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Ayer se produjo un hito en la historia de la exploración espacial: un vehículo robótico aterrizó, por primera vez, en un cometa.
Se trata de la nave Rosetta que, en una compleja maniobra con duración de siete horas, dejó caer el robot “Philae” sobre la superficie del cometa 67P/Churyumov–Gerasimenko, entre las órbitas de Júpiter y Marte, a más de 500 millones de kilómetros de la Tierra.
En esta ambiciosa misión que comenzó hace más de 10 años, de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), el robot Philae tomará fotografías de alta resolución de la superficie del cometa, estudiará la estructura interna y composición del mismo, y lo acompañará en su travesía hacia al Sol, para documentar las alteraciones que sufre a medida que se acerca al mismo.
Se trata de una investigación sin precedentes, considerando que los materiales de los que están hechos los cometas –que datan de hace miles de millones de años, desde que estos cuerpos celestes fueron formados, y que desde entonces se han conservado dado a que se ubican en las zonas más más frías del espacio profundo– representan una joya de información para dilucidar a ciencia cierta cómo se formó el Sistema Solar.
En los cometas podría estar la respuesta sobre el surgimiento de la vida en la Tierra.
Como dijo a la BBC la doctora Jessica Agarwal, del Instituto Max Planck para la Investigación del Sistema Solar, en Lindau, Alemania, “hay muchas preguntas muy interesantes en relación a los cometas”.
“Una es si trajeron agua a la Tierra. Se piensa que el agua que hay no es un remanente de la época en que se formó nuestro planeta, sino que llegó más tarde, cuando se había enfriado lo suficiente como para poder retenerla”, explicó.
“Los cometas tienen agua. Una teoría es que muchos de ellos podrían haber impactado en el pasado –cuando eran más abundantes– con agua suficiente como para llenar los océanos. Incluso podrían haber traído materia orgánica. Esas son cosas que nos gustaría entender con Rosetta”.
Ante el exitoso aterrizaje de Philae sobre el cuerpo de hielo y polvo de 4 kilómetros de diámetro, Ian Wright, quien es investigador de la Open University, en Reino Unido, comentó que “el cometa es muy, muy antiguo. Analizar el material de un cometa es como mirar hacia atrás en la historia, es como una cápsula del tiempo”.
“La idea de que los cometas pudieron haber traído los ladrillos para construir la vida en la Tierra es una de las razones por las que queremos estudiarlos”.
Una operación arriesgada
El aterrizaje de Philae sobre la superficie helada del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko no era nada seguro.
Sylvain Lodiot, director de operaciones de la sonda Rosetta explicó en un comunicado que una de las mayores incertidumbres asociadas a la separación del robot de la nave a 20 kilómetros a la superficie del cometa, era la posición de Rosetta al momento del despliegue, que se vio influenciada por la actividad del cometa en ese momento específico, y que a su vez también podría haber afectado la trayectoria del descenso de la sonda.
“Además, estamos realizando estas operaciones en un ambiente que apenas estamos empezando a conocer, a 510 millones de kilómetros de la Tierra”, apuntó Lodiot.
De hecho, hubo momentos en los que las condiciones del aterrizaje de Philae sobre el cometa estaban inciertas –y aún se están analizando–. Se desconocía, por ejemplo, si el robot había disparado sus arpones.
Según reportó The Guardian, tras una hora de la señal de aterrizaje, Paolo Ferri, director de las operaciones de la misión de la ESA, confirmó que si bien los arpones de Philae sí fueron disparados, no estaba claro si los mismos se habían sujetado a la superficie del cometa, lo que causó temores respecto a la estabilidad de dicho vehículo.
Otro problema que aún persiste es que continuamente se cae el medio de comunicaciones entre Philae y Rosetta.
De acuerdo a la ESA, se seguirán estudiando tanto las condiciones del aterrizaje como la ubicación exacta del Philae en el cometa.
Mientras tanto, se espera que la misión de Rosetta continúe hasta diciembre del próximo año. Y que el cometa alcance su distancia más cercana al Sol el 13 de agosto de 2015, a unos 185 millones kilómetros, aproximadamente entre las órbitas de la Tierra y Marte.
“El exitoso aterrizaje de hoy es indudablemente la cereza de un pastel de cuatro kilómetros de ancho”, expresó Matt Taylor, científico del proyecto Rosetta, “pero también estamos mirando hacia el futuro y hacia la siguiente etapa de esta misión revolucionaria, a medida que continuamos siguiendo al cometa alrededor del Sol por 13 meses, observando cómo cambia su actividad y evoluciona su superficie”.
La misión a detalle
La sonda de la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) fue lanzada el 2 de marzo de 2004 desde la base europea de Kurú, en la Guyana Francesa.
Desde entonces, viajó 6 mil 400 millones de kilómetros a través del Sistema Solar antes de llegar al cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko el pasado 6 de agosto.
Rosetta fue puesta en modo de hibernación en 2011 para limitar su consumo de energía.
Y tras 957 días de estar “dormida”, fue despertada el 20 de enero de este año en medio de una campaña mediática bajo el nombre “Wake up Rosetta!”
El cometa está ubicado a 510 millones de kilómetros de la Tierra, entre las órbitas de Júpiter y Marte. Y viaja por el espacio a 55 mil kilómetros por hora.
Posee un diámetro de 4 kilómetros, una masa de unos 10 mil millones de toneladas y una densidad de 400 kilos por metro cúbico.
Se espera que el cometa alcance su punto más cercano al Sol el 13 de agosto de 2015, a unos 185 millones kilómetros, aproximadamente entre las órbitas de la Tierra y Marte.
“Agilkia” es el nombre del sitio que fue elegido por los científicos para el aterrizaje de Philae y realizar las investigaciones sobre el cuerpo celeste.
La sonda es monitoreada por la ESA desde el centro de Control de Operaciones en Darmstadt, Alemania.