La escritora Alma Delia Murillo asegura que “los padres también abortan”
Para la escritora Alma Delia Murillo, ante el factor tan común que es el abandono del hogar por parte del padre, ‘todos somos hijos de Pedro Páramo’. Ella narra, en La cabeza de mi padre, su viaje a Michoacán, pero además reflexiona sobre su biografía y la historia de un país dividido, donde las mujeres no han tenido oportunidad de hablar lo suficiente
Karina Corona“Mi padre va a morir… y no lo conozco”, fue el presagio que la escritora Alma Delia Murillo tuvo durante una madrugada, el mismo que se cumplió cuando soñó con su abuela. Sin mapas, ni guías, más que una fotografía vieja de él, a la cual le fue cortada la parte de la cabeza, partió junto a su madre y hermanos mayores, acompañados por canciones de Juan Gabriel y la Sonora Santanera, tras el padre que abandonó su hogar cuando ella tenía siete años.
“En este país todos somos hijos de Pedro Páramo”, dice Alma Delia Murillo en su novela La cabeza de mi padre, (Alfaguara) y si bien ella no fue a Comala, realizó un viaje por las carreteras de Michoacán en busca del mito de aquella figura paterna.
“Estaba buscando una adopción como madre soltera y es que es la historia de la humanidad, es innegable que hay un hilo de dónde vienes y la vida hacia abajo para formar una tribu, es irrompible. Si veía el tema del hijo, tenía que estar el del padre. Me acuerdo bien que justo pensé: ‘quiero saber quién es, poder contar su historia’”, narra la escritora a Reporte Índigo.
Alma Delia se aventuró a La Mira, porque le dijeron que allí vivía un tal Porfirio Murillo. Lo que empezó como algo personal, inherentemente, se volvió universal, pues, según cifras oficiales, tan sólo en México 26 millones de personas crecen sin un padre.
La historia de la novela arranca en 2016, cuando “se trepó” a la camioneta junto a su familia, y culmina en 2021 cuando escribió la novela autobiográfica. Le tomó seis años contar su vivencia, la historia, quizá, de muchas y muchos.
“No me fui buscando hacer una novela, yo fui como una hija, pero como este es mi oficio, mi manera de estar en el mundo, con la que yo puedo dar orden a la existencia”, expone.
Murillo traza la historia de su familia, un relato de violencia, pobreza, supervivencia, sangre, narcotráfico, prejuicios, abusos y pacto patriarcal.
Del “yo también crecí sin padre’, “con el padre alcohólico” o, incluso, poner con todo el esplendor: “un padre también aborta”.
“Convivimos con ello, porque cultural y socialmente los padres tienen permiso para irse cuando quieran y no pasa nada, y la mujer que abandona es demoníaca, poseída por el mal, criminal, no tiene entrañas, los hombres abortan, es muy incómodo, supongo, pero es lo que pensaba desde hace muchos años.
“Cómo es posible que nosotras estemos dejando la vida por promover una ley con un montón de restricciones, ellos no tuvieron ni que promover una, ni arriesgar la vida en una clínica insalubre, se fueron y ya. ¿Dónde está Pro Vida? Pero, claro, el cuerpo de la mujer sigue siendo territorio de lo público”, explica.
A diferencia de sus relatos anteriores, Alma Delia Murillo no sabía cómo iba a terminar esta novela, tal cual, dejó que el hilo de sus memorias se fuera desgarrando a borbotones, llevando a las y los lectores por tres caminos: el relato del viaje por carretera y sus reflexiones; intertextos de otros autores y personajes literarios; y el tercero, la historia de una hija que crece sin un padre.
Desde su niñez, hasta su etapa adulta a los 40 años, de los hitos donde la ausencia del padre era el gran detonador y el dolor con el que vivió por tantos años.
“Tuve un proceso de escritura muy emocional, lloré y lloré, particularmente, en algunos capítulos, pero esa soy yo, no me escondo para escribir. Esto es crecer sin padre, estar expuesta, ser vulnerable, el abuso, cómo eso configura tu forma de vincularte, qué tipos de pareja andas buscando; no estoy descubriendo el hilo negro, pero parece que sí hacía falta que una mujer lo pusiera en palabras”, indica.
Desmontar el mito de la familia para Alma Delia Murillo
Al compartir su pasado, también sale otro de los grandes mitos: la familia ideal, el cual es vendido y promovido en diversos aspectos de la vida.
“En este país todos somos hijos de Pedro Páramo y también otros tantos hijos de la chingada. El mundo sigue idolatrando la imagen monolítica de la familia. Pero me he dado cuenta que no somos raros, que una familia como la mía no es anormal, al contrario, es posible que nosotros seamos lo normal”, aclara.
Asimismo, por tantos roles de género, creencias, mandatos sociales, incluso, de las expectativas y cargas que se interponen a una madre o un padre.
Y, al final, sólo reconocerlos como una mujer y un hombre, en el caso de Alma Delia Murillo, de un par de jóvenes que se enfrentaron a las vicisitudes de la vida.
“Pude verlos como un hombre muy joven que vivió una tragedia brutal, el accidente que partió a mi familia; a una mujer que pasó por todo eso como pudo, donde lo hizo con toda la furia y frustración, con amor y alegría. Me gusta desmontar el mito de la madre nutricia, sonriente, perfecta, dulce y virginal”, narra.
Para la escritora, La cabeza de mi padre es el hijo y el nieto que deja a este mundo, el que ahora presenta sin pudor, y con el que tanto tiempo cargó.
“Duele crecer siendo un ser humano que trae esa herida del origen, es bien perro. Me ha tomado 40 años, muchos años de terapia, de escritura, estoy asustada, todavía digo ‘qué hice Alma Delia, te pasaste de kamikaze’. Yo me muero de miedo, pero empecemos a poner la luz a esta realidad”, reflexiona.
Luego de todo este trayecto transitado le alegra ir conociendo a lectoras y lectores que se identifique con lo que vivió y que de todo esto salga algo bueno.
Deja en claro que su libro no está escrito desde la superación personal o con la intención de dar consejo, sólo se trata de la narración de una hija que creció sin la figura paterna y retratando los pendientes del país como la inseguridad, la pobreza, la violencia de género y los feminicidios.
“Por fin dejé de sentirme huérfana, sí tengo un padre, está aquí adentro, pero me lo gané a chingadazos. La vergüenza ha sido un factor en toda mi vida, por ser pobre, haber nacido en Nezahualcóyotl, venir de escuelas públicas, por ser morena, por el abuso, se empieza a revertir, no lo tendríamos que sentir nosotras, que se avergüencen ellos, los clasistas, los que abusaron, los racistas, explotadores, violadores, los padres que se fueron”, concluye.
El otro lado de Visit México
Otro de los aspectos de la novela es la situación del narcotráfico que se vive en el país y del miedo que experimentó al viajar por las carreteras de Michoacán
“Era inevitable no pasar por todos esos hitos ‘Visit México’ ahí les va: es sobrevivir al narco, los hackeos, el abandono, la usura electoral y contar cómo es crecer en el Estado de México, es una chingadera, está lleno de carencias, abandonado, el estado más violento para las mujeres”, asegura.