Leila Guerriero: Denunciar una violación es difícil porque te enfrentas a la sospecha

La periodista y escritora argentina rescata la historia de Silvia Labayru, víctima de tortura en Argentina en los 70, y que fue una de las pocas denunciantes en el primer juicio por crímenes de violencia sexual
Abida Ventura Abida Ventura Publicado el
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Silvia Labayru tenía 20 años y un embarazo de casi seis meses cuando fue secuestrada por un grupo de tareas de la Escuela Superior Mecánica de la Armada (ESMA), el mayor centro clandestino de detención y tortura durante la dictadura militar en Argentina, en los años 70.

Ahí, la entonces militante de Montoneros, una organización guerrillera peronista, fue torturada, violada y parió a su hija. Fue liberada un año y medio después, pero su tormento no terminó ahí. Sus compañeros de lucha, incluso en el exilio,  la vieron con recelo y la tacharon de traidora por infiltrarse en la organización Madres de Plaza de Mayo, hecho al que fue obligada por sus secuestradores.

El pasado y presente de esta mujer de ahora 65 años se entretejen en La llamada (Anagrama, 2024), volumen en el que la periodista argentina Leila Guerriero traza, con su estilo riguroso y cautivador, un amplio perfil de esta sobreviviente.

“Este no es un libro sobre los años 70, es un libro sobre la historia de esta mujer que, en un momento muy fuerte de su vida, a los 20 años, se chocó con la Historia y eso produjo una serie de situaciones que siguen teniendo muchísimas repercusiones, una historia de amor que quedó trunca, una hija que nació en un centro clandestino de concentración y una larguísima sombra de sospechas sobre ella”,  dice en entrevista con Reporte Índigo la escritora.

Otras obras de la autora

  • 2005. Los suicidas del fin del mundo. Crónica de un pueblo patagónico
  • 2014. Zona de obras
  • 2015. Los malos
  • 2017. Cuba en la encrucijada
  • 2018. Plano americano
  • 2019.  Opus Gelber. Retrato de un pianista
  • 2019. Teoría de la gravedad
  • 2020: La otra guerra

El primer juicio por abuso sexual durante la dictadura

Durante dos años, entre 2021 y 2023, marcados por la pandemia, la reconocida periodista dedicó horas a conversar con Labayru, con sus amigos, familiares y compañeros de cautiverio y militancia para crear un exhaustivo retrato de esta sobreviviente que fue una de las tres denunciantes en el primer juicio por crímenes de violencia sexual cometidos contra mujeres secuestradas durante la dictadura. Un hecho inédito debido a que, antes de 2010, a nivel jurídico, la violación no era considerado un delito específico y estaba incluido entre las torturas que los militares infligían a los secuestrados.

“En 2010 eso se quitó, la violación tiene una especificidad de género. Estoy segura de que hubo violaciones a hombres también, pero hasta ahora nadie ha dicho nada; la mayoría de las violaciones fueron cometidas a mujeres. Silvia y otras mujeres presentaron el primer juicio por abuso sexual  contra un represor de la dictadura, Alberto González, que no le cambia a este tipo en la condena absolutamente nada, porque ya tenía cadenas perpetuas para dar y regalar, pero para Silvia era importante porque queda en evidencia que estos sujetos, que se creían dueños de la patria y de la verdad, eran simples criminales”.

Esta sentencia, que se dio en un momento en el que los movimientos feministas tienen más presencia en América Latina, también ha sido importante a nivel simbólico debido a que, aunque antes algunas mujeres víctimas habían compartido sus testimonios, fueron vistas con recelo, sobre todo aquellas que denunciaron abusos sexuales de sus ex compañeros guerrilleros.

 “Algunas sí lo hicieron y salieron muy mal paradas. Otras no lo han hecho porque, el hecho de denunciar una violación, en cualquier situación, es algo que no se le puede pedir a una persona que haga, es una decisión personalísima y siempre es difícil porque sabes que te vas a enfrentar a una situación, antes o después, de sospecha”, dice la también columnista de El País, quien pone como ejemplo el caso de la chica que denunció en España al futbolista Dani Alves por violación.

“Lo primero que hizo ella fue decir que iba a renunciar a la compensación económica, que debía recibir por ley, por derecho, porque no quería que pensaran que lo  estaba haciendo por interés. Fíjate hasta qué punto hay que protegerse una para que nadie sospeche de que estabas allí buscándotela. Si en una situación completamente siglo XXI, en un país primer mundo, es muy difícil ser violada y que te crean, imagínate en un centro de concentración, en unos años donde palabras como consentimiento ni siquiera se pensaban”,  plantea.

Cuestiona discurso de Milei sobre la dictadura

Publicado en 2024, en un momento en el que el controversial régimen de Javier Milei Argentina ha llegado a negar que la cifra de desaparecidos en la dictadura sean 30 mil y que insiste en decir que lo que sucedió no fue terrorismo de Estado, sino una guerra, el libro de Guerriero se puede leer como una exhaustiva documentación de lo que sucedió en esos años con los sobrevivientes, víctimas y victimarios.

“Me parece que cualquier cosa que ponga en el tablero algún tipo de reflexión o que recuerde la historia de lo que pasó en aquellos años no está mal en un momento así, en el que se trata de dar una versión de la historia, que es esta teoría de los dos demonios, en la cual dos bandos en igualdad de condiciones se enfrentaron. En realidad no, no era así. O sea, era una guerrilla contra el poder demencial de un Estado asesino, dispuesto a hacer cualquier cosa. Algo que queda claro en el libro también es que realmente tenían la omnipotencia de creer que podían hacer cualquier cosa con los sujetos, con las personas”, dice la autora, quien aclara que mientras trabajaba en este libro, Milei no era todavía parte de la conversación.

“Mirar de cerca y contar de lejos”

Maestra del periodismo narrativo en Latinoamérica, Leila Guerriero dice que un trabajo exhaustivo como este, que le implicó compartir espacios íntimos y escuchar múltiples confesiones  de su entrevistada, requiere del máximo rigor periodístico, “con la distancia de siempre con cualquier tema”:

“Yo digo que es como mirar de cerca y contar de lejos, no podés mirar de muy cerca, ni creerte que sos amiga del entrevistado o entrevistada, porque eso no le hace ningún bien a la historia, te impide contar. Es como mirarte en el espejo muy de cerca,  no ves nada”.

“La distancia es inherente al oficio periodístico, no debería provocar asombro, al contrario. Es lo que deberíamos hacer todos, ser muy sensibles, tener la oreja muy abierta, una escucha muy abierta y mantener esa distancia que hace que no te enredes con la historia del otro”, añade.

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