Por muchos años las piezas del compositor mexicano Carlos Jiménez Mabarack fueron incomprendidas. Tras haber estudiado en Bélgica, llegó a México con ideas revolucionarias en la ópera, con la necesidad por expresar las inquietudes de la sociedad del momento, misma que le cerró las puertas de varios recintos.
Para 1960, después de haber leído el texto del dramaturgo Emilio Carballido y pedirle que hicieran juntos una ópera, compuso Misa de seis; aunque actualmente son reconocidos como dos grandes representantes de su área, en su época resultó un fracaso, pues la pieza narra el asesinato de una mujer, lo que hoy está tipificado como feminicidio, en un cabaret ubicado frente a una iglesia en el barrio de Tepito.
Quizá este es el motivo por el cual, hasta el día de hoy, sea casi desconocida, pero de acuerdo con el director de escena César Piña es muy pertinente traer estas piezas bajo la mirada actual.
“Para la ópera, crean al personaje de un barrendero, que le da mucho sentido a toda la historia, es una especie de prólogo, porque nos ambienta en el momento del México de esa época y da introducción a este conflicto social que es el feminicidio, el cual ya existía y sigue existiendo”, narra Piña a Reporte Índigo.
Piña realizó un tratamiento visual y sonoro para que pudiera ser proyectada en el Auditorio Ing. Manuel M. Torres del Centro Cultural Jaime Torres Bodet.
Para el director de escena es sumamente importante que la juventud y la sociedad en general puedan apreciar esta pieza y así reflexionar sobre un hecho inspirado en los años 60 y 70 del siglo XX.
“En ese año había conflictos por los cabarets nocturnos que existían, es algo que retomamos para poder narrar la historia de un joven enamorado de una joven prostituta, a quien le gana la pasión y la mata. Ese es el punto clave, incluso, cuando Lola, otra de las prostitutas, es partícipe de lo que está sucediendo al tener un diálogo con el muchacho, pero lo deja escapar”, indica Piña.
Y aunque para montar la pieza respetaron tanto la música como el texto original, Piña expresa que agregaron algunas escenas.
“Fue darle más fuerza a la situación social en cuanto a lo que sucedió para que este muchacho actuara de esta manera, sin justificarlo, no hay jamás una justificación sobre una muerte, y menos para un feminicidio. Recreando con la propia música de la ópera hacemos la escena del cabaret y se ve la relación que había del muchacho, cosa que no está escrita en la ópera.
“A 50 años de esa obra, seguimos cometiendo y repitiendo los mismos errores, eso es lo que se tiene que reflexionar, para mí ha sido muy importante como director de escena llevárselo a los jóvenes, porque son los que tienen en este momento el futuro de muchas cosas, estudios, la política, como de la sociedad entera mexicana”, añade.
El reto en escena
La pieza fue grabada durante la pandemia, por lo que desde un inicio implicó un gran reto llevar a cabo una ópera grabada.
Para ello, Piña recurrió a un tratamiento fílmico inspirándose en las texturas, formas y colores de la Época de Oro del Cine Mexicano, para que, con estos elementos, dar un toque de surrealismo al hablar sobre gran parte de los personajes que habitan en la Ciudad de México.
“La base de todo esto es que es una ópera, y los cantantes pudieron desarrollar los personajes y actuaciones de manera más delicada. Yo les explicaba por dónde quería que entraran las cámaras, y dirigir la mirada del público, fue un reto transformar eso, es distinto cuando se abre el telón y el público está a 180 grados viendo al foro, fue experimentar con ángulos y acercamientos distintos”, abunda.
Para poder grabarla, Piña junto con todo el equipo creativo, de actores, actrices y cantantes, tuvieron varios meses de pruebas y ensayos.
“En el teatro no alcanzamos a ver por la distancia, ahora la cámara está a 20 centímetros de ellos, las actuaciones tienen que ser con finura, más tratándose de un tema social, de la manera que lo estamos afrontando, los personajes también cobran vida de diferente manera y fuerza.
“Y no llegar, ni a lo obvio ni vulgar, así está tratada la puesta en escena, con muchas partes artísticas, pero incluso los movimientos de los actores y las cantantes tiene que ver con esa delicadeza”, expresa.
La ópera mexicana
Con la proyección de esta pieza, César Piña quiere enfatizar el papel indispensable de los compositores mexicanos, quienes han aportado voces actuales dentro del repertorio operístico.
Junto con el mensaje social, se busca difundir y acercar la música y piezas mexicanas para así darles el valor y reconocimiento que merecen.
“Es muy importante que sepamos que estos compositores mexicanos reflejaron partes y textos de nuestra sociedad, son un pasado no muy lejano, pero que nos acercan a una actualidad que estamos viviendo”, comenta.
Por ejemplo, Piña recuerda la ópera de José Pablo Moncayo, La mulata de Córdova, la cual habla sobre una leyenda real de Veracruz; o Atzimba con música de Ricardo Castro y libreto de Alberto Michel y Alejandro Cuevas, sobre las cuales lamenta hayan quedado en el olvido, a pesar de su gran belleza e importancia.
Para el director de escena, lo que queda por hacer es rescatar y seguir programando el repertorio mexicano, pues es muy vasto y con temas muy actuales. Además, transmitir el conocimiento de estas piezas para que, a través del arte, exista una reflexión sobre la misma sociedad mexicana.
“El IPN está interesado en tener esta faceta del rescate de óperas mexicanas y seguiremos. Así como es maravilloso ver Aída, La traviata, El barbero de Sevilla, también están las óperas mexicanas, hay muchísimas que están en el olvido, hay históricas, de leyenda, es importante su rescate”, puntualiza.