‘La maldita primavera’
Congestión nasal, mucosidad, estornudos, lagrimeo, picor en la garganta… pocos son inmunes a la llegada de la primavera, la época del año que detona los síntomas de una alergia estacional (o la llamada rinitis alérgica) y, con ello, las consultas médicas.
Y a pocos tampoco les resulta ajeno sentirse fatigados, tristes, somnolientos o con falta de energía en una estación del año donde nuestro estado anímico no necesariamente se ve favorecido al pasar mayor tiempo expuestos al sol y los exteriores.
Eugenia Rodríguezhttps://www.youtube.com/watch?v=M4nnjDp-elM
Congestión nasal, mucosidad, estornudos, lagrimeo, picor en la garganta… pocos son inmunes a la llegada de la primavera, la época del año que detona los síntomas de una alergia estacional (o la llamada rinitis alérgica) y, con ello, las consultas médicas.
Y a pocos tampoco les resulta ajeno sentirse fatigados, tristes, somnolientos o con falta de energía en una estación del año donde nuestro estado anímico no necesariamente se ve favorecido al pasar mayor tiempo expuestos al sol y los exteriores.
Son síntomas de la llamada “astenia primaveral”, término que se utiliza para describir no una enfermedad, sino un trastorno pasajero que responde a los cambios de horario y presión atmosférica, el aumento de la temperatura y humedad.
Darío Fernández Delgado, médico de familia del centro de salud Los Ángeles, explicó al diario español ABC que dicho trastorno, que suele durar un par de semanas, también ocurre en otoño, en donde los días se alargan y el reloj biológico debe adaptarse a los cambios de luz, lo que “produce síntomas como tristeza, irritabilidad, falta de concentración, menos apetito, menor deseo sexual y baja tensión”.
Estos males estacionales han sido vinculados con la depresión clínica. Y no existe evidencia científica de que las alergias causan depresión.
Pero lo que estudios sí han revelado es que las personas que sufren reacciones alérgicas son más vulnerables a deprimirse.
Algunos expertos se valen del malestar que trae consigo un sistema inmunológico débil para explicar la asociación entre las alergias y la depresión.
Como dijo al sitio de divulgación científica WebMd Richard F. Lockey, director de la división de alergias e inmunología de la Universidad del Sur de Florida, “si no puedes respirar a través de tu nariz, si tienes dolor de cabeza, si no puedes dormir bien en la noche, existe una buena probabilidad de que te sentirás deprimido”.
Es bien sabido que la falta de sueño es uno de los peores enemigos de la salud mental. Por años se ha demostrado que las alteraciones de sueño causan fatiga crónica y perjudican las habilidades cognitivas como la memoria, la atención y la toma de decisiones, además de estar ampliamente asociadas con trastornos del estado de ánimo.
De hecho, el insomnio y la depresión clínica van de la mano, aunque la ciencia no ha podido responder qué fue primero, si el huevo o la gallina.
Otros expertos, como el alergólogo Robert Overholt, miembro del Colegio Americano de Alergia, Asma e Inmunología, sugieren que las alergias agudizan los síntomas en personas que ya han sido diagnosticadas con depresión.
En entrevista para CNN, el especialista alude a estudios que revelan que tanto niños como adultos tienen un pobre desempeño en la escuela y el trabajo, respectivamente, debido a las reacciones alérgicas, lo que, a su vez, exacerba los síntomas depresivos.
“También es cierto que algunos tratamientos contra la alergia podrían reforzar los sentimientos depresivos”, reconoce a El País José María Martínez Selva, catedrático de psicobiología de la Universidad de Murcia.
Por ejemplo, los cambios en el estado de ánimo son parte de los efectos secundarios de las hormonas esteroides –corticoides–, que se suelen prescribir como medicamentos antiinflamatorios para tratar las alergias.
‘Florecen’ los suicidios
Los efectos de la primavera en la salud mental van más allá de cansancio, altibajos emocionales o falta de energía.
En quienes padecen un trastorno psiquiátrico, esta época del año puede debatirse entre la vida y la muerte.
Como aludimos en este espacio en septiembre del año pasado, los estudios de registros de suicidios a gran escala demuestran que existe un patrón estacional caracterizado por picos en los índices de personas que se quitan la vida en primavera-verano, y caídas en invierno. Y no al revés, como comúnmente se cree.
También se aludió a una amplia investigación realizada por científicos de la Universidad de Medicina de Viena, que reveló una asociación entre el número de horas de sol y el número de suicidios ocurridos, diariamente, entre enero del 1970 y mayo del 2010. Se compararon cerca de 70 mil suicidios registrados durante ese periodo con el número de horas de luz solar.
A quienes padecen el trastorno maníaco depresivo, mejor conocido como trastorno bipolar, la irradiación solar que acompaña a la primavera no hace más que exacerbar los episodios de manía, lo que aumenta el riesgo de suicidio o, al menos, de una hospitalización a raíz de un intento suicida.
Curioso, pero sucede. “Es una ironía cruel que la remisión parcial que más experimentan en la primavera quienes sufren depresión por lo general proporciona el impulso de la energía necesaria para ejecutar un plan suicida”, dijo a The Guardian el profesor Chris Thompson, asesor de los hospitales de salud mental de The Priory Group.
“La primavera es un tiempo de nuevos comienzos y de una nueva vida, sin embargo, la yuxtaposición entre un mundo literalmente floreciente y la vida interior desolada del depresivo clínico suele ser demasiado de soportar para ellos”, agregó.
El problema es que a la fecha existe un pobre entendimiento acerca de los mecanismos que contribuyen al los picos estacionales tanto de intentos suicidas como de suicidios consumados.
Conocer a qué responde este patrón estacional “podría contribuir a mejores y nuevas estrategias de prevención de suicidio”, concluyeron investigadores en una extensa revisión de la literatura de estacionalidad de la conducta suicida publicada en 2012 en International Journal of Environmental Research and Public Health.
Depresión física
La ciencia también apunta a una base biológica para explicar la relación entre las alergias y los síntomas depresivos.
En enero de este año, aludimos a argumentos de expertos de que la depresión clínica no solo es una enfermedad mental, sino también un padecimiento relacionado con el sistema inmunológico.
Se basan en evidencia previa de que la depresión está vinculada con episodios inflamatorios en los que el cuerpo libera un grupo de proteínas llamadas citocinas, que activan el sistema inmunitario “en respuesta a algún tipo de patógeno, que puede ser un parásito, una bacteria o un virus, y que podría jugar un papel causal en la depresión”, explicó el doctor Turhan Canli, docente de psicología y radiología de la Universidad Stony Brook, en un artículo publicado en Biology of Mood & Anxiety Disorders.
Estas citocinas inducen los clásicos síntomas de una persona enferma, como náuseas, fiebre, falta de apetito y cansancio, pero también el llamado “comportamiento de enfermedad”, que incluye síntomas de un trastorno depresivo mayor, como la pérdida de energía, la irritabilidad y la falta de sueño.