No se ve para cuándo cese la disputa entre el gobierno e instituciones europeas –medios de comunicación, en su mayoría– y grandes firmas tecnológicas de Estados Unidos, particularmente Google, que desde hace varios años ha sido objeto de críticas y demandas por parte de la Comisión Europea, en Bruselas, Bélgica.
El roce del Viejo Continente con el gigante de Internet no es más que reflejo del temor que las compañías europeas, aquellas que por décadas llevaban la batuta en distintos mercados, han desarrollado hacia lo que Mathias Döpfner, CEO de la editorial digital alemana Axel Springer, alude como el “monopolio de la red global”.
Las inconformidades han girado en torno al abuso de la posición dominante de Google en la Red, acusado de obstaculizar la competencia por destacar o promover sus propios enlaces y servicios en los resultados de búsqueda. Es lo que se conoce como “búsqueda vertical”, reporta la BBC.
Las compañías cuyo negocio está en ofrecer comparaciones de precios en línea –vuelos, por ejemplo– son las que se han visto más afectadas. Ahora tienen que pagar a Google por tener una posición privilegiada o desaparecerán de la primera o segunda página de resultados, indica el diario británico.
Alemania figura entre los países de Europa que mayor oposición han mostrado a la compañía liderada por Eric Schmidt. Ha desarrollado lo que el año pasado The Economist bautizó como una “Googlefobia”, impulsada por “empresas que quieren que el Estado proteja sus modelos de negocio y mantenga fuera a los competidores”.
En mayo del año pasado, Sigmar Gabriel, ministro de economía y vicecanciller federal de Alemania, publicó un artículo en el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung, en el que sugería “dividir Google”.
“Una división, al igual que las que se han llevado a cabo para las redes de electricidad y gas, debería ser considerada seriamente. Sin embargo, solo sería un último recurso. Por eso es que nos estamos concentrando en la regulación antimonopólica de las plataformas de Internet”.
En un blog post publicado en Zeit Online, el periodista estadounidense Jeff Jarvis incluso acuñó el término “eurotecnopánico”, para describir una de las fuerzas que atentan contra la Red y el progreso, un “pánico moral que a menudo es instigado y amplificado por las editoriales y los políticos”.
El “eurotecnopánico” se observa a través de reacciones como “el derecho al olvido” que deben ejercer los usuarios en la Red y que el año pasado dictaminó la Corte Suprema de la Unión Europea (UE); o cuando Google paralizó el servicio Google Street View en Alemania, ante la presión del gobierno alemán de que la compañía dejara de tomar fotografías de espacios públicos, entre otras exigencias.
“Los ciudadanos no tendrían que protestar ante la publicación de sus datos privados, sino que Google tendría que estar obligado a obtener el permiso de los ciudadanos para poder publicar las fotografías de sus casas”, afirmó la ministra alemana de Consumo, Ilse Aigner.
Sin embargo, hay quienes no rechazan los cambios inevitables que trae consigo una era completamente digital.
Como dijo escribió en un post de la Comisión Europea (CE) Neelie Kroes, Vicepresidenta del organismo: “el hecho es que la tecnología digital está cambiando muchos aspectos de nuestras vidas. No podemos hacer frente a estos retos al hacer caso omiso de ellos, ir a huelga o tratar de prohibir estas innovaciones fuera de la existencia”, expresó Kroes en referencia a las huelgas de taxistas en Europa contra la app de servicio de taxis personalizados Uber.