, en conjunto, cientos de variantes genéticas parecen representar del 40 al 50 por ciento de las diferencias en la inteligencia entre los 3 mil 500 sujetos que participaron en el estudio publicado en Molecular Psychiatry.
Sin embargo, los autores no pudieron diferenciar cuál de todos esos genes creaba un efecto significativo. Y cuando trataron de usarlos para predecir las diferencias, estos solo eran responsables del 1 por ciento de las diferencias en el CI.
“Si es tan difícil encontrar un efecto de tan solo 1 por ciento, lo que realmente está mostrando es que la taza está 99 por ciento vacía”, dijo a NewScientist Robert Plomin del Instituto de Psiquiatría de Londres, autor principal de un innovador estudio realizado en 2007 (publicado en Encyclopedia of Stress) que no logró encontrar ningún gen que marcara una diferencia significativa en la inteligencia.
Pero si después de tantos estudios e intentos fallidos no se ha encontrado lo esperado, tal vez es porque están buscando en el lugar incorrecto.
La respuesta podría estar en ese 99 por ciento que no ha sido estudiado.
‘Wiring the Brain’
Blog de Kevin Mitchell
Estupidez genética
Kevin Mitchell, neurogenético de desarrollo de la Trinity College de Dublín, afirma que no se está buscando donde se debería.
En julio publicó en su blog Wiring the Brain un ensayo titulado “La genética de la estupidez”, en donde propone que en vez de buscar la dinámica genética que construye la inteligencia, se deberían de buscar los factores que la deterioran.
El argumento se basa en que, después de que la selección natural generó el conjunto de genes que componen nuestros cerebros, éstos quedaron predeterminados en la población humana. Siendo así, todos recibimos el mismo cerebro, pero también algunas variantes clave que afectan la inteligencia, lo que podría explicar el fracaso de los investigadores.
Mitchell asegura que el número de mutaciones que cada individuo tenemos es muy diferente; mientras una persona puede cargar con 500 en sus 23 mil genes, otra puede tener mil o más, lo cual es un factor clave, pues las mutaciones tienden a disminuir los rasgos en lugar de mejorarlos.
“Las mutaciones que afectan la inteligencia en una persona, pueden ser totalmente diferentes de las que afectan a otra, por lo que puede no haber ‘genes de la inteligencia’”, escribe Mitchell en su ensayo.
Las ventajas de ser inteligente
A las personas inteligentes parece salirles todo bien. Tal vez el más ñoño de tu salón no pasó muy bien sus años de primaria y secundaria, pero si te pones a investigar qué ha sido de su vida podrías descubrir que ahora es dueño de una compañía y le va muy bien económicamente, o hasta podría ser tu jefe, y si no, por lo menos va a vivir más años que tú.
¿Por qué? La inteligencia es comúnmente vista como un factor de bienestar, por lo que suele relacionársele positivamente con algunos índices de salud y longevidad.
Un estudio realizado por Ian Deary de la Universidad de Edimburgo, que fue publicado el año pasado, se enfocó solo en la inteligencia humana, sus diferencias y las implicaciones en aspectos como la salud, la educación y el estatus socioeconómico, arrojó estadísticas sorprendentes sobre el tema.
Para empezar, una ventaja de la desviación estándar en la inteligencia se asoció con un riesgo 24 por ciento menor de muerte en un rango de seguimiento de 17 a 69 años.
Además, la inteligencia está significativamente asociada con una variedad de causas de muerte entre las que se encuentran enfermedades cardiovasculares, suicidio, homicidio y accidentes, pero no está asociada con cáncer.
Según Mitchell, esta correlación puede interpretarse de dos maneras: uno, las personas menos inteligentes llevan estilos de vida menos saludables o más riesgosos, o dos, la inteligencia y las tasas de mortalidad reflejan –al menos parcialmente– el bienestar general.
La inteligencia también está relacionada con la belleza, ¿en qué forma? “Developmental Stability” (que podría traducirse como “Estabilidad en el Desarrollo”) es una característica que se hereda, aunque aún no se identifica a través de qué genes. Se trata básicamente de la precisión con la que se construye el mapa genético de cada individuo. Y se hace notar en la simetría física.
Nuestro cuerpo y cerebro están formados por dos partes, cada una de éstas es construida por separado, pero vienen del mismo plano de 23 mil genes. Si una persona tiene una alta estabilidad en el desarrollo, entonces será más simétrica, sus pies calzarán del mismo número y los dos lados de su cara serán idénticos.
Por el contrario, la asimetría fluctuante es otra característica que también se hereda y es cuando una persona desarrolla los dos lados del cuerpo y/o cerebro de forma diferente, y se puede notar en la longitud de los brazos, el tamaño de los pies, el ancho de los ojos, que suelen ser diferentes.
La estabilidad en el desarrollo y la asimetría fluctuante pueden ser otros indicadores de bienestar. Por ejemplo, diversos estudios muestran que la segunda está relacionada negativamente con algunas medidas de coeficiente intelectual.
¿Qué tiene que ver esto con la belleza? La inteligencia está relacionada con el atractivo físico, mientras que éste está relacionado con la simetría facial, es decir con la estabilidad en el desarrollo.
No es de extrañar que mujeres tan simétricas como Kate Beckinsale o Natalie Portman, además de ser consideradas como unas de las actrices más guapas, también tengan un alto CI.
Ser inteligente tiene sus ventajas, quizá si se llegan a descubrir los genes que afectan esta capacidad algún día solo habrá personas atractivas e inteligentes en el mundo.