Morimos y renacemos todos los días. Es parte de nuestros hábitos inconscientes y conscientes, y es a la vez una preparación para el momento “último”.
Poder practicar diariamente la muerte misma, realizando esta práctica para integrarnos con el Universo y para desintegrarnos en el Universo. “Polvo eres y en polvo te convertirás” –Génesis
La misma práctica de yoga, que es una representación de la vida, nos lleva durante una hora o un poco más, a interpretar diferentes escenas y situaciones. A manifestar nuestro interior a través de nuestro cuerpo exterior, a vivir momentos de calma, paz, ansiedad, tensión y otros. Para luego finalizar acostados en Savasana o la postura del cadáver, en donde todo ese viaje que acabas de pasar entre tanta postura se disuelve dando lugar a un momento residual y de integración de lo vivido.
Algunas ocasiones puede costarte el mantenerte en Savasana por unos minutos y en algunos casos prefieres enrollar tu tapete y salirte, huyendo del momento digestivo de lo apenas vivido. Continuando con la tendencia del “fast food” en nuestras actividades de vida y alejándonos de ese “slow motion”.
Recuerdo cuando era niña que podía estar horas viendo el firmamento, las nubes y las estrellas sin moverme, totalmente absorta y consciente. En mi presente sigo disfrutando de esos momentos, minutos al día me dejo absorber por las nubes o la luna o las estrellas que se alcancen a ver en el firmamento y me permito y aprendo de esos momentos digestivos, de esas pausas y largas respiraciones como suspiros.
Viviendo despacio en medio de un mundo que corre, corriendo despacio en medio de un mundo que te come y digiriendo lentamente cada bocado que el Universo me permite disfrutar antes de Integrarme al TODO.
Savasana es una maravillosa postura donde nos recuerda, enseña y lleva a ese momento de contemplación de la vida. Donde nos prepara a ese momento de unión e integración con todo.
Donde nos da la oportunidad de aplicar el amor incondicional hacia uno mismo, permitiéndote y regalándote esos cinco o 10 minutos en compañía de ti.
Recuéstate sobre tu tapete o suelo, cierra las ojos, respira largo y profundo y realiza el viaje más maravilloso y económico: Tu mundo interior.