La ciencia del sarcasmo

Si el sarcasmo fuera un objeto tangible que se intercambiara sin parar durante las conversaciones entre personas, seguramente a simple vista tendría una forma abstracta y compleja; su función en la dinámica de “socialización” nos parecería misteriosa, sin sentido.

Decir, por ejemplo, que el fin de semana en el que estuvimos tirados en cama con fiebre estuvo “excelente”, en lugar de simplemente expresar que estuvo “mal”, no necesariamente guarda una gran lógica.

Eugenia Rodríguez Eugenia Rodríguez Publicado el
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Si el sarcasmo fuera un objeto tangible que se intercambiara sin parar durante las conversaciones entre personas, seguramente a simple vista tendría una forma abstracta y compleja; su función en la dinámica de “socialización” nos parecería misteriosa, sin sentido.

Decir, por ejemplo, que el fin de semana en el que estuvimos tirados en cama con fiebre estuvo “excelente”, en lugar de simplemente expresar que estuvo “mal”, no necesariamente guarda una gran lógica.

Esta aparente ambigüedad que transmite el sarcasmo la hace evidente el especialista en lingüística John Haiman en su libro “Talk is Cheap: Sarcasm, Alienation, and the Evolution of Language” (o “El Habla es Barato: Sarcasmo, Alienación y la Evolución del Lenguaje”):

“Cualquiera que sean nuestros objetivos sociales o psicológicos siendo sarcásticos, desde un punto de vista puramente gramático o lingüístico, estamos haciendo dos cosas a la vez: estamos comunicando un supuesto mensaje, pero a la vez lo estamos enmascarando con un comentario (…) que dice algo como ‘no me refiero a esto: en realidad, quiero decir exactamente lo contrario’”.

Pero el sarcasmo va más allá de ser una forma lingüística.

Estudios científicos en la neurobiología del sarcasmo y los procesos cognitivos subyacentes también se han centrado en su función social de comunicación.

Se ha demostrado que el sarcasmo contribuye a aumentar la percepción de cortesía de una crítica, así como a disminuir la percepción de amenaza y la agresividad de un comentario crítico y a crear un ambiente humorístico.

Además, más de dos décadas de investigación científica, pasando de lingüistas, a psicólogos y neurólogos apuntan a conocer cómo es que el cerebro percibe, interpreta y procesa los comentarios sarcásticos, además de otros procesos cognitivos que están detrás de la mentira, la ironía o el reconocimiento de las emociones.

El reto de descifrar el sarcasmo

Si bien el sarcasmo nos resulta familiar, ya sea porque llega a ser un personaje más en nuestras interacciones sociales o porque simplemente logramos identificarlo en nuestras conversaciones con los demás, nadie está exento de requerir en algún momento de “pistas” o señales para “captarlo”.

Las señales pueden venir disfrazadas de expresiones faciales, el tono de voz, volumen o el mismo conocimiento que tenemos acerca de la personalidad de la persona que está hablando.

De hecho, el “análisis de las cualidades vocales del discurso sarcástico sugiere que está caracterizado por un mayor alcance y amplitud de la frecuencia de voz (…), pausas más cortas y una extensión exagerada de las sílabas, comparado con el lenguaje sincero”, señala un estudio liderado por Katherine Rankin, neuropsicóloga de la Universidad de California, en San Francisco.

Otros análisis en las cualidades (no acústicas) del lenguaje sarcástico, cita el estudio, sugieren que su expresión implica el uso de técnicas como poner los ojos en blanco –mirar hacia arriba–, un parpadeo más rápido y un mayor número de sonrisas y muecas “para ayudar a alertar al oyente de que el significado es irónico”.

Pero el hecho de que estas pistas que aseguran la presencia de un tono sarcástico puedan llegar a obviarse en cualquier contexto social, no garantizan la detección del sarcasmo.

Un sarcasmo que consiste en “una técnica que juega con la voz, no de forma natural, sino estudiada, que es tanto premeditada como fingida”, así lo describe un estudio citado en la investigación de Rankin.

Y es que en realidad la capacidad de “captar” el sarcasmo requiere de complejas habilidades cognitivas, que se sintetizan en lo que se conoce como “teoría de la mente” o “cognición social”.

El concepto de “teoría de la mente” (ToM, en inglés), también referido como “mentalización”, alude al conjunto de habilidades (meta) cognitivas que son las que nos permiten comprender el estado mental de los otros; en breve, las herramientas de las que nos valemos para “leer” la mente de los demás. Estas habilidades están asociadas a la comprensión del sarcasmo.

O, por ejemplo, con la comprensión de la comunicación deshonesta, “un aspecto importante de la cognición social, que requiere (…) el reconocimiento de emociones y el entendimiento de los pensamientos, las opiniones y las intenciones de otros”, señala un estudio de investigadores del departamento de Neurología de la Universidad de California, en San Francisco.

En un estudio adicional de Rankin, se encontró que incluso la pérdida de la capacidad para entender el sarcasmo o para detectar mentiras puede llegar a ser una señal de alerta temprana de enfermedad cerebral; una de las diversas formas en las que la demencia frontotemporal, por ejemplo, podría manifestarse.

Un estudio más que se suma a una cantidad importante de evidencia científica que a la fecha demuestra que la incapacidad de discernir el lenguaje sincero del falso, de comprender un comentario sarcástico o de interpretar, una declaración irónica, está asociada al padecimiento de enfermedades neurodegenerativas. 

Sarcasmo en la pantalla

Nada mejor que el humor inglés para los sarcasmos

Clásico humor inglés
Simon Cowell
Ricky Gervais
Monty Python

Sarcasmo en dibujos animados
— South Park
— Los Simpson

Llevado a los medios
— The Onion
— David Letterman
— Bill Maher
— Stephen Colbert

 

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