“Primera figura en el mercado del arte, José Luis Cuevas, se volvió de oro y convirtió en oro todo lo que tocaba como el rey Midas”, escribió ayer Elena Poniatowska sobre su amigo fallecido este lunes en la Ciudad de México.
Ese oro que representaba el artista mexicano más célebre de la historia del arte de México, ese oro que vale millones de pesos por la obra tan vasta y prolífica de José Luis Cuevas, además de su colección privada. Ese oro forma parte de la herencia que deja el pintor y que estará en disputa en los próximos meses por sus familiares.
Narcisista desde pequeño, la gran figura del arte “antinacionalista” se vio envuelta en los reflectores que tanto le gustaban, pero esta vez con la polémica de una ruptura anunciada sin su Bertha Riestra, su primera esposa y madre de sus tres hijas, y con una nueva compañera de vida, Beatriz del Carmen Bazán, quien aparentemente lo alejó de todo e incluso de sus propias hijas.
Por años, los rumores de que su esposa Beatriz intentó alejarlo del mundo parecían ser ciertos. Pero el pintor rupturista los rechazó e hizo del conocimiento público que sus hijas solo peleaban por la herencia.
Para las hijas de Cuevas, el escultor fue secuestrado física y mentalmente de quien fuera su segunda esposa y fue abandonado por su tan querida industria del arte.
La posible intervención de Beatriz en algunas de las obras del pintor, en declaraciones de sus hijas, no se debe descartar.
Valuada en millones de pesos, la obra y la herencia de José Luis Cuevas causará una marea a la ya ahogada situación familiar.
“Tener un aproximado de las obras realizadas por José Luis Cuevas es incalculable. Por otra parte, se estima que posee una colección de artistas mexicanos, latinoamericanos y europeos con más de mil 860 obras catalogadas como parte de su colección privada”, señaló Manolo Escutia, curador de la última exposición de José Luis Cuevas que se montó en el Centro Cultural Tijuana (CECUT).
El hombre que nunca soltó la pluma generó una gran cantidad de trabajos que regalaba, entre ellos, un sinnúmero de autorretratos que a veces daba a los periodistas cuando le realizaban una entrevista.
Ante la falta de cálculo sobre su obra, se estima que la mina de oro que fue y que sigue siendo será la batalla final por ver quién se queda con el “Cuevario”.
Tijuana, el último suspiro de su arte
Las últimas 151 obras de Cuevas se conjuntaron de una serie de exposiciones de diferentes lugares de la Ciudad de México, las cuales se llevaron al CECUT en Tijuana, de la mano de Pedro Ochoa Palacio, director del Centro Cultural Tijuana; Manolo Escutia, curador de la exposición; Manuel Alegría, curador de la obra de Cuevas y Armando García Orzo, subdirector de exposiciones, todo con el apoyo de la Secretaría de Cultura.
La exposición “José Luis Cuevas. Obra reciente. Homenaje en sus 86 años” abrió sus puertas el 23 de junio de este año y consta de 151 obras realizadas de 2002 a la fecha, entre ellas 109 dibujos en pequeño formato, 19 cartas sobre papel, una carta en acrílico sobre tela, siete pinturas grandes en acrílico, siete relieves en bronce y ocho esculturas en bronce de mediano formato.
Familia en conflicto
Ximena, María José y Mariana Cuevas, hijas del pintor y escultor José Luis Cuevas, estuvieron distanciadas durante muchos años de su padre. Y el conflicto está directamente relacionado con Beatriz del Carmen Bazán, la ahora viuda de Cuevas.
Cuéllar y Cuevas
Rogelio Cuéllar, fotógrafo mexicano, considera a Cuevas como uno de los mejores cuentistas del país, con quien tenía una amistad.
“Mi relación y mi encuentro con José Luis Cuevas data desde los años 70, pues a finales de ese año ví una exposición de él junto con Siqueiros. Los dos exponían en la Zona Rosa, evento donde comenzó mi interés y mi acercamiento por el mundo de los pintores de la ‘Ruptura’”, enfatizó Rogelio Cuéllar.
Otro parteaguas de Rogelio para acercarse como fotógrafo al movimiento fue el libro de Juan García Ponce, “Nueve pintores” (1968), pues tomó fotos de todos los pintores del movimiento de la Ruptura y visitó frecuentemente en su estudio al también escultor José Luis Cuevas.
Para ellos Tijuana también fungió como un punto de encuentro, pues en los años 80 Rogelio Cuéllar realizó una exposición sobre escritores en el CECUT.
“Cuando me dirigía a la exposición en el CECUT, curiosamente me encontré en el avión con José Luis Cuevas y curiosamente yo llevaba un retrato de él”, explicó el fotógrafo.
Al contar cómo era José Luis Cuevas, Cuéllar lo describió como una persona introvertida incluso platicó sobre su queja durante algunas fiestas.
“Siempre se quejaba conmigo porque en las fiestas se aburría. No bebía, no fumaba, no sabía cantar, no sabía tocar ningún instrumento y aparte no podía coquetear porque ‘estaba muy vigilado’”, contó Cuéllar entre risas.
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