La historia del asesino de mujeres de Tacuba que fue ovacionado en la Cámara de Diputados

Gregorio Cárdenas pasó de ser un peligroso criminal a un ejemplo de rehabilitación social para las autoridades, quienes lo indultaron por sus crímenes y le dieron la oportunidad de convertirse en uno de los personajes más célebres del siglo XX
Indigo Staff Indigo Staff Publicado el
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Sin lugar a dudas la historia no oficial de México se construye a base a identidades, personajes y anécdotas que muchas veces es difícil corroborar y las cuales parecieran salidas de alguna película de ciencia ficción.

La siguiente historia emula a una que otra película, pareciera, también, un cuento, una utopía o un desvarío intelectual, sin embargo, está apegada a la realidad y versa sobre un asesino serial que asesinó a cuatro mujeres en la Ciudad de México, estuvo preso, pero salía de vez en cuando de Lecumberri, obtuvo el indulto presidencial y fue ovacionado de pie en la Cámara de Diputados.

Gregorio Cárdenas, conocido en el bajo mundo como “El Goyo” o “El estrangulador de Tacuba”, cobró relevancia en la década de los cuarentas por los terribles crímenes que cometió cuando sólo tenía 26 años y, dicho sea de paso, poseía un próspero y brillante coeficiente intelectual.

Goyo nació en Veracruz, hijo de un padre que sufrió de intensas jaquecas hasta los 31 años y de una madre dominante que lo reprimió hasta que se convirtió en un adolescente, sin embargo, sus problemas familiares nunca fueron un impedimento para que se convirtiera en un gran estudiante e, inclusive, Petróleos Mexicanos (Pemex) le otorgara una beca para que estudiara Ciencias Químicas.

Cuando Gregorio tenía 26 años y vivía en la popular colonia Tacuba, en la calle Mar del Norte número 20, cometió su primer asesinato…. No se sabe, a ciencia cierta, el orden de sus crímenes, pero entre ellos se encuentran el asesinato de una estudiante de bachillerato llamada Graciela Sifuentes, a quien frecuentaba constantemente y quien un día apareció enterrada en el jardín de su casa.

Goyo mató en los años cuarentas a por lo menos cuatro mujeres, prostitutas la mayoría, a las que estrangulaba con cintas o medias hasta arrancarles el último suspiro.

Cuando él mismo confesó sus crímenes, las autoridades judiciales del entonces Distrito Federal no tuvieron piedad y lo encarcelaron en el antiguo Palacio de Lecumberri el 13 de septiembre de 1942, para que purgara una condena de 34 años en el pabellón de enfermos mentales, lugar en donde comenzó otra historia digna de contarse…

LECUMBERRI, SALIDAS, POESÍA, PINTURA Y ESTUDIOS DE DERECHO

Al llegar a Lecumberri, Gregorio Cárdenas hizo uso de su demencia para lograr que los doctores del lugar lo transfirieran al Hospital Psiquiátrico de La Castañeda, en donde pasó dos largos años en los que hizo y deshizo a cambio de prestarse para algunos experimentos que incluían poderosos electroshocks.

Cuando llegó al hospital se hizo amigo del doctor Alfonso Quiroz Cuarón, quien interesado en su caso experimentó con él a cambio de su silencio y una que otra salida secreta al cine, parque o algún bar cercano. Lo anterior quedó registrado en un libro que el propio galeno escribió titulado El estrangulador de mujeres.

Durante su estancia en La Castañeda, todavía adolescente, Goyo tuvo fama de Don Juan con las enfermeras, salía al cine con algunas de ellas, también a conferencias y charlas en torno a la psiquiatría y, por si fuera poco, se dio el tiempo de irse de vacaciones a Oaxaca, hecho que le costó su retorno inmediato a Lecumberri.

Ya en el Palacio Negro, Gregorio le agarró gusto al estudio y en la biblioteca empezó a consumir sendos volúmenes de derecho, leyes, justicia penal y demás, que con el tiempo le permitieron comenzar a trabajar al interior de la cárcel llevando casos de sus compañeros de celdas, a algunos de los cuales liberó.

Su empleo también le permitió mantener a su segunda esposa, Gerarda Valdés de Cárdenas, con quien contrajo nupcias estando en prisión, y a los cinco hijos que procreó con ella a quienes dejó una casa de 241 metros cuadrados en la colonia Revolución.

Además de la abogacía, Gregorio Cárdenas se dedicó a la pintura y la escritura en Lecumberri. Sus cuadros se expusieron, y vendieron, en varias galerías del entonces Distrito Federal, en el Hotel Camino Real y hasta en el Palacio de los Deportes.

Entre los libros que publicó destacan Celda 16, Pabellón de los locos, Adiós, Lecumberri, Campo de concentración y Una mente turbulenta.

Tras ser indultado por sus delitos por el presidente Luis Echeverria, el 8 de septiembre de 1976, Goyo volvió a pisar la calle ya como una celebridad y ejemplo para las autoridades de reinserción social.

Tras 34 años de reclusión, Cárdenas optó por seguir con su carrera en leyes y estudió formalmente Derecho en la Escuela Nacional de Estudios Profesionales (ENEP) Aragón, perteneciente a la Universidad Nacional Autónoma de México.

Goyo, el estrangulador de mujeres de Tacuba, murió en Los Ángeles California el 2 de agosto de 1999, pasando a la historia como toda una celebridad de la otra historia de México, aquella que no se cuenta en los libros de texto ni en las monografías escolares.

SU ENFERMEDAD

Según una versión, que circuló ampliamente en los diarios de aquella época, a Gregorio le gustaba vestirse de mujer en una especie de vida velada para los demás, por lo que, según su madre, psiquiatras de la época le diagnosticaron mal romboidal y epilepsia crepuscular.

Aunado a lo anterior, el doctor que lo dejaba salir de La Castañeda, Alfonso Quiroz Cuarón, calificó su personalidad como neurótica evolutiva con tendencias homosexuales, narcisismo y erotismo sádico con rumbo esquizo-paranoide.

Para el doctor Gonzalo Lafora, reconocido neurólogo y psiquiatra español, descubridor de la enfermedad que lleva su nombre, “El Goyo” probablemente heredó sus males de su padre, quien sufrió de dolores de cabeza intensos prácticamente toda su vida y de su abuela, quien tenía una personalidad explosiva.

Para el doctor español, el asesino serial manifestó desde los 11 años de edad, tendencias narcisistas sin tendencia a la pederastia, ni incestuosa, por lo que en cada joven que conocía, Gregorio buscaba sacar su líbido. A los 18 años ya era un experto consumado en relaciones sexuales, mismas que mantenía con prostitutas y que lo llevó a contagiarse de más de una enfermedad venera.

EL PERDÓN Y LOS APLAUSOS POR SU REHABILITACIÓN

Tras 34 largos años, en los cuales ejerció el derecho como profesión, escribió libros y se dedicó al arte, vendiendo sus obras para mantener a su familia, Gregorio fue indultado el 8 de septiembre de 1976 tras varios pedidos de su familia, por el presidente Luis Echeverría, en un hecho inusual aún en nuestros días.

Tras volver a caminar en las calles del Distrito Federal, Goyo recibió una invitación para presentarse ante el pleno de la Cámara de Diputados en donde debido a su conducta intachable en prisión, su ejemplo para la sociedad (sobre su vida se realizó una radionovela con altos niveles de audiencia) y sus estudios en prisión fue aplaudido a rabiar y de pie por los legisladores quienes vieron en el caso un ejemplo del funcionamiento del sistema correccional.

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