La inmolación del joven tunecino Mohamed Bouazizi dio el empujón simbólico para propiciar un efecto dominó de revolución social conocido como la “Primavera Árabe”.
¿Y para impulsar una revolución intelectual en el ámbito científico? Solo bastó una entrada de blog de Tim Gowers, un reconocido matemático de la Cambridge University, para desatar la rebeldía de la Primavera Académica.
Con menos reflectores mediáticos –y sin sangre de por medio–, académicos han acumulado desde hace unos años una gran frustración: el alto costo del conocimiento, en específico las altas tarifas de suscripción que cobran los “journals” o revistas científicas especializadas.
Si la ciencia es vista de lejos por el grueso de la población, sobre todo en un país como México, el actual esquema de publicación de los trabajos de investigación en journals –de acceso restringido– no ayuda mucho a su divulgación.
Los ciudadanos tienen el derecho a tener acceso libre al conocimiento científico financiado a través de impuestos, o por lo menos esto es lo que creen muchos de los investigadores “rebeldes” que quieren cambiar el status quo de la publicación de conocimiento.
El matemático Gowers no pudo contener más su enojo y a principios de enero de este año escribió “Elsevier — my part in its downfall”, refiriéndose a la empresa holandesa de publicaciones académicas más grande en el mundo.
Elsevier cobra una tarifa de suscripción anual excesivamente alta, “está tan por encima del promedio que es realmente extraordinario que se puedan salir con la suya”, escribe Gowers.
¿Qué tan alto puede llegar a ser? Un ejemplo paradigmático. La prestigiada Universidad de Harvard detalló la situación “insostenible” en un memorándum publicado el mes de abril bajo el título: “Principales suscripciones de journals ya no se pueden sostener”.
El primer párrafo lo resume todo: “Le escribimos para comunicar una situación insostenible que enfrenta la Biblioteca de la Universidad de Harvard. Muchas publicaciones de gran tamaño han hecho que el ambiente de la comunicación académica sea insostenible fiscalmente y restrictiva académicamente. Esta situación se ve agravada por los esfuerzos de ciertos editores (llamados ‘proveedores’) para adquirir, empaquetar y aumentar la fijación de precios de las revistas”.
Harvard gasta aproximadamente 3.5 millones de dólares anuales por los journals que pone a disposición de sus alumnos y maestros.
La Biblioteca de la Universidad de Illinois publicó hace unos años “The Cost of Journals”, un análisis que concluye que de 1986 a 2004, el gasto por concepto de suscripción de journals de las bibliotecas en Estados Unidos se incrementó en 273 por ciento. En ese mismo periodo, el índice de precios al consumidor de ese país subió 73 por ciento, por lo que el incremento en el costo de los journals estuvo muy superior al de la inflación.
Ante estas prácticas, se ha gestado silenciosamente un movimiento de rebeldía dentro de la comunidad científica para no solo replantear las negociaciones entre journals y las bibliotecas, también para impulsar la filosofía del “Open Access” o de “acceso libre”.
‘Open Access’
La idea es sencilla. Gran parte de los recursos de la investigación científica son financiados mediante impuestos y presupuestos de gobierno, ¿entonces por qué restringir el acceso al conocimiento?
El primer gobierno en dar un paso firme en esta dirección, es el británico. A partir de 2014, el acceso a los trabajos de investigación financiados por los impuestos británicos estarán disponibles de manera gratuita en línea para universidades, compañías e individuos que los quieran consultar en cualquier parte del mundo.
Según The Guardian, las universidades del Reino Unido gastan aproximadamente 312 millones de dólares al año en suscripciones a journals.
Aunque la investigación científica británica representa el 6 por ciento de la que se publica en el mundo, se espera que la decisión provoque un efecto dominó en otros gobiernos para cambiar la dinámica de distribución y publicación de conocimiento.
Esto llega en un momento en el que el boicot en contra de las prácticas de Elsevier, está ganando momentum. Encabezado por matemáticos como Tim Gowers y otros científicos, se han recolectado más de 12 mil firmas electrónicas.
El Dr. León David Islas, Investigador Nacional (SNI-Nivel I, Pride C), es uno de los 37 firmantes de la UNAM que aparecen en línea. En entrevista para Reporte Indigo, el Dr. Islas dice que “la petición de boicotear Elsevier, o para meter presión para que cambien sus políticas comerciales, se me hace justa y por eso decidí firmarla”.
Mientras el acceso al conocimiento siga restringido, esta batalla seguirá en curso.