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Ante la inminencia de la ceremonia de entrega del Ariel, la presidenta de la Academia Mexicana de Cinematografía, Blanca Guerra, hace honor a su apellido y lucha para lograr la difusión del evento y la transformación de fondo del cine nacional.
“Hay que difundir y potenciar el Ariel (…) porque la comunidad lo tiene apreciadísimo, pues si lo ganan se sienten muy halagados, y si no se entristecen, incluso hay quienes se quedan con un resentimiento brutal, eso quiere decir que lo aprecian”, dice la actriz.
Hablar de cine en México, especialmente con sus creadores, es abrir profundas heridas que sangran a la menor provocación.
Este año, cuando el próximo 27 de mayo el Palacio de Bellas Artes será sede de la 56 entrega del premio más importante del cine nacional, el Ariel, se aborda el tema con la actriz.
La propia dinámica de la ceremonia, tradicionalmente ajena al conocimiento del público, ha sido un mudo testigo de la falta de acercamiento entre su público natural y la producción cinematográfica mexicana. Y a diferencia del Oscar, promovido con una tormenta mediática, el Ariel se yergue, solitario y silencioso, en un mundo propio que aún sigue aspirando al vuelo.
El Ariel ha orientado la producción de un cine representativo del espíritu, comprometido y libertador, que se alce por encima de las mezquindades de la hoy glamorosa “industria”.
Blanca Guerra,
como su apellido
Blanca Guerra es tan bella en persona como se ve en la pantalla, aunque mucho más menuda, pero potente, al mismo tiempo.
Sus grandes ojos oscuros brillan con una intensidad que encuentra reflejo exacto en el tono y ritmo de sus palabras: rápidas, congruentes, siempre orientadas al punto central de sus ideas.
El pasado martes 8 de abril llegamos alrededor de las 10 de la mañana a las oficinas de la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas, ubicadas en el tercer piso de un viejo edificio de la avenida División del Norte de la colonia Portales, en la Delegación Benito Juárez.
Previamente fuimos recibidos en el aeropuerto con la calidez extraordinaria de la coordinadora de prensa, Yotzmit Ramírez, quien nos organizó una agenda intensa que iba a ser agotada en el transcurso de esa misma mañana.
Si bien las vetustas instalaciones de la AMACC inspiran reminiscencias de otras épocas, la decisión y voluntad de cambio que mueve a su actual presidenta, Blanca Guerra, anuncia no sólo una mudanza de sede, sino especialmente de actitudes, sistemas, estrategias y propósitos, por parte de quien coordina a la comunidad cinematográfica del país.
Blanca, cuya relación con la Academia empezó con la película “Perro callejero”, acumula en su haber 4 premios Ariel como Mejor Actriz, dos de ellos Exequo o compartido, con María Rojo y Norma Herrera en 1980 y 1987, respectivamente, además de dos como Actriz de Reparto.
“El Ariel es el premio más importante de la cinematografía mexicana, el de mayor prestigio, y yo soy miembro de la Academia desde hace 10 años, cuando me invitaron en 2003. Para mí es importante presidir el comité coordinador porque tengo experiencia en el manejo interno de su movimiento, de sus objetivos, derechos y obligaciones, de lo que mandan nuestros estatutos”…
Para su gestión de dos años, Blanca se ha trazado tres objetivos muy claros: “La promoción y difusión de lo que hace la Academia, que llevará a un mejor posicionamiento y repercutirá en la promoción y difusión de nuestra cinematografía que lo necesita tanto, (…) que la gente se entere…”.
Pero aparte hay una serie de rubros en los estatutos, que ella planea activar: la investigación, la restauración de material para la memoria de la cinematografía mexicana, (vía la filmoteca de la UNAM, la Cineteca o todas las instancias que están obligadas a hacerlo), y la defensa y desarrollo de la cinematografía nacional.
Para esto buscará patrocinios privados y oficiales.
Blanca se muestra esperanzada en crear una consciencia de fidelidad al cine nacional y que se consuma por su propio mercado natural, que además, puntualiza, es una de las taquillas más importantes en el mundo, especialmente incrementada el año pasado gracias al éxito taquillero de cuatro películas cuando menos, que en sus palabras “atrajeron muchísima gente a las taquillas”.
“Eso no quiere decir que tengamos que hacer ese tipo de cine, por supuesto que no, lo que quiero es que estas tenga éxito y las otras también… las películas con mayor ambición en temas que tienen que ver con los conflictos graves del país, no necesariamente de narcotráfico o violencia, pero que sí tengan una verdadera libertad para manifestarse”.
¿Qué hay en el cine?
De entre todas las posibilidades, la principal estrategia para la presidenta de la AMACC es la difusión, “que las cadenas de cine privadas Cinemex y Cinépolis se ocupen también de lo que pasa con las nominaciones del Ariel, que exhiban las películas nominadas, las premiadas”.
