Una tumba con lápida es un lugar donde caben los duelos, los ritos y la memoria. Pero cuando un ser querido desaparece, esa tumba se convierte en un abismo sin fondo, en un espacio en el que los días se convierten en fechas y marcas, en caminos que solo se miran desde el ahora al entonces. Condena a parar la vida, pero también a vivir en la incertidumbre constante.
Ese dolor, de cavar en la herida, pero siempre nombrando los hechos son las palabras con las cuales la escritora Mercedes Alvarado presenta en su libro Nombres propios (Elefanta Editorial), una colección de poesía que se acerca al duelo inconcluso y la dura realidad de las víctimas vivas de la violencia que azota el país.
Este poemario sumerge en el exilio emocional que suponen las desapariciones y en los efectos que tienen en la vida cotidiana de una sociedad superada por la violencia. En un país que de acuerdo con cifras del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas de la Secretaría de Gobernación, en lo que va de la actual administración se han registrado 43 mil 635 personas desaparecidas y no localizadas.
“Me importa mucho que reconozcamos este duelo, México tiene ya muy normalizada la violencia que estamos viviendo, desde hace más de una década y en la medida en la que lo vamos normalizando, eso hace también que vayamos menospreciando nuestros procesos de duelo.
“El libro es, de alguna manera, una invitación a hacer esa pausa y reconocer que estamos viviendo duelos colectivos que nos atraviesan a todas y a todos en este país y que además necesitamos nombrarlos en voz alta, necesitamos reconocerlo y vivirlo” expresa Alvarado a Reporte Índigo.
Nombres propios recopila poemas que Alvarado escribió desde hace una década en el que confronta con una realidad que a menudo se preferiría ignorar: mirar de frente la tragedia de las y los desaparecidos en México y cuestionar la normalización de este horror.
“Siempre estamos nombrando a nuestros desaparecidos y desaparecidas, a las víctimas muertas o desaparecidas, pero no nombramos de manera suficiente a las víctimas vivas, a ‘las víctimas indirectas’. Quise escribirlo desde la primera persona y decir ‘este duelo mío, es el duelo de todos, detengámonos a mirarlo y en esa medida podremos a partir del reconocimiento empezar a encontrar otras formas de encararlo’”, apunta.
“Se puede vivir con un hijo muerto, contar los días como fechas y marcas: caminos que se miran sólo del ahora al entonces…. A un hijo muerto se le llora, pero a uno desaparecido se le busca incesantemente, sin descanso, sin respiro” dice uno de los poemas de Alvarado.
Nombrar desde su propia trinchera
A través de su poesía, la autora invita a reconocer y nombrar esta realidad dolorosa. A detenerse por un momento y enfrentarla como comunidad, solidarios y conscientes de la magnitud de la tragedia que se despliega en México.
La literatura, y en particular la poesía, se convierte en una herramienta poderosa para visibilizar lo que a menudo se prefiere ignorar. Alvarado muestra que la poesía no tiene la obligación de ser productiva en el sentido económico, pero su valor radica en su capacidad de hablar de lo innombrable y de reflejar la realidad que enfrentamos.
“Dicen que la poesía no tiene ninguna implicación productiva, y eso es lo que permite que tenga tanta fuerza en la vida cotidiana, porque no tiene la obligación de producir económicamente, nadie espera que produzca nada, la posición existe para sí misma y su único sentido es existir para los ciudadanos. Puede acercarse a decir cosas que no estarán en las narrativas oficiales y que, sin embargo, tienen que nombrarse.
“La literatura es la manera que elegí para vivir, pero Nombre propios ha sido el libro más largo en su hechura y yo creo que es más doloroso”, confiesa.
Mercedes Alvarado evoca la canción de Víctor Jara, aquella que resuena con las palabras “el derecho de vivir en paz”, eso que, en la actualidad, piensa que como sociedad nos han arrebatado.
En estos días, el miedo, por desgracia, la acompaña, así como a cientos de personas en México. Cada vez que sale de su hogar, se ve obligada a sopesar cuestiones tan triviales como si debe vestirse con falda o pantalón. Incluso planificar la ruta que debe tomar se ha convertido en una incertidumbre.
“La seguridad varía según la hora del día. Además, surgen dilemas sobre el costo de diferentes medios de transporte. Estos pensamientos no son exclusivos míos; los comparten madres, padres e individuos preocupados por sus hijas e hijos. En este país, hemos llegado a acostumbrarnos a vivir bajo la sombra del miedo, pero no podemos permitir que esta situación se normalice por completo.
“Para mi Nombres Propios es un libro para decir ‘entiendo por qué lo normalizamos. Aquí están estas palabras, hay que nombrarlo de todas maneras, hay que dejar testimonios”, anuncia.
La autora destaca que el impacto de la desaparición de personas se extiende más allá de los desaparecidos, afectando a sus seres queridos y a la sociedad en su conjunto. Su obra busca dar voz a estas víctimas invisibles.
Además de enfatizar lo urgente de la situación y de visibilizar los procesos institucionales, y cómo las personas afectadas se ven obligadas a tomar decisiones rápidas en medio de la incertidumbre y la búsqueda de sus seres queridos. También señala la burocratización de los procesos de búsqueda.
“Institucionalizar y homogeneizar procesos para ir a buscar cadáveres al desierto a los parajes, de alguna manera, hace que se pause ese duelo, pero no hace que desaparezca, más bien se queda suspendido; lo que sucede con esos duelos escondidos es que se alargan en el tiempo y que hacen una mella en la cultura y en la sociedad que es importantísimo de la que también tenemos que ocuparnos”, sostiene.
Su duelo personal
Mercedes Alvarado explica que Nombres propios nació a raíz de la desaparición de un amigo ocurrida hace más de 12 años; sus emociones fueron procesadas a través del ejercicio creativo y en palabras. Fue una década de trabajar estos textos desde el duelo personal y en ese sentido la experiencia con familiares y amigos.
“Quizá, por eso, para mí no eran un tabú estas palabras como muerte o entierro, porque estaban en casa, estaban en nuestra situación diaria y cuando están tan de cerca, no puedes no nombrar la realidad que te está conduciendo. Todas estas palabras no son solo mías, ya son de un México que está dolorido por todos lados”, aclara.