“La hija de todas las rabias”: Un viaje cinematográfico a través de las heridas del consumo desmedido

Laura Baumeister, directora de La hija de todas las rabias, explora la conexión entre basureros y sociedad, revelando las grietas del sistema económico. La película aborda temas de valentía, amor y la compleja relación madre-hija, destacando la importancia de la sanación
Karina Corona Karina Corona Publicado el
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Para Laura Baumeister, los basureros son más que simples depósitos de desechos; son heridas abiertas que supuran y se pudren minuto a minuto, creciendo ante la mirada evasiva de una sociedad que prefiere no enfrentar la realidad de su propio consumo desmedido.

Es en este paisaje en el que Laura se inspiró para dar vida a su ópera prima, La hija de todas las rabias. Al adentrarse en la creación de esta obra, la directora nicaragüense exploró la conexión intrínseca entre los basureros y la sociedad.

Reflexionando sobre la inevitabilidad de generar desechos, a menos que todo sea 100 por ciento biodegradable, la directora destaca la desigualdad inherente, en la que solo una élite mínima tiene acceso a productos sostenibles.

Para Baumeister, este fenómeno no se limita a la acumulación de desperdicios; es una herida profunda que revela las grietas de un sistema económico.

“Esa cinta es un granito de arena en una playa enorme de todas las acciones que faltan por hacer, tanto a nivel social, como por el planeta”
Laura BaumeisterDirectora

“Digamos que a nivel metafórico, los basureros son una herida de todo un sistema, desde lo económico hasta lo más lucrativo, como se ve en la película, porque son gente que sobrevive alrededor de eso a escala minoritaria, pero también a nivel industrial, es un mercado de importación y exportación hacia Estados Unidos y China, países que son los máximos exportadores de basura del mundo.

“Por ejemplo, Nicaragua no recicla hierro; exporta millones de dólares en hierro a Guatemala porque ahí está la fundidora. Entonces, es todo este mercado negro que está ahí operando”, cuenta Laura a Reporte Índigo.

La herida desde la visión de una niña

El hogar de María, una niña de 11 años, se transforma en el epicentro del mayor vertedero de Nicaragua, compartiendo ese espacio con su madre. Sin embargo, cuando la situación económica se complica, María se ve abandonada en una fábrica de reciclaje.

Desprovista de la presencia materna, María toma la decisión de forjar su propio destino, aunque conserva la esperanza de reunirse con su madre nuevamente. A través de La hija de todas las rabias, Laura Baumeister da vida a una obra que explora la valentía, la incertidumbre y el amor.

“Hablábamos mucho de que las cicatrices son bellas, porque las cicatrices son el paso del tiempo, son por lo que ha atravesado tu cuerpo y que si las vemos sin el prejuicio del canon estético pueden ser muy bellas, en el sentido espiritual, sanador, de ver la sombra, así la piel se vuelve un lienzo.

“No es posible habitar la luz sin antes haber transitado la sombra, entonces para mí el basurero no es solo fealdad u oscuridad, porque está su gente y esta niña, que no pidió estar aquí, pero que día con día se las ingenia para sobrevivir”, explica la directora.

El filme se estrenó el 17 de noviembre en Cineteca Nacional. Cuenta con las actuaciones de Virginia Sevilla, Carlos Gutiérrez, Ara Alejandra Medal y Noé Hernández

La relación entre madre e hija

Baumeister comparte su satisfacción con el retrato de la relación madre e hija en la película, una conexión que desde el principio se basaba en una experiencia personal entrelazada con la historia de su país y con el abandono.

La directora buscó explorar los extremos; la ternura y la violencia debían coexistir en este vínculo, y al reflexionar sobre estas relaciones de opuestos, como el amor y el odio, descubrió que los polos estaban más cercanos de lo que imaginaba.

“Entre más pensaba en la relación de opuestos, me daba cuenta de lo cerca que estaban. A partir de ahí, dibujamos este vínculo donde el ‘te quiero’ es la ternura, ‘te abrazo, pero si estamos muy cerca, de pronto, te puedo morder’, ahí es donde entra un poco la violencia. Las actrices pudieron representar excelente esa idea que tenían, linda, pero sutil a la vez”, añade la directora.

De esta manera, el abandono se revela como uno de los actos menos comprendidos, aunque, al final, para la directora, representa el epítome del amor puro. En esta perspectiva, la madre buscaba un futuro diferente para su hija.

Durante el proceso inmersivo de creación, la directora destaca la participación de todos, generando una conexión profunda y emotiva. La improvisación, facilitada por la espontaneidad de los niños, contribuyó a crear momentos emocionantes y genuinos.

La película se presenta como un espacio en el que el cuerpo está en juego, palpable en cada escena, desde el viento hasta el polvo. Se reconoce la importancia de permitir que el cuerpo, especialmente el de las actrices, se detenga y respire, observando detenidamente ciertos elementos.

La narrativa busca no solo contar la historia, sino también explorar la sanación, enfrentando las adversidades y reconociendo que, aunque pueda dejar cicatrices, hay una posibilidad de curación.

“Esta cinta está súper atravesada por el cuerpo, y el cuerpo también tenía que parar. Por lo que para mí era importante sumar a este relato una posible sanación de una operación a corazón abierto y que va a dejar más cicatriz”, detalla.

Un mundo animal

Un aspecto destacado de la película es la presencia de la mutación, evidenciada a través de varios momentos en los que el personaje materno se transforma en un gato. Esta representación, además de reflejar la perspectiva de la hija, forma parte de la concepción de la directora de que, al final del día, el ser humano también es un animal.

“Desde temprana edad, desarrollé una fascinación por el mundo animal, quizás como refugio ante la hostilidad de la guerra civil que marcó mi infancia. Creciendo en un entorno semi rural, los animales y las plantas fueron mi santuario”, añade.

“Me da mucha rabia la falta de diálogo entre las diferencias, el monocultivo y la falta de empatía”
Laura BaumeisterDirectora

La elección de explorar un basurero como tema cinematográfico no es casualidad. Refleja el dolor que la directora siente por la huella que la especie humana está dejando en el mundo y en los animales. Critica la visión separatista que cataloga a los animales como bestias, reconociendo que hay mucho más que aprender de ellos y que la colectividad es fundamental.

“Elegir un basurero, al final, es mi manera de comunicar lo que me duele. Se convierte en un llamado a reconectar con nuestra esencia animal, recordando que somos parte de la manada”, concluye Laura Baumeister.

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