La importancia de llamarse Julio Galán y el redescubrimiento de su arte LGBT+
Julio Galán, pintor coahuilense fallecido en 2006, llega al Museo Tamayo con Un conejo partido a la mitad, retrospectiva de su trabajo que reúne más de 80 piezas. Con esta muestra, el trabajo del artista adquiere nuevas lecturas por su temática LGBT+
Hidalgo NeiraPodía disfrazarse de Darth Vader, usar lentes oscuros y traje o embadurnarse de maquillaje para aparentar ser una persona afrodescendiente, Julio Galán, sin duda, disfrutaba de la teatralidad para escapar de sí mismo.
Mientras estudiaba arquitectura en la Universidad de Monterrey, en sus cuadernos dibujaba sin parar, construía su mundo para plasmar el presente terrenal; los ojos eran un constante boceto en su día a día.
Nacido en Muzquiz, Coahuila, el 5 de diciembre de 1958, Galán sabía que el arte era su medio de comunicación con el exterior y, conforme avanzó su carrera en el arte plástico, este lenguaje comenzó a mutar, a tomar otras formas, a ser más explícito, hasta lograr “desnudarse” a través de su pintura.
Lamentablemente falleció a los 48 años a causa de un derrame cerebral y su legado, de pronto, pareció esfumarse; sin embargo, con el paso de los años, su pintura y escultura fueron redescubiertas por galeristas y curadores nacionales, entre ellos Magalí Arriola, directora del Museo Tamayo, recinto que actualmente exhibe la retrospectiva Un conejo partido a la mitad.
La muestra cuenta con una vasta muestra del trabajo del artista coahuilense, quien es recordado por sus aportaciones a la plástica contemporánea; además, de que a través de su trabajo hacía catarsis de su diversidad sexual, ya que no era bien vista por la sociedad clasista del norte del país.
“Julio Galán fue más allá de estas preferencias sexuales, y te voy a aclarar que en una de las entrevistas que le hicieron en vida, le preguntaron, ¿eres homosexual? Y él respondió: ‘Soy sexual’, esa frase se me quedó tan profundamente marcada que realmente le doy un aplauso”, comenta Mara Sepúlveda, amiga cercana del pintor.
La muestra alberga más de 80 piezas originales de Galán, las cuales estarán en exhibición hasta el 4 de septiembre en el Museo Tamayo para, posteriormente, exhibirse en el Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey en 2023.
Galán actual
Tanto Sepúlveda como Llaguno concuerdan que, a 16 años de la muerte del artista plástico, su obra cobra más vigencia, por ello, que el Tamayo haya reunido sus pinturas, esculturas, fotografías y algunos objetos personales permitirá que más público logre conocerlo.
“Julio Galán fue un adelantado de su tiempo. Creo que se están rompiendo barreras, que Julio ya las había roto hace muchos años cuando tenía 18 años, ahora mucha gente hace lo mismo, están diciendo quiénes son, por eso se está hablando de él. A su pintura yo no le pondría nada de neomexicanísimo, que ya es muy aburrido, yo diría que él hacía un autoanálisis profundo”, argumenta la amiga del pintor.
Por su parte, el fotógrafo recuerda que, al morir Galán, hubo un silencio alrededor de la vida del pintor, pero ahora se le está dando reconocimiento y esto seguramente continuará a futuro, pues fue de los primeros artistas en hablar de su sexualidad en la plástica mexicana.
“Creo que el tiempo le va a empezar a dar su lugar a Julio. Ahorita está resurgiendo y creo que la exposición en el Tamayo le va a dar otro punto en la historia del arte contemporáneo en México (…) Julio fue el primer artista que sacó su sexualidad, a partir de los 90 eran más explícitos sus cuadros y fue muy aceptado en los grupos de coleccionistas, no se tocaba el tema, pero no se le cuestionaba, lo aceptaban”, refrenda Llaguno.
Intimidante, pero tímido
Galán fue en múltiples veces apodado en vida como el “Enfant terrible”, se rumora que llegaba a restaurantes y acababa con el lugar y hacía escándalo. Esto era parte de la vida nocturna de los años 80 en la Sultana del Norte, Llaguno sabía de estos mitos, pero cuando lo conoció por primera vez descubrió a un hombre que se ocultaba detrás de un personaje.
“La primera vez que llegué, él me recibió, era en un sótano en la casa de sus padres en San Pedro, donde él tenía su estudio y vivía solo, y estaba pintado de negrito, como de jamaiquino, caribeño; era muy divertido, se escondía detrás de sus personajes que se inventaba, era más libre a través de ellos”, argumenta el fotógrafo.
Mara Sepúlveda, que conoció a Galán desde su juventud, gracias a la cercanía que éste tenía con su padre, Guillermo Sepúlveda, mecenas y galerista regiomontano, describe que todavía falta más por descubrir de este coahuilense que falleció en 2006.
“Conviví muchísimo con él, y era un hombre sumamente inteligente y creo que nos falta profundizar que de esa inteligencia viene la ternura y la risa, Julio reía mucho, era un hombre agradecido y profundamente de fe (…) entendía las depresiones, además fue valiente, en los aspectos que nos da miedo mirar al espejo a muchos de nosotros”, revela la también psicóloga de profesión.
La desaparición de Julio Galán
En los últimos años de su vida, el artista plástico se refugió lejos de Monterrey, pero permaneció en el norte del país, se fue a vivir a Zacatecas, donde entabló amistad con Manuel Felguérez y continuó haciendo su trabajo, pero también dejó de hablarle a gran parte de sus conocidos, entre ellos Llaguno.
“Del 89 o 90 al 98 yo lo retraté y esa parte fue la más pública. A partir de este siglo y finales del otro, se escondió mucho, me dejó de hablar, no sé por qué, y creo que igual a muy poca gente le habló, para seguirlo retratando”, platica el retratista en videollamada.
La última sesión que Llaguno tuvo con Galán, fue en el consultorio de su dentista, antes de estas fotografías, el pintor había ganado el Premio MARCO por el cuadro Sácate una muela, en 1995; tanto la pintura como la reproducción de las imágenes de esa ocasión, están en la exposición del Tamayo.
Llaguno confiesa que Galán es el artista con el que más cercanía ha llegado a tener, pese a que ha fotografiado a otros grandes como Octavio Paz, Leonora Carrington, Juan Soriano, entre otros, con el pintor logró entre 8 y 10 sesiones fotográficas, de las que conserva más de 700 negativos.
“Tengo pensado en un futuro, tratar de hacer un libro de mi visión de Julio. Él se fue transformando, al principio de los 90 se cuidaba mucho, tenía hasta un entrenador para cuidar su físico, se peinaba, era muy bonito y se fue descuidando (…) él también me dejaba retratarlo, como detrás de cámaras, después de que acabábamos las sesiones, pero él siempre autorizaba al final cuales sí se publicaban”, dice.