Las vigilantes, novela de Elvira Liceaga que cuestiona al feminismo moderno
Elvira Liceaga, autora de Las Vigilantes, comparte las reflexiones sobre su libro y las experiencias personales en su creación. La escritora destaca la influencia de las mujeres de su familia, quienes han tejido una sólida red de apoyo y sororidad que ha sido fundamental en su vida
Karina CoronaLo cotidiano y lo sutil, esos lugares a los que nadie más suele prestar atención por considerarlos parte de la rutina diaria son el terreno fértil en el que la escritora Elvira Liceaga centra su mirada, pues para ella forman parte de la intimidad del ser humano, sitios donde la exploración se vuelve fascinante, porque “lo íntimo puede evocar a lo político”.
Su escritura llega directo a la herida, donde duele, sin buscar complacer. Puede resultar incómoda en ocasiones, pero siempre se mantiene abierta al debate. En entrevista con Reporte Índigo, la escritora dice que personas cercanas le han expresado que sus palabras despiertan confrontaciones para aquellos que evitan mirarse a sí mismos.
Así surge Las Vigilantes (Lumen, 2023), novela que habla de mujeres fuertes hasta en su fragilidad, que observan, cuidan y acompañan durante la enfermedad, el embarazo, la alegría y la pérdida.
“Me interesaba crear una novela que no tuviera finales felices, mujeres idílicas, ni maternidades perfectas. Que no le diera al lector paz espiritual, sino que lo confrontara”, cuenta la también editora.
Tras pasar unos años fuera, Julia vuelve a México. Se instala en casa de su madre, Catalina. En su regreso conocerá a Silvia, una joven embarazada que vive en una casa de acogida esperando el momento de dar a luz y entregar a su hijo en adopción.
Entre las tres mujeres se establecerá un juego de espejos que colocarán al lector frente a algunas cuestiones como la relación con la madre y el cuidado, a veces vigilante, del otro.
Todo tiene su origen
El Hay Festival 2023 fue el pretexto para la charla con Elvira, quien se muestra tranquila después de una jornada de entrevistas con otros medios. Sin embargo, para profundizar en Las Vigilantes era preciso llegar más allá, a su origen.
La escritora comparte que proviene de una historia familiar arraigada en Iguala, Guerrero. Crecer en este ambiente cree que le proporcionó una perspectiva profunda sobre la solidaridad femenina y la resiliencia en medio de la adversidad.
“Vengo de una familia muy grande, donde si bien en mi generación somos poquitos, la de mi madre y mi abuela eran muchísimas mujeres. Crecí viéndolas, salvarse, acompañarse, criticarse y pelearse, una red muy natural de apoyo, que es anterior a lo que ahora llamamos sororidad en los feminismos; si alguna tenía que abortar y no se podía enterar ni la madre, todas iban con quien fuera seguro”, narra Liceaga.
Su formación fue a través de actos de acompañamiento, con mujeres fuertes y muy frágiles al mismo tiempo, que así como lloraban, también reían. Incluso, en momentos fuertes como el duelo por perder a sus hijas.
La escritora confiesa que al rememorar este pasado todo cobra sentido, a tal grado de convertirse en el tema central de Las Vigilantes, novela en la que uno de los personajes está inspirado en su madre, quien para Elvira es un ejemplo de fortaleza y compromiso al ser voluntaria en albergues para mujeres violentadas y sobrevivientes.
“Fue muy bonito, no sabía que lo había estado guardando en algún lugar del cuerpo, de la mente, hasta que escribí. Me di cuenta de que era sobre las mujeres de mi familia. Catalina, la madre de esta novela, se parece un poco a mi madre, también es terapeuta, cuando se jubiló recuperó su vida anterior a la maternidad; se fue un mes sola a la India. Yo quería hablar con ella y no tenía tiempo para mí y eso también fue un ejemplo bonito”, comparte la autora.
Con Las vigilantes, Elvira explora temas como la ausencia paterna, la migración y las madres que crían solas. Además de dilemas éticos, su escritura va enfocada a honrar, desde la resiliencia, a los diversos duelos de las mujeres, como el despedirse de un bebé al que no verán crecer, temas que, piensa, han sido poco retratados.
El padre y la madre ausente
Una de las preocupaciones de la escritora Elvira Liceaga es el índice de padres ausentes, algo que, por desgracia, es muy común, tanto en su familia como en la realidad latinoamericana.
Una realidad que, como recuerda la escritora, también fue abordada por Alma Delia Murillo en el libro La cabeza de mi padre.
“Es sorprendente la cantidad de mujeres solas en mi familia, que los padres se fueron, unas los volvimos a ver, otras nunca. Pero también me interesaba retratar a las madres que se van, porque también es una realidad; si pensamos en el fenómeno de la migración, es brutal. Me interesaba hablar del padre ausente, quería que fuera una parte del contexto y a la vez cómo la madre sobrevive, cría, cuida y se entrega”, precisa la locutora, quien también aprovecha para poner sobre la mesa el tema del género.
Elvira cuestiona la efectividad y la inclusividad de los feminismos actuales, destacando la importancia de abordar las necesidades de todas las mujeres. Por ejemplo, un personaje se cuestiona “las marchas no sirven para nada, ¿qué han cambiado?”
“Hablo de luchas feministas, en términos discursivos, es decir, no está la palabra patriarcado. Me interesa cuestionar los feminismos, que no incluyen a todas las mujeres; hay niñas que tienen que dejar la escuela para criar a sus hijos.
“Las mujeres racializadas, precarizadas, las madres sin redes económicas ni apoyo legal, quería retratar ese feminismo, que tiene buenas intenciones, pero no actúa. Criticarle un poquito, porque no me interesa la novela panfletaria. Para ello, también hay que cuestionar qué tan suficientes o incluyentes son, qué tan blancos son los privilegios de ese feminismo, que no se está preocupando por las mujeres que no necesariamente son las que tienen el micrófono”, concluye.
Cuestionar el feminismo
Elvira Liceaga reflexiona sobre su novela, cuestionando símbolos y temas clave del feminismo contemporáneo. Aborda la importancia de contar historias en la literatura feminista en lugar de imponer ideologías.
“Siento que si perdemos el auto cuestionamiento, lo perdemos todo; quería hacer una novela feminista, pero no un feminismo autoritario, sino un feminismo vivo, que se transforme, porque los feminismos también tienen que hacerse preguntas, más que dar respuestas”, considera la autora.