La nueva señora Robinson

Hasta quienes no vieron la cinta de 1967 conocen la escena: la actriz Anne Bancroft sentada, fumando, con una pierna extendida y acompañada por un confundido Dustin Hoffman que se arma de valor para decirle: “Señora Robinson, está intentando seducirme… ¿o no?”. Y lo hace en un tono tan respetuoso, que contrasta con la agresividad sexual de la mujer.

Ana Paulina Valencia Ana Paulina Valencia Publicado el
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61%
De los hombres encuestados firma que haría pública su romance con una mujer mayor
Las cougars mexicanas son atrevidas, pero discretas. Sus parejas, en cambio, olvidan la pena, e incluso presumen su relación
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Hasta quienes no vieron la cinta de 1967 conocen la escena: la actriz Anne Bancroft sentada, fumando, con una pierna extendida y acompañada por un confundido Dustin Hoffman que se arma de valor para decirle: “Señora Robinson, está intentando seducirme… ¿o no?”. Y lo hace en un tono tan respetuoso, que contrasta con la agresividad sexual de la mujer.

“El graduado”, película basada en la novela homónima escrita por Charles Webb, fue durante décadas el referente obligado para ejemplificar la relación romántica y sexual entre una mujer madura y un hombre joven; entre una mujer con iniciativa que aprovecha sus encantos para atraer a un amante inexperto. 

Pero fue la escritora canadiense Valerie Gibson quien le puso nombre a las cosas. En 2001 acuñó el término cougar (puma) para referirse a las mujeres mayores que salen “a la caza” de hombres jóvenes. Y aunque es cierto que muchas relaciones así funcionan, la dinámica está empezando a cambiar, al menos para las cougars mexicanas actuales, que ya no necesitan perseguir a sus presas. 

Consentidas, pero conscientes

“Cuando Rodrigo me invitó a salir, pensé que era broma; nunca se me había ocurrido verlo de esa manera”, cuenta Elena. Hace un año, cuando se conocieron, él tenía 29 años. ¿Y ella?: 56.

Los nombres de los protagonistas fueron cambiados para proteger su identidad. 

La regiomontana creyó que se trataba de un capricho de fin de semana, y que él solo se le había acercado porque no tenía nada más interesante que hacer. Pero después de dos meses de insistencia, decidió salir con Rodrigo. 

“Después de que dije que sí, nos quedamos juntos toda la noche”, recuerda.

Y su historia no es una en un millón. El sitio de citas Cougar Life reveló que después de aplicar una encuesta a 4 mil jóvenes de entre 18 y 35 años, el 98 por ciento de ellos dijeron que “estarían encantados” de tener una relación sexual con una mujer mayor. 

Sus razones para buscar mujeres mayores son diversas, desde la experiencia que tienen ellas en la cama, hasta la seguridad en sí mismas. Pero la más recurrente es la independencia, algo que los jóvenes no encuentran entre las mujeres de su edad.

Alejandro relata que lo primero que le gustó de Diana fue su belleza. Ella tenía 35 años, acababa de separarse de su esposo, y buscaba una relación estrictamente sexual. 

El joven tamaulipeco, que entonces tenía 23 años, cuenta que la madre de dos niños “convirtió su cama en mi lugar favorito”, pero los límites estaban muy claros. “Ella tenía el poder, y nos teníamos que mover en base a sus horarios”. 

Porque las cougars no están ahí para consentir a sus cachorros. Al contrario. Como son los jóvenes quienes las buscan, las “señoras Robinson” mexicanas se dedican a escuchar –y creer– las palabras bonitas, con plena conciencia de que es poco probable que la relación se convierta en algo serio. Elena lo tiene claro.

“No perdí la tierra, el enamoramiento sí vale la pena, aunque te apendeje, pero eso me duró un par de semanas”, aclara. Para ella, estar con un hombre más joven la hace vibrar. “Me da seguridad, me siento consentida… me recordó que soy atractiva”. 

Y aunque la relación termine, a los cubs (cachorros) les gusta fantasear sobre el futuro, por eso casi siempre están disponibles para los reencuentros. Como en su momento le dijo la Señora Robinson a Benjamin, que podía llamarla en cualquier momento. 

Un tabú que no desaparece

Las cougars mexicanas son atrevidas, pero discretas. Sus parejas, en cambio, olvidan la pena, e incluso presumen su relación.

 Pamela tenía 48 años, un hijo de 18 y un divorcio reciente cuando comenzó a salir con Rolando, de 25. Aunque estuvieron juntos alrededor de seis meses, ella solo confió su secreto a personas muy cercanas.

Él no tenía reservas con sus amigos, pero sí con su familia. “Era un orgullo estar con ella, la abrazaba y besaba delante de sus amigos”, relata una amiga de Pamela.

Agrega que para los hombres es más fácil hacer pública una relación, pero las mujeres viven su emoción de manera más privada. 

