Fernando del Paso quiso, como mucha otra gente, ejercer diferentes carreras. El escritor, nacido en Ciudad de México hace 84 años, intentó ser médico y economista, pero en ninguna se sintió él mismo.
Cuando tenía cinco años, su padre le leía las historietas que cada domingo aparecían en los periódicos. Mandrake el mago y Pancho y Ramona fueron algunas de las anécdotas ajenas que iluminarón su mente. “Yo quería leerlas por mí mismo”, confesó en algún momento Del Paso, deseo que lo impulsó a leer antes que sus compañeros de la escuela.
El primer libro que impresionó a quien fue Premio Cervantes de Literatura 2015, fue una versión infantil de Las mil y una noches. Por el imaginario de su mente también se reprodujeron las letras del fabulista griego Esopo; de Tomás de Iriarte, dramaturgo español; del francés Julio Verne, y los cuentos de los hermanos Grimm.
Aunque a Fernando del Paso se le considera de dibujante y pintor, en vida admitió que esas actividades lo frustraban, por lo que siempre trató de elegir la pluma, con la que llegó a escribir y expresar hechos históricos.
“Siempre he dicho que ‘si me casé con la literatura, mi amante ha sido la historia”, dijo en 1998 a Cristina Pacheco, confesándole que su amor hacia los hechos que han marcado al mundo tal vez los heredó de su bisabuelo Francisco del Paso y Troncoso, exdirector del Museo Nacional de Antropología.
Sus primeras publicaciones
Ocho años después de que se publicó Sonetos del diario, en 1958, en el 66 salió a la luz José Trigo, libro que le dio mucha satisfacción personal, pues en su país natal recibió el Premio Xavier Villaurrutia en ese mismo año, y en España lo incluyeron entre los mejores 100 libros del siglo XX.
En 1977, Palinuro de México le abrió mucho más las puertas del mundo literario, haciéndolo acreedor del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos en 1982. Esta publicación, la cual escribió cerca de 1966, terminó reflejando lo que ni el mismo Fernando del Paso creyó que haría.
Dos años después de que el escritor inició Palinuro de México, en la Ciudad cientos de estudiantes murieron tras protestar a favor de un cambio democrático en el país. En uno de los capítulos del libro, el Movimiento estudiantil del 2 de octubre aparece y se convierte en el sitio donde su protagonista, un estudiante de medicina, fallece, junto a muchos otros.
En este texto, Fernando del Paso no trató jamás de meditar el Movimiento del 68 ni tenía la intención de desentreñar la problemática; sin embargo, la conmoción profunda que le ocasionó hizo que las imágenes de ese día permanecieran por siempre entre sus letras.