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Los psicólogos parecen no poder ponerse de acuerdo en el lapso de años en que nacieron los millennials (o los miembros de la “Generación Y”). Pero por lo general incluyen la década de 1980 y el principio de la siguiente, lo que significa que, actualmente, un número considerable de ellos ya está en edad de entrar al mercado laboral.
Los millennials han sido duramente criticados. Son de alto desempeño pero alto mantenimiento, posponen los momentos fundamentales de la transición (tradicional) a la edad adulta –completar la escuela, salir de casa de sus padres, alcanzar independencia económica, casarse y tener hijos– y se ha dicho que creen merecer todo el honor sin nada del esfuerzo.
Quizá en un intento por compensar lo que les faltó en la infancia, sus padres y profesores les dijeron que son especiales y que sentirse bien consigo mismo es un objetivo fundamental en la vida.
Se les ha llamado la “Generación Yo” porque desde que eran pequeños aprendieron a ponerse en primer lugar (ante todo) y reconocieron sus necesidades como las más importantes. “No son egoístas, son prepotentes”, explica Ray Williams, experto en coaching.
Pero, de acuerdo a Jean Twenge, profesor de psicología de la San Diego State University, esta seguridad en sí mismos no evita que sean más propensos a la depresión. La pregunta es por qué.
La ‘cruda’ realidad
Imagina crecer escuchando que tus posibilidades son infinitas. Puedes hacer lo que elijas y obtener lo que quieras, y a tu alcance están historias de éxito de ídolos que tus padres difícilmente hubieran visto como cercanos.
Twenge indica que las expectativas de esta generación son muy optimistas: esperan ir a la universidad y tener un gran trabajo, ganar mucho dinero y, a veces, ser famosos. Y los adultos que los rodeaban les dijeron que podían hacerlo.
Pero llega el momento de entrar al mundo real y las cosas no son tan sencillas. Aunque esta generación está llena de talentos y oportunidades de educación, el mercado laboral es complejo y, por lo menos para sus esperanzas, cruel.
Joan Chiarmonte, del “Roper Youth Report” –que analiza el comportamiento de los jóvenes– lo corrobora al decir que: “la diferencia entre lo que tienen y lo que quieren nunca ha sido tan grande”.
La recesión económica es un factor importante y, de acuerdo a Pew Research, el 37 por ciento de los estadounidenses –que tienen entre 18 y 29 años– ha estado desempleado o con un empleo inferior a su preparación en algún punto desde el 2009. Y solo 61 por ciento está cubierto por un seguro médico.
Otro elemento crucial para la percepción que tienen los millennials de sí mismos es la comparación con otros. Las redes sociales cumplen dos funciones: facilitan ser testigos de la vida de sus compañeros y ayudan a crear una imagen favorecedora de la propia.
Esto significa que, mientras sufren de un duro golpe de realidad, los jóvenes observan cómo –aparentemente– sus amigos se llenan de éxitos.
La comparación entre lo poco que han logrado (a pesar de sentirse especiales) y la supuesta felicidad de los otros pone más peso sobre sus espaldas.
Generación de emprendedores
No todo está perdido, porque ese sentido de posibilidades infinitas podría ser una profecía autocumplida para esta generación.
Muchos estudios y expertos señalan que la “Generación Y” está formada por individuos colaborativos, talentosos y de mente abierta.
Los millennials son flexibles y están acostumbrados a cambios rápidos, característica esencial para sobrevivir en una economía inestable.
En el ámbito laboral no pierden tiempo quejándose ni actuando como víctimas, sino que disfrutan que su trabajo sea un reto y de recibir retroalimentación constantemente. Quieren trabajar para compañías socialmente responsables y que las empresas confíen en ellos.
Además, estos jóvenes ponen la satisfacción personal y la autorrealización por encima del bienestar económico, les gusta trabajar en equipo y sienten gran amor por su familia.
Este último factor, sumado a la falta de empleos disponibles, ha dado como resultado una nueva generación de emprendedores. Sharon Jayson, escritora, señala que “desean el equilibrio entre la vida personal y profesional que sus padres no lo tuvieron” y que “ser sus propios jefes es la manera ideal para obtenerlo”.
Un reporte de The Boston Globe indica que entre el 30 y el 40 por ciento de los graduados de las universidades “top” de Estados Unidos comienza su propio negocio inmediatamente después de salir de la escuela.
Y según Pew Research, las personas mayores de 18 años que emprenden en lugar de ser empleados están más satisfechos con sus ingresos, su trabajo y sus niveles de estrés. Tal vez el comienzo infeliz sea el primer paso para una generación realizada.
Adolescentes hasta los 25
Aunque muchos opinan que la Generación Y es inmadura, descubrimientos recientes sobre los cambios del cerebro sugieren que ciertas características de su personalidad están relacionadas con aspectos neurológicos.
Se pensaba que el desarrollo de este órgano se detenía alrededor de los 18 años, pero nuevas observaciones llevaron a la conclusión de que la adolescencia se extiende, en realidad, hasta casi los 25 años.
“La idea de que a los 18 te conviertes en un adulto no es cierta”, explica la psicóloga infantil Laverne Antrobus, de la Clínica Tavistock en Londres, “mi experiencia es que las personas necesitan mucho apoyo y mucha ayuda aún después de esa edad”.
Antrobus agrega que existe una gran cantidad de evidencia nueva, que demuestra que el cerebro continúa desarrollándose durante los 20. Por lo tanto, se decidió dividir la adolescencia en tres etapas: la adolescencia temprana (de los 12 a los 14 años), la adolescencia media (de los 15 a los 17) y la adolescencia tardía, que comienza a los 18.
Durante esa última etapa, el desarrollo cognitivo continúa. Y la madurez emocional, autoimagen y juicio siguen moldeándose hasta que la corteza prefrontal del cerebro termina de formarse. La actividad hormonal también sigue su desarrollo durante esa edad.
Pero algunos expertos están en contra de esta concepción, el sociólogo Frank Furedi, de la Universidad de Kent, argumenta que solamente infantiliza a los adultos jóvenes. “Se dice que cuando los jóvenes vuelven a su casa tras graduarse es por razones económicas”, señala, “pero la realidad es que pierden la aspiración de independencia”.
Pero Sarah Beeny, experta en los estereotipos similares que vemos en televisión –como el personaje de Hannah en la serie “Girls”– opina que la solución es inculcar responsabilidad en los niños desde pequeños, en lugar de consentirlos y dejarlos “desamparados” cuando cumplen 18. Y recomienda cobrarles la renta a los jóvenes que vuelven a casa. De esa manera se evita tener adultos “inútiles” –que tienen entre 25 y 30 años– viviendo en casa.
La idea de Beeny sobre lo que significa ser un adulto reafirma su posición: “Creo que es darse cuenta de que los adultos no existen y que todos están haciendo lo que pueden”.
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