Las normales rurales son la semilla del futuro: Luis Hernández Navarro

El periodista y escritor rescata en su libro La pintura en la pared  la historia de esas escuelas nacidas en 1922 y que forman a los profesores del campo
Abida Ventura Abida Ventura Publicado el
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La desaparición de los 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa en 2014 estuvo acompañada de una campaña de estigmatización hacia los normalistas, así como a ese modelo de enseñanza y pensamiento que ha formado a cientos de mexicanos que habitan el campo.

Como un ejercicio de contraste, el periodista Luis Hernández Navarro presenta en su libro La pintura en la pared. Una ventana a las escuelas normales y a los normalistas rurales un ejercicio de memoria histórica en el que rescata la historia de esas instituciones que, más que un lastre del pasado, las considera la “semilla del futuro”.

“Las escuelas normales rurales desde que nacieron en 1922 han sufrido este tipo de ataques, pero lo de 2014 no tuvo comparación, se les quiso presentar como delincuentes, como narcotraficantes, como vándalos. Me propuse contrastar toda esa cantidad de basura que se les lanzaba con la realidad porque tengo la fortuna, desde 1979, de estar en contacto con normalista rurales y lo que había visto en sus escuelas y en sus casas no correspondía con estas acusaciones”, dice a Reporte Índigo el periodista.

En entrevista, el autor de este volumen publicado en el Fondo de Cultura Económica (FCE), cuenta que este trabajo, en el que entrevista a destacados normalistas cuyas vidas se entrecruzan con la historia de sus escuelas, busca confrontar con relatos de vida esos discursos de estigmatización que han abundado en los últimos años.

También permite documentar que, a pesar de su importancia para la educación en el país, ese hostigamiento desde el poder y desde diversos segmentos sociales ha sido histórico.

“La primera de las normales rurales, la de Tacámbaro, fue formada en una zona muy conservadora. En plena Guerra Cristera fue señalada como una escuela del diablo, años después fueron tachados como líderes bolcheviques, centros de comunistas, nidos de guerrilleros, y últimamente como centros de distribución de droga o de corrupción. Son 100 años en donde sobran los adjetivos para descalificarlas”, dice el escritor.

El también coordinador de Opinión en La Jornada recuerda que en 2011 fue la misma Elba Esther Gordillo, ex líder nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), junto a empresarios, quienes llamaron a cerrar las escuelas normales porque “eran focos de sedición y subversión”.

Lejos de esos discursos, en el campo, las normales rurales han formado a “nuestros grandes héroes cívicos”, considera el autor.

“Son escuelas de pobres para pobres, quien llega a estudiar allí en muchas ocasiones es porque no tiene más opciones. El internado les da la posibilidad de tener techo, comida, libros y una comunidad para salir adelante, que no tendrían si tuvieran que ir a otros lados”
Luis Hernández Navarroescritor

Con una educación pública que arrastra grandes problemas, como un alto índice de  analfabetismo, problemas de infraestructura y falta  de profesores preparados para atender a niños en las zonas más apartadas, en México las escuelas normales rurales no deberían ser consideras como un lastre del pasado, sino una semilla del futuro, dice el autor. “Para atender estos grandes problemas, los maestros rurales son fundamentales, por eso digo que son una semilla del futuro. Deberíamos estarlo apostando todo para resolver los grandes retos que la educación pública tiene en nuestro país”.

Resguardan tesoro pictórico

Las normales rurales en el país resguardan en sus muros una rica galería de murales poco conocidos y valorados, dice el autor. “Son realmente un tesoro pictórico, hay de todo. Hay obras de grandes artistas como José Hernandez Delgadillo, en ocasiones son resultados de colectivos externos con alumnos. Falta realmente un inventario completo de lo que hay y de la genealogía de esas de esas pinturas”, dice.

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