Que siempre sí se puede. Ayer, el pleno de la Real Academia Española (RAE) decidió dar marcha atrás y cambiar la redacción del Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD) en la norma que define la escritura del adverbio “solo” sin tilde diacrítica.
Según algunas explicaciones, la doctrina no cambiará en su esencia. Es decir, la palabra seguirá sin tilde, tanto si es adverbio o adjetivo. No obstante, la regla admitirá que se escriba tildada (sólo) en caso de que exista alguna ambigüedad.
En otras palabras, las personas tendrán la libertad de tildar la palabra cuando consideren que pueda existir una confusión en su significado.
Esta batalla cultural y lingüística se remonta a 13 años atrás. Fue en 2010 cuando la RAE clasificó la tilde en “solo” como una falta ortográfica.
El argumento en su momento fue que la Academia quería buscar la máxima simplificación de la norma. Dijo que los casos en los que existía ambigüedad eran muy escasos y fáciles de inferir.
Otras palabras que al mismo tiempo se despidieron de sus tildes fueron los pronombres demostrativos (éste, ésta, ése, ésa). También las tildes de hiatos como guion o truhan.
Una regla con 13 años de resistencia
Desde el momento en que se tomó la decisión fue motivo de polémica entre la sociedad hispanohablante. Para muchas personas se trataba de un refinamiento del idioma, un rasgo fácil de entender y al que la mayoría no quería renunciar.
De hecho, en 2013 un académico propio de la RAE, Salvador Gutiérrez reconoció que la norma era desigual. También afirmó que las tiles para “solo” y “este” seguían en uso cotidiano aún tres años después de la decisión.
Cuando no te importa que la RAE “permita” tildar de nuevo la palabra «sólo» porque tú jamás lo dejaste de hacer pic.twitter.com/bfRGkcRZQh
— A letter to Elise ✨ (@ElyseHdez) March 3, 2023
Otros académicos también se sumaron a esta postura. A lo largo de la década se han reconocido, tanto en público como en privado, que la norma de 2010 provocó más confusión que claridad.
Ahora, con este nuevo posicionamiento, el DPD reconoce la resistencia que ha existido a renunciar a la tilde de las palabras por parte de las y los hablantes.