Había vivido con los chontales indígenas en Tabasco para probar bien a bien a qué sabe la pobreza. Despertar con un hoyo en el estómago y suspirar para que alcanzara la comida. Y para probar lo que es vivir de sol a sol buscando el pan de cada día, ese que sólo la divina providencia les da a los más necesitados.
No bastaron ni uno ni dos, tuvieron que ser seis los años en que Andrés Manuel se metió en la piel de los indígenas chontales, de su natal y tan amado Tabasco.
La causa política se la arrebató a su primer libro abierto y viviente, el poeta mexicano Carlos Pellicer. Lo había conocido tras estudiar en Polakas, la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Pellicer era ese poeta que escribía de amor, de trabajo, de soledad, de casi todo, como casi todos:
Andrés se había mantenido cerca de Pellicer cuando éste se preparaba para ser senador de Tabasco. Y ya después, el propio Obrador le honraría, tras su muerte, con sus esfuerzos por la comunidad indígena, al ser director del Centro Coordinador Indigenista Chontal, entre 1977 y 1982.
La formación poética y cultural de Andrés se originaría en términos mezclados: Nacería de un poeta que había emprendido una cruzada por la alfabetización a lo largo de la República y de su experiencia de andar por tierra en huaraches, entreverado en el pueblo, de lo que brotaría una simpatía por los pobres.
La poesía de Obrador se alimentaría, con el tiempo, de José Carlos Becerra, así como de Ciprián Cabrera Jasso, respectivamente. A su primer libro escrito “Los primeros pasos (Tabasco 1810—1867)”, escrito en 1986, en el que realizaba a modo de ensayo un análisis sobre la historia política de la entidad, le siguieron 16 obras más.
La poesía de Andrés ya no sería más un canto al idealismo, sino a la historia mexicana. Y de ahí nace su admiración personal por el historiador Daniel Cosío Villegas.
Cosío Villegas escribiría “El Sistema Político Mexicano”, obra en la que aseveraba que con la instauración del Partido Revolucionario Institucional (PRI), en el poder, se forjaría una cultura de la corrupción en México.
Y a la historia mexicana, que tanto le tiene aprecio, Andrés le sumaría la filosofía encabezada por José Ortega y Gasset, el novelista León Tolstoi y el luchador social Mahatma Gandhi.
De estos tres, el primero sería una de las influencias más notables en la poesía de Obrador, de quien siempre ha repetido una frase del filósofo a modo de mantra religioso.
“Yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvaré yo”.