[kaltura-widget uiconfid=”38728022″ entryid=”0_ol770lkg” responsive=”true” hoveringControls=”false” width=”100%” height=”75%” /] Mientras que México se volcaba en revoluciones de pensamientos sociales a finales de los 60, las mujeres empezaban a marcar un cambio en su manera de cantar como Chavela Vargas, o pintar como Frida Kahlo, en la primera mitad del siglo XX, también existió otra, que desde la tinta, defendió su derecho a expresarse.
Ávida por escribir desde Comitán, Chiapas, a una temprana edad, fue como Rosario Castellanos expresó su emocionalidad devastada por el sexismo nacional, además de la intensa relación amorosa que vivió a lo largo de su vida con el hombre que la marcó profundamente Ricardo Guerra.
Esto le fue abriendo camino en el círculo literario e intelectual de México, alcanzando repercusión en medios editoriales e incluso fue diplomática del país.
“Ella sentía conflicto con varias cosas, con la forma en que pensaba que debía existir un trato y una presencia de lo femenino en la sociedad y en la vida familiar o cotidiana (…) eso me parece que está puesto en la película y creo que tal vez eso es el centro de todo”, señala Karina Gidi, que encarna a Castellanos en el último periodo de su vida.
Además de Gidi, el resto del reparto y la directora de la cinta conversaron con Reporte Índigo sobre cómo la equidad de género tiene que ser visible hoy más que nunca gracias a movimientos como el #MeToo. La cinta llega justo en este instante histórico sin haberse propuesto el filmarla para coincidir con lo que está ocurriendo.
“Durante el rodaje las dos personas que tenían toda la autoridad eran mujeres a la hora de filmar, eran la fotógrafa y la directora, entre ellas dos traían el control y ambas tienen a sus esposos e hijitas pequeñas, entonces pudimos ver cómo los esposos llevaban a las bebés y en algún rato libre les ponían a las bebés y luego decían ‘ya tenemos que seguir trabajando’. Viví en carne propia un avance real, ver a dos señores diciendo ‘bueno estás haciendo tú película, me toca a mí’”, recuerda de ese equilibrio de roles que ocurrió durante la filmación Daniel Giménez Cacho, quien interpreta en la cinta a Ricardo Guerra en su etapa adulta.
Sin miedo a callar
Con el despertar del efecto Weinstein en todo el mundo, ahora el empoderamiento para denunciar el acoso y la equidad de género son temas de relevancia que siguen tomando empuje a casi un año del origen del #MeToo y aunque Los adioses no fue concebida para impulsar esto, sí llega cuando la conversación es parte de la cresta de la ola y sus protagonistas están de acuerdo en que sigan los señalamientos y las mujeres continúen hablando de cómo la sociedad misógina debe de cambiar.
De cómo el feminismo ha sido un movimiento que históricamente impulsa la imagen de la mujer, pero se tiene la percepción que hace menos a los hombres, Gidi cree que es necesario estructurar nuevamente este pensamiento para generar un cambio real en el fortalecimiento de una política social más firme.
“Se trata de equidad, sobre todo se trata de respeto para poder convivir. A lo mejor lo que está mal es que se llame feminismo, se debería llamar de otra forma y no le sacaría ronchas a los hombres”, aclara Gidi, quien ganó el Ariel a Mejor Actriz gracias a su interpretación de Castellanos.
Giménez Cacho por su parte resalta que el feminismo de Rosario Castellanos viene a sobresalir en la actualidad con Los adioses para que el patriarcado reconozca que ha desplazado la creación artística de las mujeres en la historia.
“Esta película puede ayudar a decir ‘¿Saben quién es? ¿Qué hizo?’, luego es bonito contrastar las luchas que ella traía, el tipo de feminismo por el que pugnaba (…) también es interesante para la discusión y cómo se ha desarrollado la lucha feminista, que hay muchos tipos de feminismo”, revela el actor de 57 años.
Explorando las letras
El cuerpo actoral de Los adioses se metió a fondo para entender la psique tanto de Castellanos como de Guerra, comprender el funcionamiento de su vida y cotidianidad, sin caer en un margen de víctima y victimario, pero que si marcó el claro desempeño de la poetiza.
“Son dos personas muy importantes con dos caracteres muy fuertes, metidos en un corsé cultural que ahora lo vemos y decimos ‘eso era en los 50 ya no sucede’, pero resulta que sí y sigue sucediendo, porque es un problema cultural”, explica Pedro de Tavira, histrión que representa a Ricardo Guerra en su juventud.
