Hay personas a las que simplemente les gusta el mal amor y la llamada “mala vida”.
Y es que entre peor las traten, más atracción sienten hacia la pareja (o incluso alguien que sólo es un interés romántico).
Este masoquismo emocional es muy común en jóvenes, ya que ellos son más propensos a “alargar” la etapa del enamoramiento, en la que se tiende a idealizar a las personas.
Pero reconocer que la persona está “anclada” en una relación tóxica no es fácil y hasta puede tener una respuesta química cerebral.
Carolina Ángel Ardiaca, neuropsicóloga, psicoterapeuta familiar y de pareja dice en El País que “en la actualidad existen muchos estudios basados en la neurociencia para explicar el comportamiento humano, de los cuales se desprende la importancia de la generación de hormonas y neurotransmisores, siendo la oxitocina y la serotonina las consideradas hormonas de la felicidad”.
El estudio “Oxitocina y relaciones románticas vulnerables”, de la investigadora del Departamento de Psicología de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología, Andreas Aarseth Kristoffersen, determina que la oxitocina es la “causante” de todo, ya que también se segrega cuando se presenta una crisis en la pareja, provocando que la otra mitad parezca ser mucho más atractiva y con ello se haga un doble –e inútil– esfuerzo por mantener la –tóxica– relación.
“Las personas en una relación donde su pareja duda del vínculo, necesitan implicarse más. La oxitocina podría promover la atención y la motivación hacia la relación cuando hay una amenaza”, comenta Kristoffersen.
También hay relaciones de amistad tóxicas y personas que en sí son de esa manera. “Las personas tóxicas utilizan sus faltas o deficiencias como ‘carnada’ para ganarse a los demás”, dice en Psychology Today la especialista Suzanne Degges-White.