Emiliano Monge: “La locura tiene muchos más rostros”
Emiliano Monge comparte en Justo antes del final la historia de su madre, una mujer quien, a pesar de vivir ante una sociedad que la invisibilizó, logró sobreponerse ante las adversidades. Además de resignificar la maternidad y las enfermedades mentales
Karina CoronaLos laberintos de la memoria llevaron al escritor Emiliano Monge a escribir Justo antes del final, una travesía para narrar la historia de su madre, una mujer que se enfrentó a su tiempo y a su mundo durante la segunda mitad del siglo XX.
Su madre tuvo una vida marcada por la invisibilidad, la enfermedad, la locura y la violencia, pero también por los afectos y la resiliencia.
El escritor optó por no realizar entrevistas a familiares ni conocidos, sino que hizo uso de un “oído fotográfico” para narrar entre la realidad y la ficción algunos de los hechos más importantes de su familia, desde 1947 hasta 2016, pero que, de alguna forma, también están ligados al acontecer mundial.
“Es la historia de una mujer que nace el 1947 y tiene que hacerse un lugar en el mundo, porque nace en una familia donde nadie la ve, con diferentes enfermedades mentales, pero también con un abandono total y terrible. Y de cómo va encontrando el modo de imponerse ante una época”, relata Monge a Reporte Índigo.
A través de la lectura se van revelando diferentes voces familiares, pero también la configuración de una sociedad.
Desde la creación de la píldora anticonceptiva, la fotografía instantánea y la clonación, hasta el diagnóstico de ciertos síndromes que dejan de estar dentro del espectro de la locura generalizada y empiezan a tener individualidad, como el autismo o el Síndrome de Asperger.
“El poder siempre ha utilizado a la locura para segregar y confinar ciertas formas del pensamiento. Cuando pensamos en locura lo primero que vemos es a la persona con camisa de fuerza, una imagen bastante ridícula, porque la locura tiene muchos más rostros, más formas y muchas veces es más cotidiana de lo que parece. Son crestas con las que convivimos y estamos condenados a cohabitar”, explica el autor.
Justo antes de final es un homenaje a su protagonista y a miles de mujeres que día con día luchan en un mundo machista. A las o los cuidadores y a resignificar el papel de la mujer y de la madre.
“Juego un poco con los descubrimientos múltiples de las Venus, primeras estatuillas de la figura de la mujer, y la representación que se les ha hecho en los cuerpos, el papel, como si fuera solamente la maternidad para lo que fueron creadas, cómo esto ha ido cambiando y entender que es mucho más que un asunto de crianza.
“También sobre la frontera del cuidado y qué tanto reproduce el machismo en los hijos. O, incluso, qué tanto abandono implica cuidar al otro”, indaga Monge.
Como parte de la vida, Emiliano Monge también dedica un par de capítulos a la muerte y al duelo, a las ganancias y pérdidas de un ser querido a lo largo de su existencia. Además del sentir y la reflexión que deja en las y los vivos cuando un familiar o amigo trasciende.
Memoria y ficción, dos componentes de esta novela, que si bien Monge explica que tiene un tinte autobiográfico, se vuelve una deformación de la realidad que permitió dejar una novela íntima, llena de recuerdos.
Pero, a su vez, para hablar de una sociedad, una reflexión sobre la familia, lo individual y lo colectivo; enfermedad y salud; cordura, locura, muerte y vida.
“Si la vida es un arco, por lo tanto, tiene que haber una cuerda que tensa ese arco, la muerte, y con ella quiero decir, no solamente la propia, sino la de los demás, la pérdida, el duelo.
“Sigue siendo una novela de no ficción y la parte del juego que le da la imaginación, pero tampoco demasiado. La mayoría son eventos que sucedieron, una memoria que, por lo tanto, es consecuencia de una realidad”, reflexiona Emiliano Monge.
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