Tanto González como Gidi estuvieron en Comitán, previo al rodaje, para entender mejor a Castellanos y su inspiración, además de repasar a la mujer en sus letras, donde está el origen de su catarsis.
“Sí tenía su dificultad porque era una mujer compleja, quería muchas cosas a la vez y algunas se contraponían con otras, esta idea que tenía de que para poder escribir solamente se podía escribir y nada más, pero al mismo tiempo también tenía un deseo muy grande de ser pareja con Ricardo Guerra, todo eso estaba puesto ahí, en sus textos”, recuerda Gidi.
A pesar de ser la pareja sentimental de Castellanos, Guerra pasó a ser una figura a la sombra de la vida pública, en la actualidad poco se recuerda de este hombre, por lo que Giménez Cacho argumenta que esto le dio una mayor flexibilidad para poner de su cosecha en la interpretación del esposo de la escritora, además de que se empapó de opiniones cercanas de personas que convivieron con él.
“Está viva mucha gente que lo conoció, alumnos, amigos , colaboradores , quien tuvo una relación sentimental fuerte también platiqué con ella, entonces fue muy divertido porque es armar un rompecabezas, o sea lo que cada quien te dice es como lo vivió, como lo conoció. Entonces, fue bonito para enriquecerse, pero al final de cuentas hay un margen de libertad”, comparte el actor.
La confesión de Beristain
Mientras terminaba su ópera prima No quiero vivir sola (2012) Natalia Beristain meditaba sobre la idea de explorar la historia de una relación entre dos personas, lo que significa ser madre, pero Castellanos no estaba en su enfoque principal.
“Creo que con un poco de pudor, pero tendría que empezar por decir que el punto de partida del proyecto no fue Rosario, yo traía más como una serie de inquietudes personales alrededor de la vida en pareja, la maternidad, de pregúntarme si el ser mujer está determinado por el contexto histórico, social y cultural en el que vivimos, en el que nos toca estar”, se sincera la realizadora, en entrevista.
Fue hasta que Beristain se topó con las cartas que Castellanos le escribió a Guerra, que su siguiente largometraje cobró forma e invirtió dos años en recopilar y estudiar a fondo a la intelectual chiapaneca. Tras conseguir un presupuesto aproximado de 20 millones de pesos por parte del Estímulo Fiscal a Proyectos de Inversión en la Producción y Distribución Cinematográfica Nacional (EFICINE), se hizo el rodaje de Los adioses.
En la mente de la directora siempre estuvo el reparto que hoy enmarca su filme, este retrato emocional e íntimo cargado de largo aliento era preciso en la voz de Karina Gidi y Daniel Giménez Cacho, los dos aceptaron desde un inicio sin dudarlo, lo mismo ocurrió con los rostros juveniles que aparecen.
“Sabíamos que la contraparte joven era importante para dar una voz y un matiz distinto a estos personajes y más que pensar en un parecido físico o que esa fuera la norma para llegar a la pareja joven, me interesaba más una cosa tonal, emocional”, admite la cineasta Natalia Beristain.
Aprendiendo de Rosario
En la actualidad, el discurso de Los adioses se dirige a un público femenino, pero para Beristain la conversación debería ser entre ambos géneros, para abrir nuevos cuestionamientos a futuro y continuar aprendiendo de Castellanos.
“Esperaría que no solamente apuntale al público femenino, sin duda para allá va, pero esperaría que abriera cuestionamientos para ambos géneros, porque esto apenas empieza y serán años de seguir poniendo los puntos sobre las íes y cuestionándonos qué tan arraigados están realmente las maneras de relacionarnos a partir de una educación que se nos ha dado en un contexto heteropatriarcal”, indica la realizadora.
González, de 23 años, admira de Rosario Castellanos el que estuviera en un constante encuentro por identificarse a sí misma y que nunca se rindió.
Para Pedro de Tavira una de las grandes oportunidades fue aprender de la autora la coherencia que ella quiso encontrar en su vida y su discurso filosófico, cualidades que se reflejan en la cinta.
“Creo que eso también es algo que puede estar en la película, como una mujer o una persona que está luchando por ser congruente consigo, que eso no es fácil, porque implica sacrificios, rupturas y desencuentros, pero al final creo que la película nos muestra una mujer que encontró una plenitud y una tranquilidad a partir de una búsqueda, de una congruencia consigo misma”, expresa De Tavira.