En la mesa pasan grandes cosas. Es como una puesta en escena donde surgen conversaciones mágicas. Martha Ortiz, chef mexicana creadora de los restaurantes Dulce Patria y Filigrana, inventa en cada platillo una historia y un viaje hacia los sabores.
Después de sufrir una experiencia difícil como emprendedora, de fortalecerse como empresaria y de la reclusión que trajo consigo la pandemia, aprendió a mirarse a sí misma y a reconocer que las tragedias te permiten sentir la vida con más fuerza para seguir construyendo lo que tú eres y en lo que tú crees.
La chef mexicana, reconocida por sus cartas de platillos con un toque literario y artístico, vivía su plenitud profesional cuando la pandemia vino a trastocar estos espacios de convivencia. “Nos dejó solos, sin una posibilidad de relación. Para mí eso fue muy complicado”, reconoce.
La pandemia también le enseñó sobre la generosidad humana y la importancia de hacer conciencia para saber de qué estás hecho. Como negocios, los restaurantes sufrieron un golpe brutal, pero sin ese golpe quizá no habría nuevos aprendizajes para conectar con la gente.
Para la chef, el futuro de todos nosotros tiene que venir acompañado de necesidad y valentía. La “pasión y la paciencia” son esenciales para enfrentar este cambio del rostro mundial. Se trata, dice, de inventarnos nuevamente y hacer lo mismo, pero mejor: Tocar el corazón de los demás para sentir la vida, sus colores y sabores con mayor intensidad.