Después de las elecciones… el Apocalipsis. La otra fecha a la que muchos le prestarán atención es el 21 de diciembre y su supuesto fin del mundo maya. A fin de cuentas, hay mucho dinero por hacer explotando el miedo que se tiene del supuesto fin de los tiempos.
El escritor Ignacio Padilla ha decidido explorar en “La Industria del Fin del Mundo” de dónde viene esa atracción casi irracional –pero permanente– sobre el fin de todo.
“En el caso de ‘La Industria del Fin del Mundo’ el tema de la escatología siempre me ha interesado. Vengo de una cultura culpigenocatólica, también tenochca, así que temas así siempre me han llamado la atención”, dice el autor en entrevista con Reporte Indigo.
“Estoy plenamente convencido, después de hacer una revisión del pensamiento apocalíptico, particularmente en el judeo-cristianismo y en el Islam, que las profecías apocalípticas no son estrictamente fechas cabalísticas en un futuro inmediato, sino que son un estado de ánimo de la humanidad”.
Entre más malestar exista, mayor necesidad de crear la idea de un apocalipsis futuro que lo cambie todo.
“Como la condición humana es de inquietud y desasosiego, pues se explica que en nuestra historia hayan prosperado tantas veces los planteamientos apocalípticos”.
El dinero del Fin
Cualquiera puede ver que hay mucho dinero. Solo hace falta voltear a ver a la gran pantalla. En la década de los 50 se hicieron cuatro películas apocalípticas. A partir de los 60 se han hecho 170, 54 de ellas en la década pasada.
“En realidad el negocio, la industria, es bastante visible en términos monetarios en la industria del entretenimiento (…) Son catarsis necesarias que le damos a algo que nadie sabe cuándo va a ocurrir, ni cómo va a ocurrir”, dice el autodenominado “Físico cuéntico”.
Padilla explica en su libro que el apocalipsis se mueve en un binomio rechazo-fruición ya que la idea del fin estimula la imaginación y la creatividad.
La escritura de este texto llevó a Padilla a visitar la isla griega de Patmos, el lugar donde el profeta Juan escribió el libro del apocalipsis. El viaje fue más que para buscar inspiración, para ritualizar el cierre de un viaje por la incertidumbre del fin.
“Todos en algún momento especulamos sobre aquello que nos resulta incierto”, razona Padilla, sintetizando una de las mejores líneas en su texto: “Pensar en un futuro horrible es a veces la forma natural de activar la mutación de un presente inaceptable”.
La suma de todas estas especulaciones está en este libro. Un ensayo que hay que leer, antes de que “se acabe el mundo”, una vez más.