Hay manchones que no son más que accidentes, líneas y borrones que se forman en la casualidad y cuyo significado es inexistente. Hay otros trazos que, aunque a la vista puedan parecer similares, la intención que los formó los dota de características estéticas que permiten a quien los ve perderse en la abstracción de las formas, los colores y el sentido. El trabajo de Francisco Castro Leñero forma parte de estas últimas obras, vibrantes de intenciones y conceptos, por ello el Museo del Palacio de Bellas Artes busca rendir homenaje al artista a un año de su fallecimiento.
La exposición Franciso Castro Leñero. Una Lógica de la Belleza se presenta como un análisis a la producción que el artista multidisciplinario realizó a lo largo de su carrera. Más de 60 piezas de Castro Leñero fueron recopiladas gracias a la colaboración de instituciones como el Museo de Arte Moderno, el Museo Jumex, Museo Amparo y del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, así como colecciones privadas. Lo anterior se llevó a cabo bajo la curaduría de Sylvia Navarrete Bouzan, quien al inicio de un recorrido a prensa comentó que el artista fue “el pintor abstracto geométrico más ortodoxo, muy ligado al arte conceptual contemporáneo, vinculado no con la tradición sino con los lenguajes y las investigaciones más de avanzada”.
Una Lógica de la Belleza se encuentra dividida en cuatro salas que corresponden a ejes temáticos en los que se intenta dar a conocer etapas distintas en la obra del capitalino. La primera se denomina “Resumen de una trayectoria” y en ella se puede encontrar una introducción a diferentes aristas en el trabajo que Castro Leñero realizó por cinco décadas. Lienzos en gran formato, maderas y hasta un tapiz convive con una instalación, “Los segadores”, dedicada a artistas cuya vanguardia logró romper con la tradición.
La segunda sala está dedicada su etapa temprana y lleva por nombre “Materia, madera y damas”, comprende de la década de 1980 al 2000 y aquí se aprecia la prevalencia que la pintura tuvo en la vida y obra del artista. “En esta fase de su pintura Francisco todavía tiene muchas referencias a la ciudad, una metrópoli en construcción, sucia, contaminada tanto por los elementos como por el hombre y en ruinas. Es a partir de este concepto que él extrae las maderas y sus asociaciones con los andamios y la construcción, pero también con el bastidor”, señala Navarrete.
Según la curadora, el enfoque del arte de Castro Leñero cambia a raíz del terremoto de 1985 y decide abandonar sus temas citadinos para conceptualizar sus cuadros, lo que pasa por abandonar los símbolos que antes había trabajado.
El tercer eje temático se ve representado en “Desfases, vibraciones y curvas”, en la que se presenta su consolidación como artista. “Con el cambio de siglo hay un desarrollo en el arte de Francisco. Mantiene la cuadrícula, un esquema ampliamente adoptado por muchos pintores tanto desde tiempos inmemoriales como vanguardistas de inicios del siglo XX, pues se dice que es una estructura apacible y carente de ego por lo que es necesaria para un geómetra como lo fue Castro Leñero”, explica la curadora ante obras que si bien conservan sus trazos rectilíneos estos son intervenidos por curvas de colores vibrantes.
La sala que cierra Una Lógica de la Belleza dialoga con la faceta de maestro del artista, quien se desempeñó como profesor de dibujo en la UNAM. Nombrada “Los papeles del Maestro” esta sección de la exposición muestra papeles preparatorios, acuarelas, grabados y bocetos nunca antes presentados al público, pues fueron encontrados en las gavetas del autor.
Un pintor impresionista, y más aún un impresionista abstracto, como Castro Leñero puede resultar retador, incluso inaccesible, en su defensa Navarrete Bouzan comenta que “la pintura no es ilustración, hay que ir un poquito más allá y esforzarse un poquito en la mirada para tratar de entender qué es lo que el artista quiso decir”.