La hora del cuerpo

Las 24 horas del día, los 7 días de la semana, nuestro organismo está sujeto a un tiempo que nada tiene que ver con el que marca el reloj que llevamos puesto en la muñeca (o celular).

Día y noche, nuestros procesos fisiológicos son controlados por ciclos biológicos de 24 horas llamados “ritmos circadianos”, sincronizados en respuesta a diversos estímulos medioambientales, siendo la luz el principal. 

Eugenia Rodríguez Eugenia Rodríguez Publicado el
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"Todas las funciones de nuestro organismo se llevan a cabo en horas específicas del día y esto es lo que nos permite funcionar adecuadamente”
Raúl AguilarUNAM

Las 24 horas del día, los 7 días de la semana, nuestro organismo está sujeto a un tiempo que nada tiene que ver con el que marca el reloj que llevamos puesto en la muñeca (o celular).

Día y noche, nuestros procesos fisiológicos son controlados por ciclos biológicos de 24 horas llamados “ritmos circadianos”, sincronizados en respuesta a diversos estímulos medioambientales, siendo la luz el principal. 

El sueño, la temperatura corporal y la secreción de hormonas se ven influenciados por los ritmos circadianos, que son regulados por relojes biológicos ubicados en el cerebro.

Y es que “nuestro cuerpo (…) es como una fábrica muy especializada, que hace ciertas cosas a una hora; fabrica algunos productos a una hora, luego los empaca, los embala y los envía a distribuir (…), en una forma muy ordenada”, dice Raúl Aguilar, Doctor en Investigación Biomédica Básica por la UNAM, en entrevista para Reporte Indigo. 

El hecho de que nos dormimos en la noche y nos despertamos por la mañana del día siguiente responde a la influencia de los ritmos circadianos en el cuerpo. 

“Todo tiene que ver con la secreción de diferentes hormonas que hasta cierto punto controlan nuestra conducta”, dice el también investigador titular del Departamento de Neurociencias del Instituto de Fisiología Celular de la UNAM.

El especialista explica que en la madrugada, nuestro organismo comienza a secretar la hormona de cortisol, que moviliza los depósitos de energía del organismo, para que, al despertar, “podamos tener a nuestra disposición la suficiente energía para levantarnos, alertarnos y empezar a realizar nuestras actividades cotidianas”. 

En la noche, cuando apagamos la luz, dice Aguilar, la hormona que se libera es la de melatonina, “que es un potente inductor del sueño”.

En la noche, se disminuye de forma importante la presión arterial, para elevarse abruptamente por la mañana, que es cuando incluso somos más susceptibles a sufrir de un infarto de miocardio o un accidente cerebrovascular. 

Hasta en procesos fisiológicos complejos como el parto humano se ven implicados los ritmos circadianos; es después de la medianoche cuando el proceso de parto en las mujeres suele iniciar, culminando con el nacimiento a horas tempranas de la mañana. 

En síntesis: “todas las funciones de nuestro organismo se llevan a cabo en horas específicas del día y esto es lo que nos permite funcionar adecuadamente”, apunta el especialista.

Contra reloj biológico 

El reloj al que deberíamos prestar atención, es precisamente aquel que reside en nuestro cuerpo, el biológico.

Pero alinear una agenda marcada por un ritmo de vida propio de las sociedades urbanas a los tiempos precisos que dicta el reloj del cuerpo constituye todo un reto. 

Aún así, es necesario considerar lo que décadas de investigación científica han demostrado sobre las consecuencias en la salud física y mental que traen consigo los desajustes en los ritmos circadianos.

Vivir en contra del reloj biológico está asociado a padecimientos que van desde enfermedades gástricas, asma y obesidad, hasta cáncer, trastornos del aprendizaje y del estado de ánimo, como la depresión.

Recientemente también se ha demostrado que la enfermedad de Alzheimer “tiene un importante desajuste en los ritmos circadianos”. 

Y es que si “no se realizan todas las funciones que se tienen que coordinar en el tiempo para llevar a cabo nuestras actividades mentales”, el cerebro “no es capaz de funcionar de forma óptima; desde tener olvidos frecuentes, a tener problemas de percepción de ambiente”, señala el experto. 

A esto se suma el hecho de que los seres humanos tenemos distintas manifestaciones de los ritmos biológicos; no todas las personas comparten el mismo reloj biológico.

Hay quienes operan bajo el cronotipo matutino –los coloquialmente llamados “alondras”–, que tienden a dormirse y a levantarse temprano, además de ser más productivos a horas tempranas del día; y el cronotipo vespertino –los “búhos”–, que cierran y comienzan el día en un horario más tarde, con mejor “funcionamiento” en la noche.  

Al día de hoy, ciertas profesiones hacen difícil, sino es que imposible, adaptar los horario de trabajo de acuerdo al cronotipo de cada persona. 

El problema surge cuando existe un desajuste constante entre los relojes biológicos de las personas y las exigencias de su puesto de trabajo o del entorno educativo, con el que experimentan cambios regulares y semanales en el ritmo de sueño.

Un fenómeno que el profesor de la Universidad de Munich, Till Roenneberg, ha acuñado como “jetlag social” (o “social jetlag”, en inglés) y que reportó en un estudio epidemiológico a gran escala, publicado este año en el journal Current Biology.

A decir de Roenneberg, los trabajadores de turno son los “miembros de la sociedad que sufren la forma más extrema del ‘jetlag social’, que es uno de los factores que contribuyen a la epidemia de sobrepeso y obesidad”. 

El desajuste de los ritmos circadianos trae consigo alteraciones en los hábitos alimenticios, comiendo a deshoras, por ejemplo, en proporciones desbalanceadas. 

A su vez, esto provoca obesidad, un factor que predispone a la diabetes que, a decir de Aguilar, es una de las principales epidemias que afectan a los mexicanos en la actualidad.

Todo esto es solo un preámbulo a lo que conduce el llevar un ritmo de vida que rivaliza con nuestros relojes internos, que suelen pasar desapercibidos, opacados por la hora que marca el tiempo del exterior. 

Lo que sucede, expresa Aguilar, es que en realidad “nunca le dimos importancia al orden temporal de nuestras actividades y funciones, porque en realidad nadie se muere, salvo a muy largo plazo, por estos desajustes de los ritmos circadianos, pero lo que sí nos puede pasar es que seamos muy infelices”.

En manos del reloj biológico

— Entre 10:00 y 12:00hrs
La memoria a corto plazo es mejor

— Entre 12:00 y 16:00hrs
La mayoría de las personas se distraen fácilmente

— Entre 14:00 y 18:00hrs
La fuerza muscular se eleva y entre estas horas los pulmones aumentan su eficiencia en casi un 20 por ciento

— Entre 15:00 y 16:00hrs
Tenemos un mejor rendimiento físico y un menor riesgo de lesiones

— Durante la noche
La coordinación oculomotora tiene una mejora importante a la llegada de la noche

‘Jetlag social’
El estudio completo de Roenneberg

Los cronotipos
Su importancia, según Roenneberg

La hora del cuerpo
La ‘biblia’ del reloj biológico

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