Cuando la mujer decide presentar a su pareja ante la familia y los amigos, es porque sabe que no tiene que rendir cuentas a nadie y que los demás entenderán su posición. No lo hace para formalizar la relación. 

Sin embargo, tanto los cubs como las cougars admiten que ellas siempre serán juzgadas. Según la encuesta del sitio Cougar Life, el 61 por ciento de los hombres declaró que haría público su romance con una mujer mayor, solo el 7 por ciento afirmó que lo ocultaría. 

“No siento que pudiera afectar a mi reputación. Vivimos en una sociedad bastante cerrada, y siento que se juzgaría más a las mujeres por salir con alguien menor”, asegura Alejandro. 

¿Cougar a los 30?

Para ser cougar, no es requisito ser una mujer madura. Hay quienes entran en esta categoría desde los veintitantos. Y en algunos casos, “el graduado” ni siquiera tiene que haberse graduado. 

Raquel, de 33 años, tuvo una relación de varias semanas con un joven de 23. La situación fue informal y relajada desde un principio, por lo menos para ella, que se sentía emocionada por la diferencia de edades, aunque admite que en ocasiones era un problema.

“Una vez me acompañó a comprar unas pinturas para mi taller, y de camino pasamos por un local de maquinitas y videojuegos que lo emocionó mucho. Recuerdo que sentí como un balde de agua fría en la cabeza, y me di cuenta que parecía mi hermano menor”, explica la artista.

Reconoce que era seductor, maduro y atento, pero la diferencia de edades puede ser mucho más notoria y complicada cuando la mujer no ha superado los 35. 

“Me aburrí muy pronto”, explica Raquel, quien no está muy dispuesta a repetir la experiencia. “A menos de que yo tenga 50 y el 30. Pero me encantaría tener una relación abierta”. 

Además, cuando la cougar es muy joven, la presión de los amigos es mayor, por eso las mujeres procuran llevar su romance en secreto.

Isabel, de 30 años, se ha involucrado con hombres menores en más de una ocasión. Le encantan porque la tratan “como reina”, pero sus amigos insisten en que debería encontrar a alguien de su edad. 

“Constantemente me llaman cougar o asaltacunas porque ya es costumbre que salga con chicos mucho menores que yo, que no me van a llevar a nada serio”, explica. “Algo así como ya estuvo bueno de esas aventuras, que ahora busque algo real”.  

Pero Isabel no piensa cambiar ni forzar las cosas, sobre todo porque le divierte salir con hombres menores.

Las cougars precoces, al igual que las mayores, son independientes, se dejan consentir, son románticas pero no son víctimas del enamoramiento, y llevan sus relaciones con cierta ligereza, nada que ver con las crisis dramáticas de la clásica e inolvidable Señora Robinson. 

Las cougars en la cultura pop mexicana

La famosa señora Robinson (Mrs. Robinson) es una figura icónica, incluso un símbolo, pero no es la única cougar de la cultura pop. En México, los romances de mujeres maduras con hombres jóvenes han sido abordados en telenovelas que han hecho historia.

Seguramente recuerdas “Mirada de mujer” (1997), en la que María Inés (Angélica Aragón), abandonada por su esposo cuando ella tiene 50 años, se enamora de Alejandro Salas (Ari Telch), un escritor 16 años menor. El romance terminó como muchos esperaban: en una separación. Alejandro se fue a Europa sin María Inés, quien rechazó su propuesta de seguir juntos. 

La trama tuvo tanto éxito, que en el 2003 se transmitió “Mirada de mujer, el regreso”, que dio a la audiencia el final feliz que toda telenovela debe tener. 

El mismo año que se estrenó “Mirada de mujer”, salió al aire “Pueblo chico, infierno grande”, que relata la historia de Leonarda y Genaro. Cuando se enamoran, él tiene 20 años, los mismos que ella tiene de viudez. Los protagónicos fueron interpretados por Verónica Castro y Juan Soler.

Ambas telenovelas retratan la doble moral que persiste cuando coinciden el amor y la diferencia de edades. Mientras que Ignacio (el esposo de María Inés en “Mirada de mujer”) puede presumir su relación con Daniela, la joven amante, María Inés vive su romance en secreto, y hasta se siente culpable. 

Los expertos que han estudiado la influencia de la edad en las parejas coinciden en que la resistencia a aceptar que la mujer sea mayor que el hombre tiene origen en la biología: una mujer joven es fértil aunque tenga una relación con un hombre mucho mayor, pero se considera que un hombre “desperdicia” su juventud y virilidad cuando está con una mujer mayor. 

En el caso de Leonarda y María Inés, fueron los jóvenes galanes quienes tomaron la iniciativa de involucrarse en una relación amorosa a pesar de la resistencia inicial de ellas, que era lo que se esperaba de una mujer madura. 

La diferencia entre estos personajes y las cougars mexicanas modernas es que estas no esperan una relación formal de largo plazo. Viven el momento sin melodramas. 

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