Las cantinas: tesoros de la identidad mexicana

Explora tres joyas emblemáticas en Guadalajara que mantienen su esencia clásica, ofreciendo una experiencia única que transporta a los visitantes a un mundo de tradición y cultura
Karina Corona Karina Corona Publicado el
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Las cantinas han permanecido inquebrantables ante el paso de los años, conservando la esencia y la rica historia arraigada en las raíces de sus comunidades.

Su historia se remonta al México colonial, cuando surgieron como lugares de encuentro para los trabajadores y comerciantes locales. Estos establecimientos se convirtieron rápidamente en puntos de reunión populares, con el tiempo evolucionaron para convertirse en lugares emblemáticos que reflejan la identidad y el carácter de sus comunidades.

Desde la época dorada del mariachi hasta los días de la Revolución Mexicana, las cantinas han sido escenario de numerosos eventos y momentos importantes en la historia del país. A través de sus paredes adornadas con fotografías antiguas, murales pintados a mano y una decoración que evoca el encanto de épocas pasadas, las cantinas invitan a los visitantes a sumergirse en un mundo de nostalgia y autenticidad.

Las cantinas son puntos de encuentro para la sociedad y la cultura. Foto: Karina Corona

En la actualidad, las cantinas continúan desempeñando un papel vital en la vida cotidiana de las comunidades mexicanas, sirviendo como lugares de encuentro donde la gente puede compartir risas, historias y, por supuesto, unas cuantas bebidas.

Cada Estado tiene sus propias cantinas y Guadalajara no es la excepción. Con su ambiente acogedor, su comida y amplia selección de licores, las cantinas ofrecen una experiencia única que transporta a los visitantes a un lugar donde el tiempo parece detenerse y la tradición sigue siendo sagrada. Sin embargo, existen tres que aún mantienen su esencia clásica, es decir, que mantienen ciertos elementos como la música en vivo o en una rockola, una barra, meseras y un cantinero.

La Fuente

En el corazón de Guadalajara, México, se encuentra una joya de la cultura local: Cantina La Fuente. Desde su inauguración en 1921, ha sido testigo de noches inolvidables donde los mariachis han llenado el aire con su música, conmovedora y vibrante, que resuena en los corazones de los comensales como un viento de emociones fugaces.

En su interior, el sonido del pianista, cuya voz trasciende sin necesidad de amplificación, añade una melodía única a la atmósfera de la cantina, mientras que la imagen de una bicicleta, aparcada con nostalgia, evoca historias perdidas en el tiempo.

Esta cantina centenaria, ha sido un punto de referencia en el imaginario colectivo de los tapatíos mucho antes de que se erigiera, en la misma manzana, el Congreso del Estado de Jalisco. El nombre “La Fuente” proviene de su ubicación original en la calle Hidalgo, aunque con las remodelaciones lideradas por el gobernador González Gallo en el siglo pasado, la cantina se trasladó a su ubicación actual en la calle Pino Suárez #78, donde continúa sirviendo a sus fieles clientes hasta el día de hoy.

La Fuente recibió su nombre gracias a su primera ubicación en la calle Hidalgo, en el centro de Guadalajara. Foto: Karina Corona

Durante muchas décadas, La Fuente mantuvo la tradición de permitir solo el acceso a hombres, una práctica que no cambió hasta la década de los 80. A lo largo de los años, por los pasillos largos de La Fuente han desfilado numerosas personalidades destacadas: actores, deportistas, cantantes, gobernadores del estado, diputados y escritores, todos buscando un momento de esparcimiento y camaradería en este emblemático establecimiento.

Para Carlos Sánchez, habitante y fiel comensal, esta cantina es un vínculo con un Jalisco y una Guadalajara que ya no existen, una ventana al pasado que le permite revivir momentos pasados y sumergirse en la melancolía de tiempos pasados. Aunque reconoce los cambios que han ocurrido a lo largo de los años, desde la llegada de una clientela más diversa hasta la influencia de la modernidad, sigue siendo un refugio donde puede sentarse a recordar y suspirar por los recuerdos que yacen en cada rincón de este histórico establecimiento.

