La Marcha Eslava explicada en 3 pasos; el himno que alguna vez escuchaste
Fue Tchaikovsky quien movido por un profundo patriotismo se comprometió a componer un himno que inspirara a soldados rusos y serbios a pelear en la batalla
Carlos RamírezUn remanente de soldados rusos volvió mutilado a su nación tras ayudar a los serbios a luchar contra el imperio otomano; mutilado literalmente.
La recién creada Sociedad de la Cruz Roja convocó, entonces, a un concierto benéfico para recaudar fondos y ayudar a los combatientes.
Fue el maestro del Conservatorio de Moscú, Piotr Ilich Tchaikovsky, quien movido por un profundo patriotismo se comprometió a componer un himno que inspirara a soldados rusos y serbios a pelear en la batalla.
Estos son los tres puntos básicos para entender la obra compuesta en tan sólo cinco días en 1876:
Una marcha fúnebre hecha de cuerdas
Es bien sabido que los músicos se quiebran el oído pensando en el inicio de sus obras más emblemáticas. Así fue el caso de la Marcha Eslava, que abre con un leve tambor que es soportado por un concierto de cuerdas.
La evolución de la marcha fúnebre en platillos y bombos, junto con flautas y flautines para denotar una melodía triste que más pronto que tarde toma fuerza y velocidad.
Había que infundir ánimo y aliento, por lo que Tchaikovsky lo hace a través del cruzamiento entre trompetas y trombones con un cada vez más estridoso camino hacia el clímax.
El clímax agresivo de guerra
Valor y patriotismo comandan la parte intermedia de la Marcha Eslava en la que las trompetas se vuelven las protagonistas de una íntegra guerra musical en primer plano.
Inmediatamente, las cuerdas de los violines y chelos parecieran luchar frente a frente en una lid en la que intervienen los platillos, oboes, trombones, flautas y timbales como una mezcla que se dirige hacia la intensa guerra.
La profecía del triunfo
La tercera y última parte de la Marcha Eslava ha sido descrita, por varios especialistas, como un final esperanzador en medio de la desolación y decadencia.
Y es que al final Tchaikovsky incluye una parte del himno nacional ruso “Dios salve al zar” acompañado por una tonalidad de triunfo que culmina en la representación de la victoria del pueblo ruso y serbio sobre el otomano.
De esta última sección, Tchaikovsky expresa y profetiza que al final hay esperanza y alegría para los soldados caídos.