Dos muestras de arte que construyen espacios para la reflexión y la promoción del pensamiento no occidentalizado dialogan y chocan sobre temas sociales, de medio ambiente y políticos en el Museo Experimental El Eco. Se trata de Cosmos, de Eduardo Terrazas, y Sangre pesada, de Naomi Rincón Gallardo.
Cosmos es una exposición que cuenta con una pieza central en el patio del museo, es una obra ex profesa para este lugar, un espejo de agua que desprende una geometría con la que Terrazas ha trabajado desde los años 70.
El espejo de agua tiene toda una carga alrededor de la arquitectura emocional de la que hablaba Mathias Goeritz y de ser una escultura más que un edificio; entonces, interviene el espacio con líneas curvas que es algo que no había en el museo.
“El trabajo de Eduardo Terrazas es sumamente flexible entre los campos de la arquitectura, del diseño museográfico y del arte, pero un punto muy importante es que a principios de los años 70 hizo contacto con un artesano huichol con quien empezó a colaborar, adoptando la técnica de aplicar hebra de lana sobre cera de Campeche en una superficie de madera, que es la manera en la que las imágenes huicholas se trabajan, con mucha simbología y carga alrededor de su cosmogonía”, explica Paola Santoscoy, directora del Museo Experimental El Eco.
Terrazas empieza esa colaboración con un lenguaje geométrico, desde una serie que llama Posibilidades de una estructura y que es un dibujo del cosmos y de cómo él lo entiende, algo que después trabajará en sus infinitas variaciones a lo largo de las décadas.
Esta relación artesanal se vuelve sumamente importante en su trabajo y es algo que no ocurre de una manera folclorista, sino se vuelve un ir y venir de un quehacer ancestral que además, para hacerlo, es casi como estar meditando activamente, ya que lleva mucho tiempo.
Una de las piezas favoritas de Santoscoy de esta muestra es una obra en blanco y negro hecha de chaquira, porque “parece una belleza que te dobla las rodillas cuando la ves” y permite observar la técnica huichol en su máximo esplendor.
“En este caso no utilizó hebra de lana sobre cera de Campeche, sino chaquiras únicamente en blanco y negro y están haciendo un dibujo de una geometría casi como un tetris. Ver esta obra nos hace pensar mucho en algo que me gusta del trabajo de Eduardo, que es siempre pensar las piezas en situación, en medio de la sierra”, asegura la también curadora de la exposición.
Buena parte de la producción de estos trabajos se hace todavía en la sierra y este tipo de técnicas responden mucho al clima, si es bueno o malo, porque la cera está más dura o muy suave, lo que marca otro tiempo y ritmo.
Las series que se ven en esta muestra son las más recientes en el trabajo de Eduardo Terrazas.
La lucha por la tierra
Naomi Rincón Gallardo es un artista de una generación mucho más joven que la de Eduardo Terrazas, lo que demuestra, dice Santoscoy, que una de las cosas que les han interesado a últimas fechas es hacer muy evidente que quieren trabajar con artistas de distintas generaciones.
La pieza de Rincón Gallardo es una video instalación que se hizo el año pasado en Zacatecas, en Betagrande, una mina. Se presentó en la Bienal FEMSA. “Al verla nos interesó mucho presentarla en la Ciudad de Mexico para hablar de otras regiones del país. Es una pieza que ella describe como una fabulación mítica-crítica a las políticas de extraccionismo que le hacen daño a la tierra; entonces, aparecen estas deidades femeninas, queer, reclamando”, comenta Paola.
La video instalación, Sangre pesada, no se modificó en su esencia, pero sí tiene una edición distinta, más corta, que sirvió para que la artista se acercara de nuevo a su pieza. Es un video que dura 20 minutos.
“Entras como en una narrativa que no es lineal, pero que tiene seis capítulos y fuera de eso no hay una modificación, realmente nos parecía que la pieza es muy potente y funciona bien en sí misma”, opina la curadora.
El lenguaje geométrico en el arte de Terrazas
Si bien la geometría parece un lenguaje abstracto que no se relaciona con otras cosas, el trabajo de Eduardo Terrazas muestra cómo esta idea del Cosmo permite que emanen otras lineas que intervienen la arquitectura del museo, de Mathias Goeritz, pero que también sugieren que se despliega de alrededor; por un lado, es infinito, y por el otro, la humanidad forma parte de él.
En el 68 formó parte del Club de Roma, que es el primer esfuerzo a nivel mundial para hablar de temas ambientales y Terrazas estaba en ese momento, es algo que le sigue interesando y que cruza con cuestiones sociales y hasta políticas que tienen que ver con la realidad”, dice Santoscoy.