Si hay algo seguro en la vida, lo único seguro, es la muerte, por lo que leer “la muerte no existe” se convierte en algo maravilloso, aunque se sepa que no es verdad. Este juego de palabras describe el trabajo del artista Ben Vautier, quien dice algo, pero quizá quiso decir lo contrario, y ese quizá está cargadísimo de fuerza.
La muerte no existe, nombre de la primera exposición en Latinoamérica de Ben Vautier, es una retrospectiva que se presenta en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) que reúne pinturas, esculturas, grabados, dibujos, documentación de acciones y textos que trazan un camino por seis décadas de este artista.
“El trabajo de Ben, para mí, es apasionante, porque pasa en el mientras tanto y, además, no es un trabajo que existe, sino que ocurre, por sí solo no es arte, necesita la contribución entusiasta del espectador. Él dice una cosa, pero quizá quiere decir otra, casi pasa en todos sus trabajos”, explica Ferran Barenblit, curador de la muestra y profesor visitante de la Universidad de Michigan.
La escritura tiene un lugar destacado en su trabajo con su reconocible caligrafía de letra cursiva blanca sobre fondo negro.
“Es verdad que la obra de Ben, para quienes empiezan a estudiar historia del arte, aparece muy visualmente por lo reconocible que es, por su caligrafía, su forma de actuar tan reconocible. Todos los que estudiamos la historia del arte de los 50 y 60, la obra de Ben emerge muy rápido, como algo absolutamente singular que acompaña, discute y conversa con otros artistas de ese momento”, asegura Barenblit.
El curador explica que lo que más le impresiona del trabajo de Ben es cuando lo ve en conjunto, porque queda claro que Vautier es una persona que siempre ha ido muy por delante de su tiempo y ha prefigurado estrategias, formas de actuar y pensar que mucho tiempo después se convertirían en más habituales.
Además de esa eterna relación que él intenta resolver del binomio arte y vida y cómo le da múltiples respuestas, cada una complementaria a la anterior, lo que refleja su evolución.
Su estructura
Al ser la primera exposición que se organiza en Latinoamérica, La muerte no existe dará una particular relevancia al juego con la lengua española, adaptando las obras que permitan su traducción e incorporando otros idiomas de la región, como el náhuatl.
Lo que se presenta en la muestra es un itinerario un poco cronológico, porque hay una voluntad de ser una retrospectiva, pero sobre todo muy vital, porque va repasando uno por uno todos los aspectos que han ido emergiendo a lo largo de su trabajo; quizá, si hay algo que los une a todos es la misma noción de acción.
“Creo que Ben es verbo, es un artista que está haciendo continuamente, no solo porque fabrica constantemente, sino porque en todo, en su origen, siempre hay acción, todo es muy performático, sus palabras no sólo enuncian, hacen; sus acciones hacen, sus obras hacen e invitan al espectador a hacer”, resalta Ferran.
La muerte no existe está conformada de una manera que adentra poco a poco al público en la forma de pensar de Ben Vautier. Comienza resaltando algunas ideas clave y presentándolo a él como artista y su vida, que es muy importante, porque es hijo del siglo XX, nace en Nápoles, hijo de francesa y suizo, y tiene una itinerancia en su infancia.
“Tras eso pasamos por una parte en la cual vemos sus gestos y sus acciones que son tan definitorios en su trabajo. Pequeñas interrupciones de la cotidianidad que están cargadas de sentido. Luego deambulamos por sus objetos, por su historia como centro de toda una generación de la escuela de Nisa.
“Después vamos siguiendo su trabajo ecléctico, hacemos un espacio para debatir; para terminar en un espacio en el que se plantea poner en duda el concepto de estado-nación y el orden poscolonial a través de muchas preguntas. Ben duda de todo, es un artista que duda”, enfatiza Ferran.
No hay un número exacto de las piezas que se exhiben en las salas 1, 2 y 3 del MUAC, porque su curador platica que es difícil separar una de otra, pero señala que son centenares de ellas provenientes del archivo y colección de Vautier.
“Entrar en su estudio es entrar en su mente, allá donde miras hay obras. Es inmenso y está repleto de obras, por lo cual no fue difícil recolectarlas”, indica.
Ben Vautier, una infancia itinerante
El artista Ben Vautier tuvo una infancia muy itinerante, porque vivió en múltiples regiones con culturas muy diversas y eso es lo que empuja su debate sobre el ordenamiento mundial.
“Ben pertenece a una generación de alguna manera privilegiada que fue testigo del fin de la modernidad y del inicio de la contemporaneidad a través de un momento que para muchos fue traumático: el fin del colonismo tal como se conocía hasta entonces”, comparte el curador de la muestra Ferran Barenblit.
Lo anterior es uno de los ejes de la lectura de su trabajo, cuál es el orden poscolonial y qué lugar tienen ahí la articulación de las diferentes culturas, de las diferentes lenguas, a lo que él le da una importancia muy grande, por lo que la muestra tiene obras en múltiples idiomas, incluso, en español y el náhuatl.
“Su trabajo tiene muchas cuestiones del estado-nación y eso creo que tiene mucho que ver con una infancia en la cual itinere y pasa por culturas muy diferentes a la que había nacido y de una forma muy rápida”, concluye Ferran.
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