La pintura La Revolución, de Fabián Chairéz, que será parte de la historia nacional al representar un grito de libertad para aquellos que no han sido lo suficientemente escuchados, recibe críticas negativas que el curador e historiador del arte mexicano Luis Vargas Santiago contradice.
Más allá de la discusión homofóbica que la obra La Revolución del chiapaneco ha ocasionado en los últimos días, al poner frente a frente a la familia de “El Caudillo del Sur” con el gobierno federal, el curador de la exposición Emiliano Zapata. Después de Zapata declara que dicha pieza tiene el mismo valor que obras creada en el siglo pasado.
“El otro día escuchaba a la crítica Avelina Lesper con unos comentarios muy desatinados, como ella suele hacerlos, categorizando la obra como arte mediocre, arte malo, porque no representaba correctamente las proporciones, pero si aplicamos ese tipo de juicios tendríamos que dejar fuera en la historia del arte a Pablo Picasso, a Amadeo Modigliani, a el propio Diego Rivera, a José Clemente Orozco, a David Alfaro Siqueiros…en fin, a tantos otros que no utilizaron las proporciones y los cánones de representación clásica”, enfatiza Vargas.
Para el curador, Fabián Cháirez no tendría por qué recurrir a las formas establecidas para poder crear una pieza buena y eficiente. Es una pintura, recalca, sencilla, con un fondo casi monócromo y dos elementos claves, que no necesita mayores explicaciones: un hombre desnudo con tacones y sombrero de charro color rosa montado en un caballo blanco con una erección.
En entrevista con Reporte Índigo, Luis Vargas resalta que es la sencillez de La Revolución lo que le da su fuerza social y artística, pues hay otras piezas montadas en su exposición que reflejan el mismo sentir y no ocasionaron el mismo conflicto, como una talla en madera de Germán Venegas, en la que se expone a dos hombres, uno cargando al otro, representando al deseo homoerótico.
“Pero claro, esa obra de Venegas, que es todavía mucho más explícita y más directa, requiere de mayor explicación, no es algo que salte a primera vista, entonces quizá ha pasado desapercibida del ojo sensor homofóbico que se ha enconado tanto con la obra de Fabián”, dice Vargas.
Libertad de expresión en peligro
El pasado 12 de diciembre, representantes de la Secretaría de Cultura y 11 miembros de la familia de Emiliano Zapata acordaron que La Revolución no sea removida de la exposición Emiliano Zapata. Después de Zapata, con la condición de que se le coloque una placa al lado en la que se especifique que los descendientes de “El Caudillo del Sur” no estuvieron a favor de la obra.
Al respecto, Luis Vargas declara que él no se siente cómodo con dicho acuerdo, pues aunque calmó el conflicto social, representó un daño a las libertades creativas.
“Esto puede calmar la agresión que hemos tenido estos días, pero justo es también muy riesgoso porque pone en peligro la libertad de expresión y las libertades democráticas que se defiendan en este país y que se estaban ejerciendo. Las autoridades culturales, como Alejandra Frausto y Lucina Jiménez (secretaria de Cultura federal y directora del INBAL, respectivamente) habían sido implacables defensores de la libertad de expresión”, resalta.
Por otra parte, el historiador señala que lo único que ocasionaron los censores y detractores de la obra fue, sin querer, que tanto la pieza como la exposición en general se volviera un ícono de la libertad.
“Zapata no es patrimonio de una familia nada más ni de un grupo que se dice heredero de los ideales campesinos de Zapata, sino que le pertenece a todos los mexicanos, y en esos mexicanos están todas las comunidades, incluida la comunidad LGBTI que ve en la obra de Fabián hoy un símbolo de libertad, su obra ya pasó a la historia, va a terminar, seguro, en una colección de arte nacional o pública muy importante”.
El primer encuentro con La Revolución
El historiador de arte y curador mexicano Luis Vargas Santiago se encontró, en 2017, con un mural que lo sorprendió, reflejaba a un hombre desnudo con bigote y sombrero de charro color rosa y tacones negros, montado en un caballo blanco, ambos lucían eróticos en un fondo anaranjado. Estaba en el bar Marrakech, en la Ciudad de México, y esa pieza le pertenecía al pintor Fabián Cháirez.
En ese tiempo, Luis Vargas estaba ideado una exposición en el Museo del Palacio de Bellas Artes dedicada a la vida de las imágenes de Emiliano Zapata, y de la que ya había hablando con Miguel Fernández Félix, director de dicho centro cultural. Sin embargo, no fue sino hasta este año que ese trabajo se exhibió bajo el nombre de Emiliano Zapata. Después de Zapata.
“Cuando presidencia nombra 2019 como el año de Zapata, por los 100 años de la muerte de ‘El Caudillo del Sur’, la exposición en la que estaba trabajando pasó a ser parte de las celebraciones que la Secretaría de Cultura ideó para el evento”, comparte el curador.
Una de las piezas que eligió para que conformara la exposición fue, sin duda alguna, una versión más pequeña de la que vio en el bar Marrakech, elegida por ser la representación de un artista joven, en comparación con las pinturas del personaje histórico hechas en el siglo pasado.
Estudió la pieza y se contactó con su creador, un artista de origen chiapaneco que, hoy día, es uno de los personajes más importantes y controversiales del arte nacional.