Desde pequeña, Andrea Cruz Méndez quedó cautivada ante un hecho que creía mágico: el mundo del teatro con títeres. Su mirada se sorprendía al no comprender cómo un muñeco podía moverse por sí solo, aparentemente. Tal fue el encanto que ahora, como adulta es directora y productora de la compañía Teatrapos, que desde el 2012 se dedica a la creación, producción y gestión de puestas en escena con títeres, objetos, música y actores y actrices.
Sin embargo, la pregunta que se mantiene en las charlas entre la comunidad titiritera es cómo compartir esa magia con las nuevas generaciones y producir un impacto. Andrea se mantiene positiva, pues ella apela a ese primer sentimiento e impacto que tuvo y que está decidida a compartirlo con las niñas y niños.
“Creo que los títeres tienen magia, no hay un juguete o aparato electrónico que pueda competir con ellos; amigos y colegas nos preguntamos esto con el fin de seguir explorando y estando al margen. Pero a lo tecnológico no le ves el truco, no es lo mismo ver un video de una cosa que está animada, como el arte a nivel digital, de cinematografía o en un videojuego, y de repente, con nosotros creo que el plus es que tú sabes que hay un humano haciendo eso.
“Es una consigna que hemos tenido como compañía: no esconder el truco, porque no es verdad que el niño necesita ver al titiritero totalmente de negro, oculto, para entender lo que está pasando. Tienen una capacidad de entendimiento total, saben que este muñeco se mueve por ti. Es como si ellos jugaran con nosotros”, opina la directora Cruz Méndez.
La interacción humana, el contacto, que el arte, a la vez, sirva como un juego para unir a artistas con la comunidad es el factor que resalta la directora para seguir invitando al público a ver teatro de títeres.
Pero, también otro elemento que con compañía rescatan es el valor de las historias, de aquellas que dejen algo más a quien les vea. Un caso particular es el de la obra Canta, Nina, pieza escrita por Omar Esquinca, en la dirección y producción de Andrea Cruz. En el elenco se encuentran las actrices y titiriteras: Xareny Orzal e Ix-chel Muñoz y con la música en vivo de la pianista Karen Rocío Pérez Cárdenas.
“La idea de esta obra viene de pláticas con Xareny, hace unos tres años; ambas teníamos la iniciativa de hablar de otros temas para las infancias, y ella nos compartió la discriminación que ha vivido. A partir de ahí queríamos visibilizar estos actos y encontrar una manera para contarlos. A nivel texto y dramaturgia, quería que ella interviniera directamente porque, finalmente, eran sus vivencias”, indica la directora.
Profundiza sobre la vida de Nina Simone
El montaje también se nutre de la investigación de Cruz Méndez sobre la vida de la cantante Nina Simone, cuya música también se podrá escuchar en vivo.
Como parte de su investigación sobre la vida de la cantante y pianista, cuyo verdadero nombre es Eunice Kathleen Waymon, Andrea Cruz descubrió un hecho que las devastó: cuando la pequeña Nina, de alrededor de 11 años, estaba a punto de comenzar un recital de piano, en Carolina del Norte, y se les exigió a sus padres, quienes estaban sentados en primera fila, se quitaran para sentar a otra pareja.
“Fue un acto de racismo, de pronto, se me hizo muy importante mostrar la historia de dos mujeres, de diferentes países y tiempos; que a una le haya pasado hace tanto tiempo y a otra le haya pasado recientemente y siga pasando a otras tantas”, cuenta.
Dos actrices y titiriteras representan la vida de Nina Simone, quien desde niña fue una pianista virtuosa y dedicada, que comenzó una carrera independiente por los bares de Atlantic City, donde empezó a cantar, tras ser rechazada del Instituto Curtis de Música.
En Canta, Nina, cuando la pequeña Eunice Waymon fue testigo del acto racista ante sus padres y no entender lo que sucede, desea que el tiempo se detenga. De pronto, su deseo se hace realidad. Así conoce a Nina, una mujer misteriosa que la llevará por un viaje a su interior para aprender que la herramienta más poderosa que tiene es su voz.
“Quisimos contar ambas historias, de alguna manera, cruzada y a la vez como compañía siempre nos ha interesado la música y el títere, de manera conjunta con los sonidos, la narración musical y sonora con instrumentos en vivo”, expone la directora.
Para ello, el montaje se nutre de elementos como el tocadiscos, las raíces de un árbol y el piano como metáforas del ciclo vital, de la música y de la segregación; mientras que con las teclas blancas y negras cuenta una historia para hacer reflexionar sobre los actos de racismo y discriminación que aún existen en la sociedad.
“Soy fan de la música en vivo en las puestas en escena, siento que son otra línea narrativa que funciona muy bien con el público infantil y juvenil. Así hicimos `click` para estar todos de acuerdo e investigar sobre Nina Simone y atrevernos a tocar algunas de sus piezas en vivo”, agrega.
Además de mandar un mensaje a las niñas y niños a identificar y luchar contra la discriminación y el racismo, desean que la música de la pianista sea conocida por las nuevas generaciones, pues, muchas veces, estas piezas no son tan cercanas al público infantil o que por primera vez pueden como acercarse a ellos otro objetivo era que los niños vieran que la música se toca en vivo.
“Queremos que las infancias aprendan por lo que pasa Nina y Xareny, y de cómo ambas artistas utilizan su voz para hablar de estos temas. La música combativa de Nina Simone toca estos temas y apoya mucho a los movimientos anti raciales de su país, en su momento y en el presente.
“Creo que nos toca como hacedores de teatro saber qué temas queremos hablar y pensar también. Yo respeto mucho la visión que tienen las infancias, porque son seres completos, pensantes, inteligentes y de repente tenemos la tendencia a pensar que no van a entender estos temas y ya se ha demostrado que son nuestras maestras y maestros”, concluye