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¿Te imaginas la posibilidad de extender tus años de vida, más allá de la edad récord de 122 años?
No se trata del guión de una película de ciencia ficción. Por muy increíble que parezca, existen empresarios multimillonarios y compañías de biotecnología que están apostando al campo emergente de la medicina de antienvejecimiento, bajo la premisa de que el envejecimiento no tiene por qué ser inevitable.
Se trata de proyectos de investigación gestados en Palo Alto, en el Silicon Valley, con los que biólogos y emprendedores tecnólogos apuntan a empujar los límites biológicos de la vida humana y encontrar la fuente de la juventud eliminando, desde la raíz, el proceso de envejecimiento así como las enfermedades asociadas con la edad.
Que lleguemos a un punto en el que seamos cada vez más los que vivamos más de 100 años –y contando– plantea obvios problemas socioeconómicos que restan atractivo a la idea mantener las células jóvenes y dar marcha atrás al reloj biológico, considerando que para el 2050, se deberá alimentar a una población que se espera alcance los 9 mil millones.
“Naciones Unidas predice que debemos incrementar la producción de comida en un 70 por ciento para 2050”, señala un estudio del Stockholm International Water Institute (SIWI) aludido en este espacio en agosto de 2012.
“Esto pondría presión adicional en nuestros recursos de agua que de por si ya están estresados, al tiempo en el que debemos colocar más agua para satisfacer la demanda global de energía –que se espera que se incremente un 60 por ciento en los próximos 30 años– y para la generación de electricidad que necesitan 1.3 mil millones de personas que actualmente no cuentan con ese servicio”.
“Las personas que trabajen y vivan más tiempo pueden hacer más difícil para una nueva generación entrar en la fuerza laboral o encontrar casa”, asegura en The Guardian John Troyer, director adjunto del Centro para la Muerte y Sociedad de la Universidad de Bath, en Reino Unido. Y “hay una muy fuerte probabilidad de que habría un impacto en cosas como las estructuras familiares”.
Lo anterior, aunado a los 19.3 millones de nuevos casos de cáncer anuales que se estima acompañarán el envejecimiento de la población global para el 2050 y el aumento de otras enfermedades asociadas con la edad, como la demencia, de la que se espera que se tripliquen los casos para dicho año.
Como dijo al diario español El Mundo Antonio Abellán, investigador del Consejo Superior de Ciencias Científicas (CSIC), en España, “la cuestión no es si viviremos hasta los 90 o 100 años. Para mí el límite de la vida es llamativo pero secundario. La cuestión importante es cómo viviremos los años ganados a la muerte, si posponemos las limitaciones funcionales y la discapacidad. No hay respuesta clara de los científicos a esta cuestión”.
Mayores pero más sanos
Dado el progresivo aumento en la esperanza de vida en el mundo y, con ello, las enfermedades crónicas con las que vivimos más tiempo en calidad de enfermos, los esfuerzos de la medicina se han destinado a aumentar el número de años de vida sana y a disminuir el número de años perdidos por muerte prematura o discapacidad.
Lo que, a su vez, se traduce en más tiempo de vida.
“Si una consecuencia de aumentar la salud es que la vida se extiende, eso es algo bueno, pero lo más importante es mantener a las personas sanas el mayor tiempo posible”, dijo a The Guardian Kevin Lee, director de la Fundación Médica Ellison, el mayor proveedor de fondos privados para la investigación antienvejecimiento, con un gasto en el campo de 45 millones de dólares anuales.
Y ello es precisamente lo que prometen los defensores del antienvejecimiento, aún cuando las personas alcancen los mil años.
A diferencia de mucha de la investigación biomédica que busca encontrar la cura para enfermedades individuales, explica la periodista científica Zoë Corbyn, los científicos del campo floreciente de la medicina antienvejecimiento se enfocan en investigar a detalle el proceso de envejecimiento, para encontrar formas de prevenirlo desde la raíz y, con ello, interrumpir el desarrollo de todos los padecimientos asociados con la edad.
Adiós al envejecimiento
Entre los proyectos de investigación antienvejecimiento más ambiciosos destaca el Premio Palo Alto a la Longevidad, un concurso científico de mil dólares “dedicado a acabar con el envejecimiento”, señala su sitio Web oficial.
Fue lanzado a fines del año pasado por el médico coreano-estadounidense Joon Yun, gerente de fondos de cobertura de Palo Alto Investors, LLC, quien a través de esta iniciativa busca “nutrir las innovaciones que acaben con el envejecimiento mediante la restauración de la capacidad homeostática del cuerpo y promover la ampliación de una vida útil prolongada y saludable”. En otras palabras, “hackear el código de la vida y curar el envejecimiento”.
La capacidad homeostática se refiere a “la capacidad de los sistemas de estabilizarse por sí mismos en respuesta a factores de estrés”, como un desvelo, una cruda o una lesión, de los que toma más tiempo recuperarse a medida que envejecemos, explica la iniciativa de Yun.
“Debido a que el rasgo (la capacidad homeostática) es innato (…), sentirse saludable se siente como ‘nada’ cuando somos jóvenes. Nos damos cuenta de ello solo después de que la empezamos a perder en la mediana edad”.
Según reportó The Guardian, 15 equipos científicos han entrado al concurso a la fecha, que consistirá, en primera instancia, en demostrar la restauración de la vitalidad y la extensión de la vida en ratones en un 50 por ciento.
¿Y los efectos secundarios?
Ya se han realizado diversos estudios con ratones cuyos resultados son la fuente de esperanza a los defensores de la medicina antienvejecimiento.
“Estamos en un punto en el que es fácil extender la vida útil de un ratón. Esa ya no es la pregunta, sino, ¿podemos hacer esto en los humanos? Y no veo ninguna razón por la cual no podríamos”, aseguró David Sinclair, de la Escuela Médica de Harvard, quien ha demostrado que altas dosis de reservatol –un compuesto que se halla presente en el vino tinto– alarga la vida en ratones.
También se ha demostrado que la rapamicina, un fármaco que suele utilizarse en humanos para evitar el rechazo de órganos trasplantados, no solo prolonga la vida de ratones hasta en un 25 por ciento, sino que los protege de desarrollar enfermedades relacionadas con el envejecimiento, como el cáncer.
Incluso el pasado mes de diciembre, la revista científica Science Translational Medicine publicó un estudio en el que investigadores de los Institutos Novartis para la Investigación Biomédica, en Cambridge, Reino Unido, encontraron que una versión experimental de la rapamicina mejoró la respuesta inmune de personas de la tercera edad ante una vacuna contra la gripe en un 20 por ciento.
Uno de los ensayos clínicos que se están realizando a la fecha consiste en la transfusión de sangre de personas jóvenes a pacientes con Alzheimer, para probar si parte del daño cognitivo de los mismos se puede ver revertido.
Fue algo que Tony Wyss-Coray, investigador de la Escuela de Medicina de Stanford, en California, y quien encabeza la investigación actual con humanos, pudo demostrar en un experimento realizado con ratones de 18 meses de edad, cuyas funciones cognitivas y rendimiento físico mejoraron tras recibir inyecciones de plasma sanguíneo de roedores con tres meses de vida.
Sin embargo, a la fecha, la único que se sabe es que no hay certeza de nada. Ni de lo que será el primer fármaco, ni cuándo será una realidad.
Mucho menos los efectos que un medicamento para prolongar la vida tendrá en la salud. Tampoco el número de años máximo al que se podrá extender la longevidad humana.