La Maestranza

Entre callejuelas adoquinadas y murmullos de antaño, se encuentra un monumento vivo a la historia taurina y la inclusión: la cantina La Maestranza. Fundada en 1930 como “Bar Panchos” por  Francisco Jáuregui Valdivia, este establecimiento ha sido testigo de casi un siglo de tradición y cambio.

Desde sus inicios, La Maestranza no fue simplemente un lugar para disfrutar de una bebida, sino un santuario dedicado a la pasión taurina. Con su gran acervo de fotografías, pinturas y carteles que narran la verdadera esencia de la fiesta brava, esta cantina se convirtió en un museo viviente donde el espíritu de la tauromaquia fluía libremente.

La Maestranza es un lugar que se caracteriza por sus referencias a la Tauromaquia y la inclusión. Foto: Karina Corona

Además de celebrar la tradición, también abre sus puertas a la diversidad, pues es una de las pocas que se destaca por recibir a la comunidad LGBT+. Desde los años 60, La Maestranza acogió con los brazos abiertos a la comunidad, ofreciendo un espacio seguro.

Hoy en día, esta cantina sigue siendo un punto de encuentro para aquellos que buscan sumergirse en la rica historia de Guadalajara. Aunque el paso del tiempo haya borrado algunas huellas de su glorioso pasado taurino, el espíritu de inclusión y pasión que lo caracteriza sigue brillando en cada rincón de este venerado establecimiento.

La Fuente 2

Entrar a esta cantina es regresar a la época de los años 70.  Oculta entre sus paredes la historia de un antiguo convento, cuyos vestigios aún se pueden percibir en cada esquina. Te recibe una atmósfera mística y acogedora, donde los ecos del pasado se entremezclan con la vitalidad del presente. En su barra, una cruz de madera tallada, testigo silente de las historias que han transcurrido a lo largo de los años, parece custodiar el alma de este antiguo convento reconvertido en santuario de la vida nocturna del barrio.

La Fuente 2 ha sabido adaptarse a los tiempos modernos, incorporando elementos contemporáneos que le otorgan un carácter único y ecléctico. Un DJ en la esquina opuesta de la barra, con su mesa de mezclas y luces neón parpadeantes, invita a los clientes a dejarse llevar por el ritmo de la noche, creando una atmósfera festiva y enérgica que contrasta con la serenidad del entorno.

Esta cantina guarda entre sus muros la historia de un antiguo monasterio. Foto: Karina Corona

Además de la música, “La Fuente 2” ofrece entretenimiento variado para sus clientes. En las noches más especiales, el escenario se ilumina para recibir a una figura icónica del barrio: Sergio Tsunamy, conocido por su habilidad en las teclas, su voz única y su lema inquebrantable: “No soy el mejor, pero le echo un chingo de ganas”. Desde 1950, Sergio ha sido una presencia constante en “La Fuente 2”, deleitando a los presentes con su música y su carisma, y convirtiéndose en una leyenda viva. Además de unos cuantos pachucos que no dudan en pasearle por la cantina mientras bailan por todo el espacio.

Así, entre la historia impresa en las paredes, la música que llena el aire y la presencia de personajes entrañables como Sergio Tsunamy, “La Fuente 2 se vuelve un refugio para aquellos que buscan escapar de la rutina.

La cantina más antigua

Fundada en 1898, La Sin Rival es considerada como la cantina más antigua de Guadalajara. Ubicada en la esquina de la calzada Independencia y la calle Gante, entre el centro histórico y la antigua central camionera, a lo largo de sus más de 120 años llegó a recibir a conocidas personalidades del espectáculo y la política nacional.

La Sin Rival es considerada como la cantina más antigua de Guadalajara. Foto: Especial

Aunque cambió de administración y fue remodelada recientemente, este lugar conserva su singular toque antiguo y su barra permanece con su diseño original, como testigo de innumerables anécdotas y memorables historias.

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