Y ella insiste en dar la lucha, “porque es obligación del Estado apoyar, promover y difundir la cultura, obviamente la cinematografía en este caso, pero no puede ser a fondo perdido, porque tienen obligación como sociedad, autoridades y medios de comunicación, de generar las condiciones óptimas para que realmente se recuperen las inversiones en cultura…”
De las televisoras el cine mexicano recibe poco apoyo: “Yo me acabo de acercar a Televisa para pedirles que difundan la ceremonia del Ariel, y me mandaron a un canal de televisión pagada que nadie ve, y además yo tenía que pagar todo lo de la gente que trabaja para llevarlo a cabo… uno dice, muchas gracias, pero no tengo los recursos para pagar… te estoy ofreciendo que tú comercialices nuestra ceremonia y que tú ganes dinero con ello y nos pases un porcentaje…”.
“Este año para el Ariel se inscribieron 130 películas en todos los formatos. Respecto a otros años, esta cantidad se ha disparado… yo tengo 10 años en la Academia y a mí me tocaron 11 o nueve películas… y en 10 años hay que ver dónde estamos gracias a los incentivos del Estado para producir cine, eso hay que valorarlo, pero no puede ser a fondo perdido ya, tiene que ser consumida esa oferta y darle las posibilidades a la gente para que la pueda consumir, que la pueda conocer.
Y es que, “por ejemplo, cuando presentamos las nominaciones se hicieron invitaciones a todo el mundo, a todos los académicos… pero no vino nadie… solo los medios, y bueno, era para promovernos en los medios, pero si no se tiene esa inquietud…”.
Actualmente se está discutiendo la ley de cine mexicano, para actualizarla y buscar mecanismos de mejorar el consumo, que sea aceptado por la Cámara de Senadores y Diputados, que se apruebe y se publique en el diario oficial, además de que se respete”.
Dolores Heredia
Vitaminas para los perezosos
Dolores Heredia, nominada al premio Ariel como Mejor Actriz por “Huérfanos”, cinta de la realizadora Guita Schyfter sobre Melchor Ocampo, también es parte del comité de la Academia que este año impulsa al premio más importante del cine mexicano.
“Es un momento curioso para que esta película se estrene, porque puede dar un contrapunto al hacernos voltear a nuestra historia, …aunque tendemos a rechazar un poco todo lo que huela a historia… en México somos perezosos para abrirnos, para pensar, para reflexionar, el país que tenemos es el resultado de lo que nosotros estamos haciendo con él… hay pereza para todo, hay una enorme, enorme pereza… y… yo no sé,… habría que repartir vitaminas”, señala mientras ríe de su propia idea, esta mujer de finos rasgos mexicanos, que en persona luce más etérea que como suele apreciársele en el cine.
A Dolores le preocupa lograr el cambio en el país, aunque presupone que, “no podemos responsabilizar a un solo sector, -en este caso sería el cine-, sino que tenemos que cambiar todo: el teatro, la educación, todos los ámbitos: el país tiene que cambiar completito…”.
Respecto a las posibilidades de éxito taquillero para la película que protagoniza, un retrato intimista del prócer Melchor Ocampo, cree que posiblemente, “habrá que esperar un poco más a que lleguen los millones de espectadores a que les cuenten su historia, su origen, cómo se hizo su país, cómo se escribieron sus leyes, pero no creo que debemos pretender competir, hay películas para todo público y entre más púbico abarques el mensaje es más corto”.
Nominada por tercer vez al Ariel, la última vez hace 14 años (Santitos, 2000), desde el 2000 a la fecha he hecho más de 25 películas y, sin embargo: “Nunca he ganado un Ariel, pero ahora que acepté ser parte de la Academia fue porque creo que el Ariel es, más que un premio, un volverte parte de…”.
Sobre la participación de los jóvenes en el cine, dice: “Todo lo que se está premiando ahora, lo que está concursando para los Arieles, gran parte son óperas primas, y es algo maravilloso… aunque lo cierto es que en este país, cuando un joven estrena su ópera prima, luego batalla mucho para hacer su segunda película, y entonces resulta que cuando por fin lo logra ya no es un joven”.
El director Felipe Cazals filmó a mediados de los 70 tres de las películas más trascendentes del cine mexicano: Canoa, El Apando y Las Poquianchis.
Al abordar la realidad del cine mexicano actual, dice:
“Que el Congreso escuche y no tome decisiones con la cultura y, en particular con la cinematografía, de acuerdo a opiniones vagas o a recetas o a comprobaciones comparativas, sino que escuche a quien conoce de la materia, y que exponga y que entienda lo que es verdaderamente un fomento. El cine nacional es como las camas del seguro social o como los libros de texto… en un país de 110 millones de habitantes, así es el cine nacional mexicano”.
Cazals entregará este año los premios de reconocimiento a los actores durante la ceremonia del Ariel, y se dijo convencido de la oportunidad de entregar el Ariel de Oro a su colega el director Arturo Ripstein, y al actor Ernesto Gómez Cruz.
