En la serie de Netflix Poco Ortodoxa se muestra cómo la violencia y la sumisión impiden que Esther, una joven de 19 años, sea feliz.
Esther Schwartz creció creyendo que cantar debía hacerse en privado y lejos de los hombres, que el matrimonio era obligatorio y que las mujeres debían servir a sus maridos teniendo hijos lo más pronto posible, atendiendo todas sus necesidades. Pero ninguna de esas acciones la hacía sentirse plenamente feliz.
“No soy como las demás, Dios esperaba mucho de mí”, se le escucha decir a la joven de 19 años en la miniserie Poco Ortodoxa (Netflix, 2020), la cual narra la vida de la comunidad jasídica ubicada en Williamsburg, Nueva York.
A través de la historia se cuenta cómo es que Schwartz huye de su hogar y de su matrimonio, de una vida que la tenía atada tanto física como mentalmente, convirtiéndola poco a poco en una persona sumisa y con miedos.
Aunque en el proyecto televisivo se señala que el judaísmo jasídico es una de las tantas religiones en el mundo que ubican a la mujer como una persona de segunda importancia, destaca también que depende del creyente conformarse con su ideología o guiarse por sus instintos para ser feliz.
Para los especialistas, en las religiones generalmente se halla el machismo porque dan respuestas del pasado a preguntas del presente. “En otras palabras, (las religiones) siguen ancladas en el paradigma sociocultural en el que surgieron y no parecen tener voluntad de cambio”, explican.
Al respecto, Héctor Manuel Pedraza Rosales, maestro de la Facultad de Estudios Superiores (FES) Acatlán, indica que desde el siglo XVIII, en la sociedad francesa, se tenía en mente liberar a la sociedad de las religiones; sin embargo, no es un cambio sencillo de manejar.
“Ha habido diferentes movimientos a lo largo de la historia contemporánea que han pretendido erradicar a la religión; sin embargo, uno de los clásicos de la sociología, Emile Durkheim, considera que la religión es un hecho social y, en ese sentido, es imposible erradicarla”, menciona el académico.
Para el especialista, aun cuando las nuevas generaciones están luchando para cambiar los ideales de la población para que las mujeres dejen de soportar actos de violencia y discriminación, es difícil cambiar el pensamiento, tomando en cuenta que sigue habiendo personas que no están enteradas de lo que significa la libertad ni la igualdad.
Poco Ortodoxa refleja una Cuestión social
En la miniserie Poco Ortodoxa, además de exponer la historia de Esther, se conoce también la vida de otros personajes secundarios, quienes le dan otra perspectiva de vida a la protagonista. Para ellos, no es obligatorio casarse ni alejarse de la música porque lo consideren un pecado, toman las decisiones que más los hacen felices gracias a la crianza que tuvieron.
En entrevista con Reporte Índigo, Pedraza Rosales dice que aunque la religión es un elemento que puede incitar al machismo y a otros actos que se consideran negativos, también aclara que ésta no tiene toda la culpa del comportamiento e ideología de una persona, pues también depende de la sociedad que la rodea y de cómo fue su educación.
“No porque pertenezcas a la iglesia ya eres una mujer sumisa o eres víctima del machismo, eso ya está en la conciencia de cada persona (…) Incluso si en una determinada religión el sacerdote menciona no violentar al sexo femenino, lo que pase en casa ya dependerá de la o las personas que vivan ahí”, añade Pedraza.
Pierre Bourdieu, sociólogo francés, fue quien propuso el concepto “habitus”, bajo el cual se remarca la idea de que la violencia machista es reproducida por las mismas mujeres dentro del hogar.
“Son las mamás y las abuelas, a través de las tradiciones y costumbres, quienes van transmitiendo la violencia normalizada dentro de la sociedad”, recalca al respecto Pedraza Rosales.
“Un año de matrimonio y ni siquiera tienen un bebé”, le menciona la suegra de Esther a la joven, en Poco Ortodoxa, incitándola poco a poco a un acto que la protagonista no quiere vivir como su familia se lo ha impuesto desde niña.
De acuerdo con el académico de la UNAM, el padre Joseph Lasenger y el filósofo Jürgen Habermas fueron quienes, finalmente, concluyeron que la fe tiene que estar iluminada por la razón y ésta tiene que establecer críticas para que la fe no se convierta en fanatismo.