La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) demostró que la vida de quien fue uno de sus más grandes académicos, investigadores e historiadores, don Miguel León-Portilla, no se ha ido, sino que queda en las palabras transformadas en anécdotas, cantos e historias en su honor.
En la Sala Nezahualcóyotl, donde se coordinó un homenaje al ‘tlamatini’, no sólo los exrectores universitarios, como el doctor José Narro Robles y el doctor Guillermo Soberón Acevedo, se vieron reunidos en este recinto con 43 años de historia, sino también la familia, amigos y académicos, quienes conocieron al autor a través de sus inalcanzables estudios y publicaciones en honor a los pueblos indígenas.
“Sabíamos que tenía que irse, pero a la vez deseábamos que se quedara indefinidamente. Don Miguel fue un hombre entrañable y un humanista multifacético. Él se queda como universitario eterno, susurrándole a sus lectores la verdad de la historia”, compartió el rector Enrique Graue Wiechers.
Antes de que el universitario expresara su sentir, la doctora Ana Carolina Ibarra, directora del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, admitió que a los mexicanos se les fue el dueño de la tinta negra y roja, quien sembró en todos sus estudiantes el amor verdadero por los pueblos indígenas, un hombre que, gracias a sus letras y su impartición de clases, supo compartir todos sus conocimientos.
Después de que la imagen y voz del maestro León-Portilla fueran proyectadas, asegurando que el futuro de México estaba en las manos de todos los universitarios, su amigo y excolaborador de investigación, el doctor Eduardo Matos Moctezuma, enfatizó el legado del historiador.
A manera de anécdota, Matos Moctezuma narró que en una de las mil conversaciones que tuvo con don Miguel León-Portilla, este último dudó del tamaño de legado que dejaría en la historia, a lo que escuchó como respuesta “tus logros son muchos (…) Hoy puedo decirte que nos has enseñado a pensar, a convivir, por eso es que te llevamos en la memoria; las próximas generaciones te conocerán a través de tu legado, porque quien fue un gran alumno puede ser un gran maestro, y tú lo fuiste”.
Matos Moctezuma recordó, además, que el legado de su intachable amigo también se encuentra en sus trabajos sobre el Templo Mayor, en su título como Cronista de la Ciudad de México, y en su lucha por hacerle ver a todo el mundo lo que los pueblos indígenas y su cultura le han dado a la historia global, principalmente a la mexicana.
‘León-Portilla esculpió su propia estatua en la UNAM’
El licenciado Francisco Morales Baranda expuso, a manera personal, que León-Portilla, quien fue su maestro, esculpió su propia estatua a través de su carisma, amistad y enseñanzas; una pieza, dijo, que se develó en el corazón de todos los mexicanos el día de su muerte.
“Develamos tu figura, a la que tú le diste el último toque con tu muerte, una muerte que nos llenó de duda y temor porque ¿cómo es posible que la vida se termine tan pronto, y más la de alguien que nos daba tanto? (…) Los hombres valen por el hueco que dejan, y el tuyo va a ser difícil que se llene”, dijo Morales Baranda.
Quien fue aprendiz del maestro León-Portilla compartió unas palabras en náhuatl, afirmando y declarando que el historiador les decía a sus discípulos que hablaran lenguas indígenas, pues sólo así llegarían a ser hombres y mujeres verdaderamente longevos.
El maestro Miguel León-Portilla falleció el pasado 1 de octubre en la Ciudad de México. Dependencias gubernamentales, como la Secretaría de Cultura federal , y múltiples personajes, entre investigadores y funcionarios públicos, lamentaron el deceso.
“Murió Miguel León-Portilla, pionero de los estudios, la filosofía, el lenguaje y la cultura náhuatl (…) Férreo defensor de los pueblos originarios”, compartió el presidente Andrés Manuel López Obrador.
El deceso del autor de Visión de los vencidos (1959) fue dada a conocer por la UNAM, a más de ocho meses de haber estado hospitalizado por problemas bronquiales, y a cuatro meses de ser homenajeado por toda la comunidad académica y cultural de México.
El 2 de octubre, el cuerpo de León-Portilla llegó con su familia y amigos más cercanos para que al día siguiente el gobierno federal le brindara un homenaje en el Palacio de Bellas Artes, donde en su féretro reposaron las banderas de México y de la UNAM, casa de estudios que ayer le dijo adiós.