“Esos dos Arieles de Oro son más que merecidos… es un excelente cineasta quien lo recibe, y uno de los actores emblemáticos de los últimos 40 años”.
Respecto a los homenajes, que este año será dedicado a María Félix, Cazals dice: “La figura de María Félix es la de un mito, y la Academia se engalana este año con su homenaje, pero además, también son los 100 años de José Revueltas, autor de más de 40 guiones del cine nacional, entre ellos, “En la palma de tu mano”, “Rosauro Castro” con Pedro Armendáriz, “La diosa arrodillada”, con María Félix”.
Y rememorando sobre el conjunto de su obra fílmica, señala: “Los que comenzamos a trabajar a finales de los años 60 y principios de los 70, le dimos la vuelta a la página en la historia del cine mexicano. Está mal que lo diga yo, pero es la verdad… las comedietas, y las historias rancheras y los melodramas desaparecieron de la noche a la mañana, nuestro lenguaje era otro, nuestro cine era un testimonio del México que nos tocaba vivir”.
Respecto a los creadores actuales Cazals considera que “no tienen ninguna obligación con nadie, y sus obras tampoco… tienen la obligación de hacer obras honestas y sinceras, pero la temática y el género que abordan es responsabilidad de los autores, en este caso de los cineastas, si la fortuna los acompaña con el agrado del público, pues qué bueno, pero el asunto es que con el paso de los años hay dos clases de películas: las que se quedan y las que se olvidan”.
Respecto a la idea de acercar la premiación del Ariel al público, el maestro Cazals señala que se trata, obviamente, de una distinción de las más representativas de este país.
“Tan significativa como las del Goya o el propio Oscar, lo que sucede en México es que la esencia misma de esta premiación es reflejo directo de los miembros académicos que disciernen este premio… y yo fui parte de ellos… ellos no discuten, no son un jurado, no hablan de lo que no les gusta, sino que ponen en valor las virtudes -en cada categoría- de las películas que recomiendan para su premiación, y esto es un ejercicio que no necesariamente tiene que ser compartido con el espectador normal, que va y se sienta y ve una película y dice me gustó o no me gustó (…)”.
Damián Alcázar
¿Cines Monopólicos?
El actor más premiado y más nominado al Ariel en México, Damián Alcázar, manifiesta que admira y respeto a sus compañeros que se dan el tiempo para echar a andar esta necesaria reunión de especialistas en el cine y hacer la entrega de Arieles, “porque en ese sentido, es la fiesta más importante del cine mexicano”.
Para Damián, el valor del Ariel “es el que le damos nosotros, pero en esta nueva Academia, con la dirección de Blanca, se pretende hacerlo más popular, encontrar más respaldo en el público mexicano, finalmente eso es lo que queremos para el cine mexicano, para sus películas”.
En la Academia, “lo que tenemos como meta es que el público vea nuestro cine… porque por más intentos, por más respaldo, por más trabajo, por más talento y por más pasión, el público mexicano no tiene la menor idea de qué es el cine mexicano porque no hay pantallas dónde verlo”.
Y continúa: “¿De qué sirve que inviertan si no lo van a recuperar?, y es muy sencillo: el mercado, sí es cierto, es libre, pero en el sujeto de compra venta no en la cultura que no es sujeto de compra-venta”.
Alcazar apoya la idea de una tercera cadena de cines con patrocinio federal a lo largo y ancho de México para difundir el cine nacional.
Eso revocaría el hecho de que en el país las concesiones de cine “se le den solamente a dos familias o a tres: tendría que haber mucha más amplitud, un abanico enorme de posibilidades, porque sólo así vamos a poder sostener la industria, porque… ¿talento?, el talento no tiene ni regiones ni fronteras, hay talento desde Alaska hasta la tierra del fuego, lo que pasa es que no se puede ver ese talento, porque no hay vitrina para verlo, nadie lo compra, porque ¿dónde?… el público mexicano amante del cine, tiene que buscarlo en la piratería… o esperarse a ver si alguien compró los derechos y dentro de unos tres años pasan “El violín”, “La canción del pulque”, la que quieras… por la televisión, porque si no, no lo conocen.. y es una desgracia… “
Damián arremeten contra los distribuidores norteamericanos, que convencen a los dueños de los cines “abortan esa maravillosa idea: el peso en taquilla, que no van a pegar ellos, porque además ellos le pueden subir al cine cuando quieran y nadie los frena… pero, ¿cuál es su objetivo? que no se produzca cine mexicano, porque los distribuidores de Hollywood lo que quieren es que se venda su producto… ¡por favor!…”
Y concluye, “actualmente algunos en el cine mexicano están encontrando la mejor manera de hacer negocio con el cine, y qué bueno que exista, pero por otro lado, el área del arte cinematográfico, el arte de narrar historias que tengan que ver con la problemática de nuestro tiempo, de nuestra realidad, de nuestra gente, a ese se le tiene que dar muchísimo respaldo, que no solo lo tenga el negocio… hay que saber la diferencia”.