La región menos transparente

Después de que sobrevivamos a la gran distracción que representa el tema del “fin del mundo”, las sociedades a nivel global tendremos que poner especial atención a dos de las causas de muerte prematura de más rápido crecimiento: la obesidad y la contaminación del aire. 

Un nuevo estudio de la revista Lancet contabilizó 3.2 millones de muertes prematuras a nivel mundial ocasionadas por problemas relacionados a la mala calidad del aire. 

Para ponerlo en perspectiva, en el año 2000 se registraron “tan solo” 800 mil muertes.

Después de que sobrevivamos a la gran distracción que representa el tema del “fin del mundo”, las sociedades a nivel global tendremos que poner especial atención a dos de las causas de muerte prematura de más rápido crecimiento: la obesidad y la contaminación del aire. 

Un nuevo estudio de la revista Lancet contabilizó 3.2 millones de muertes prematuras a nivel mundial ocasionadas por problemas relacionados a la mala calidad del aire. 

Para ponerlo en perspectiva, en el año 2000 se registraron “tan solo” 800 mil muertes.

Así, los problemas relacionados a la contaminación del aire se colocan por primera vez en la historia dentro de las 10 enfermedades más letales a nivel mundial. 

Según el estudio, 65 por ciento de las muertes provocadas por la contaminación se 

registraron en Asia, símbolo de la expansión de la economía en esa región. El poder adquisitivo entre los ciudadanos de las economías asiáticas más pujantes ha provocado un boom del uso del automóvil, principal culpable de la emisión de gases y partículas de diésel.  

Más de 2.1 millones de personas murieron en esta zona en 2010 por la contaminación; de las cuales 1.2 millones se registraron en el este asiático (China) y 712 mil en el sur de Asia (India). 

Según reporta The Guardian, si se mezclan los datos de las muertes provocadas por la 

contaminación “externa” con la contaminación del aire al interior de los hogares (ocasionado por cocinar con madera y la presencia de polvo), el aire contaminado se colocaría como el segundo “asesino” más grande en el mundo, solo detrás de la presión arterial. 

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