Tenía apenas 9 años cuando Lalo García cruzó la frontera hacia Estados Unidos

Lalo García, el niño migrante que se convirtió en chef

Tenía apenas 9 años cuando Lalo García cruzó la frontera hacia Estados Unidos, caminando por el desierto. Por más de cinco años recorrió ese país

 

Tenía apenas 9 años cuando Lalo García cruzó la frontera hacia Estados Unidos, caminando por el desierto. Por más de cinco años recorrió ese país con su familia, dedicado a la pizca de frutas y verduras. 

A los 14 años encontró trabajo lavando platos en un restaurante en Atlanta, pero su curiosidad e inteligencia lo llevaron pronto por nuevos caminos. “A los 16 años conocí este negocio que me está matando, que amo, pero que me está matando, el de la cocina”, recuerda el chef Eduardo García, que hoy tiene cuatro restaurantes en la Ciudad de México.

Lalo aprendía rápido y a los 17 años ya era cocinero encargado de una estación en el restaurante Le Bernardin, con tres estrellas Michelin, a pesar de no saber leer ni escribir.

“Yo conocí la cocina hace 25-26 años sin educación, no sabía leer ni escribir (aprendí a leer un poco en prisión) … Hasta el momento aún casi soy analfabeto, pero eso no me impide crecer, no me impide soñar y ser parte de una sociedad que crea economía”, platica.

Todo iba viento en popa hasta que se topó con malas compañías y terminó vendiendo droga a los lavaplatos. Un mal día, ayudó a un primo y a un amigo en el asalto de una tienda. Poco tiempo después, al no poder con el remordimiento y la culpa, se entregó a las autoridades y estuvo cuatro años preso.

Al salir de prisión, lo deportaron a México, pero él se regresó a EEUU dos semanas después a ver a su padre que estaba gravemente enfermo. Su papá murió de cáncer en 2004 y “probablemente de todos los herbicidas y pesticidas que inhaló por 30 años”, cuenta.

Pronto volvió a los restaurantes, aunque tuvo que mentir en su currículum para lograrlo. Lo contrató el grupo Sedgwick. Empezó como cocinero de línea en un nuevo restaurante llamado Vinny’s, donde se ganó la confianza del chef, de los dueños y de sus compañeros. A los seis meses, los socios le ofrecieron a Lalo ser el chef ejecutivo de Van Gogh, el restaurante más importante de la empresa, y con el doble de sueldo. 

Así estuvo siete años sin mayores contratiempos, hasta que la desgracia tocó a su puerta de nuevo. Alguien lo delató como indocumentado y fue deportado de nuevo a México, donde empezó de cero hasta llegar a ser uno de los principales chefs de México y América Latina, con uno de sus restaurantes, Máximo Bistrot rankeado en el número 28 en la lista de S. Pellegrino, Latin America’s 50 Best.

Aún ahora trabaja 18 o más horas diarias y, en medio de esta crisis global, sigue sonriendo. “Yo no diría que mi vida es trágica. He aprendido y sigo aprendiendo muchísimo de lo que me ha pasado, de lo que está pasando hoy en día, de la pandemia que el mundo está viviendo.”

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