Las drogas ya se legalizaron en nuestro país en alguna ocasión. Era el año de 1940 cuando el general Lázaro Cárdenas promulgó un Reglamento Federal de Toxicomanías en el que se eliminaron diversos decretos punitivos que consideraban el consumo, posesión y venta de drogas como un delito.
Este reglamento dejó de considerar a las personas con problemas de abuso de drogas como criminales y las pasó a la categoría de enfermos. Asimismo, esta nueva normativa hizo que el Estado monopolizara la venta de fármacos considerados drogas.
Con la puesta en marcha de dicho Reglamento, en el último año de gobierno de Cárdenas, se abrieron dispensarios que estaban a cargo del Departamento de Salubridad Pública y cuya meta era suministrar dosis, a manera de tratamiento, a las personas que tenían dependencia a alguna sustancia psicoactiva. El primero de estos dispensarios se ubicó en la Ciudad de México.
Los bajos precios de las drogas que se ofrecían en este tipo de clínicas pronto causaron estragos en el comercio ilegal, el cual además ponía a la venta sustancias sin garantía sobre su pureza.
Su postura se centraba en dejar de considerar las adicciones como un delito y comenzar a abordarlas como un problema de salud pública, por lo que sugería un proyecto de reinserción social que incluía educación, tratamiento y apoyo psiquiátrico.
Sus investigaciones sirvieron como base del Reglamento Federal de Toxicomanías, publicado en el Diario Oficial de la Federación el 17 de febrero de 1940.
Sin embargo, a cinco meses de entrada en vigor, la iniciativa se echó abajo por la presión proveniente de Estados Unidos, en particular de J. Anslinger, el primer comisionado del Buró Federal de Narcóticos, agencia encargada de la sanción del uso de drogas que se caracterizaba por poner en marcha políticas prohibicionistas.
Aunque México presentó su postura ante la Liga de las Naciones en 1939 y fue secundado por algunos países, la apuesta mexicana fue duramente criticada por Anslinger, quien se opuso tajantemente a la iniciativa y que debido a sus rígidas posturas prohibicionistas fue conocido como el “zar antidrogas”.
“Sin los insumos necesarios para brindar las dosis de los tratamientos, los dispensarios pronto se enfrentaron a un desabasto. Pese a que las autoridades mexicanas trataron de entablar un diálogo para llegar a un acuerdo con el gobierno estadounidense, este fue determinante en su oposición, hasta que finalmente en junio 1940 el presidente Cárdenas decretó la suspensión del Reglamento Federal de Toxicomanías”, detalla la Secretaría de Cultura en su portal.
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