A solo cinco kilómetros de la Casa Blanca, en Washington D.C., se encuentra una exhibición incómoda para el actual presidente de los Estados Unidos. Tan lejos de su realidad y tan cercana de su domicilio, que seguramente ni a pié acudiría, a pesar de que es gratuita.
Después de exponerse en Cannes, pasar por Milán y actualmente estar en Ciudad de México y Los Ángeles, la instalación de realidad virtual de Alejandro González Iñárritu “Carne y Arena”, llega a la capital estadounidense para sumar conciencia en los ciudadanos de ese país que desconocen cómo es el paso de los migrantes a través de la frontera sur con México.
La experiencia inmersiva es única, ya que solamente una persona puede entrar al lugar cada 15 minutos y se simula a través de visores de realidad virtual cómo los indocumentados son amedrentados por las autoridades migratorias al momento de ser descubiertos en el desierto.
Al terminar la vivencia virtual, el espectador puede leer antes de la salida las crónicas de personas sin papeles y oficiales de la “migra” que fueron entrevistados por Iñárritu, de cómo han sufrido para llegar al sueño americano, o lo que tuvieron que hacer en sus jornadas como cuidadores de la frontera respectivamente.
En esta ocasión, el proyecto que concibió el cineasta junto a Emmanuel Lubezki, fue llevado a un edificio que antes era una iglesia bautista y que se encontraba desalojada.
Iñárritu ganó un Oscar honorario por su aporte con esta instalación, de la que en cada presentación se agotan los boletos en cuestión de minutos; ahora solo falta ver cómo logra impactar a los habitantes de Washington, y si esto ayuda a cambiar las políticas en torno al muro que se pretende construir entre México y Estados Unidos.
A diferencia de México, donde el boleto por entrar a la experiencia de realidad virtual es de 300 pesos por persona, en Washington, no tiene costo, y la primera tanda de entradas, que van del 2 al 16 de abril, ya se encuentra agotada.