Las drogas ganan la batalla

Las drogas están ganando la batalla, pese a que en el mundo hay estrategias, propuestas, campañas y alternativas para combatir una guerra que interviene en ámbitos de salud, política, economía y hasta sociales.

En los últimos 20 años, los precios de drogas como marihuana, cocaína y heroína se han ido a la baja, mientras que la calidad y la pureza de las mismas ha aumentado, según un estudio realizado por expertos de la Universidad de British Columbia (UBC), en Canadá, y el Institute of the Americas, de la Universidad de California.

María Alesandra Pámanes María Alesandra Pámanes Publicado el
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mil millones genera, al año, el comercio de drogas ilegales
Según los expertos, el problema de las drogas es de salud pública, pero la atención se ha enfocado en la producción y distribución, no en el origen del consumo
En las últimas dos décadas, han bajado los precios de drogas como marihuana, cocaína y heroína. Su pureza y potencia han aumentado
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Las drogas están ganando la batalla, pese a que en el mundo hay estrategias, propuestas, campañas y alternativas para combatir una guerra que interviene en ámbitos de salud, política, economía y hasta sociales.

En los últimos 20 años, los precios de drogas como marihuana, cocaína y heroína se han ido a la baja, mientras que la calidad y la pureza de las mismas ha aumentado, según un estudio realizado por expertos de la Universidad de British Columbia (UBC), en Canadá, y el Institute of the Americas, de la Universidad de California.

La investigación, que fue publicada recientemente en British Medical Journal, analizó datos del gobierno, basados en el tráfico de drogas en Estados Unidos, Australia y algunos países de Europa. Así como en información sobre la producción de drogas en lugares de América Latina, el sur de Asia y Afganistán.

Y es que no solo las drogas son más baratas y más puras, también son más potentes. Uno de los factores por los que el estudio concluyó que se ha fallado en el control del mercado de sustancias ilegales, utilizando la ley de por medio.

Sin embargo, legalizarlas tampoco podría disminuir las cifras de consumo, producción y distribución de drogas, ya que las estrategias y los esfuerzos de los gobiernos están enfocados –principalmente– en las implicaciones políticas y económicas de su producción y distribución.

Y no en el origen: el problema de las drogas es médico y debe manejarse como un tema de salud pública, señala el equipo de expertos, entre ellos Evan Wood, presidente del Centro Internacional de Ciencia en Política de Drogas (CICPD), y jefe de investigación en medicina interna en la UBC.

De acuerdo a las estadísticas de la Agencia de Control de Drogas, el precio de la heroína, en Estados Unidos, bajó 81 por ciento entre 1990 y  2007. Y en el caso de la cocaína (incautada por la policía), su pureza-calidad aumentó hasta 60 por ciento durante esos años.

El precio de la cocaína –ajustado por la inflación– disminuyó 80 por ciento, y su pureza aumentó 11 por ciento. El de la marihuana también bajó 80 por ciento y su pureza se incrementó hasta 161 por ciento. La heroína cuesta 80 por ciento más barata y es 60 por ciento más pura.

El reporte indica que en Europa y Australia la tendencia es similar, durante el mismo periodo de tiempo.

Evan Wood reforzó que dadas las cifras,  se debe considerar “implementar políticas que pongan a la salud de la comunidad y a la seguridad a la vanguardia en nuestros esfuerzos y considerar el uso de la droga como un asunto de salud pública en vez de un asunto de justicia criminal”.

Y agregó que la conclusión de este estudio resalta que “los esfuerzos de la delincuencia organizada para tener éxito en estos mercados ha florecido, y los esfuerzos del sistema de justicia penal para contener estos mercados ha sido notablemente un fracaso”.

El presidente del CICPD también estableció que, “desde cualquier métrica”, la guerra contra las drogas ha fallado, “en los últimos 40 años, se ha gastado un trillón de dólares” tan solo en América del Norte.

Las cifras fueron analizadas tomando en cuenta los decomisos de la Administración de Cumplimiento de Leyes sobre las Drogas (DEA, por sus siglas en inglés). Solo de marihuana, los decomisos aumentaron 465 por ciento, entre 1990 y 2010.

Un problema de salud pública

Pese a que algunas estrategias sí han disminuido –a menor escala– parte del problema, se ha perdido gran parte de las batallas en la guerra contra las drogas.

Werner Antweiler, profesor de economía en la Sauder School de la UBC, coincidió en que el problema debe tratarse como un problema de salud pública.

Y añadió que “en última instancia, este problema es de demanda (…) debemos explorar alternativas y tener mayor apertura para hacerlo”. Y no necesariamente se refiere a la legalización de las drogas, sino a que, desde un enfoque de salud pública, se elaboren estrategias que funcionen o al menos ataquen ese problema desde otros puntos.

Una cuestión social

Se sabe que la adicción a las drogas, lejos de requerir castigo, requiere de atención por un profesional de la salud. La adicción es, finalmente, una enfermedad. La Sociedad Americana de Medicina en Adicción la define como “un trastorno crónico del cerebro y no únicamente un problema de conducta relacionado con el  exceso de alcohol, drogas, juego o sexo”.

Como señala el Instituto Nacional sobre el Abuso de Drogas de Estados Unidos: “La adicción se considera una enfermedad del cerebro porque las drogas cambian al cerebro: modifican su estructura y cómo funciona”.

Pero también es una cuestión social. Investigaciones realizadas por Carl Hart, profesor de psicología de la Universidad de Colombia, retan las ideas clásicas respecto a la dependencia a las drogas, demostrando que las personas adictas sí tienen la capacidad de tomar decisiones racionales, como aceptar un incentivo económico, por ejemplo, en lugar de optar por consumir cocaína.

En su nuevo libro titulado: “Alto precio, viaje de auto descubrimiento de un neurocientífico que reta todo lo que usted sabe acerca de las drogas y de la sociedad”, Hart argumenta que problemáticas como el desempleo, la falta de educación, el racismo y la pobreza llevan a quienes las sufren a ver en el consumo de sustancias una distracción atractiva.

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