Virginia de la Mora (Verónica Castro) falleció y no sólo dejó a su florería y a sus tres hijos en el abandono, sino también muchos cabos sueltos, los cuales trata de resolver su familia, caracterizada por ser muy peculiar y con vicios personales que aprende a sobrellevar. En la temporada 2 de La Casa de las Flores, la cual llegó a Netflix este viernes, se exponen las carencias familiares que la hija mayor, Paulina (Cecilia Suárez), tiene con su esposo transexual; los vicios sexuales de Elena (Aislin Derbez), y la nueva vida como escort de Diego (Dario Yezbek).
Aunque pareciera que estas circunstancias pueden detener el camino de los De la Mora en busca de respuestas a los secretos de su madre, la unión familiar que se esfuerzan por sostener les da sorpresas, como detener a su padre (Arturo Ríos) de regalar el poco dinero que le queda a una secta de autoayuda que no le permite entender la situación de carencia familiar.
Desde la perspectiva del académico, La Casa de las Flores tiene una estructura lineal que aún poseen las telenovelas, con escándalos y problemas familiares, pero con una visión cinematográfica en la imagen y el manejo de colores, lo cual pudo desencadenarse por la carrera de su creador, Manolo Caro.
Para el especialista, uno de los factores de éxito que tiene la serie es que no hay personajes perfectos, hay vicios y formas de pensar criticables desde la perspectiva social, como la exposición libre de sus preferencias sexuales y el uso de sustancias nocivas como drogas y alcohol.
“Algo que también me llama la atención es la caricaturización de los personajes, como es el caso del papel que hace Cecilia Suárez, pues aunque tiene un lenguaje peculiar que rompe con el esquema de una telenovela tradicional, no es la persona ingenua y mal intencionada que encontramos en historias a las que nos acostumbraron”, agrega Fernando García Aguirre.
El único aspecto negativo que tiene la serie es, de acuerdo con el catedrático, que algunos televidentes podrían optar por quedarse con lo superficial, como el uso del lenguaje de ciertos personajes, dejando de lado la importancia del contexto, como el clasismo, la homosexualidad y la inclusión.
“Esta familia exadinerada de alguna manera pareciera que nos hace recordar la novela que hizo Verónica Castro en 1979 titulada Los ricos también lloran, parece ser que esa es la moraleja, que no sólo por tener dinero eres inmune al sufrimiento y a los retos”, ejemplifica el catedrático.
Mujeres lideran la historia de La Casa de las Flores
Desde la primera temporada, fue la muerte de una mujer la que cambió la historia de los De la Mora, desenmascarando personajes y destapando secretos. Ahora, en la segunda parte, es la falta de la madre la que desarrolla las historias particulares, convirtiéndose en el punto de partida y final de la familia.
En el desarrollo de la serie, se enaltece aún más el papel de las mujeres principales, como Paulina, que regresa de Madrid para salvar la florería de su madre a toda costa, aún si debe colaborar con aquellos con los que nunca pensó hacerlo. Y Elena, quien lucha por demostrar su profesionalismo en la Arquitectura, tratando de enorgullecer a la familia.
María José (Paco León),por otra parte, es un hombre transexual que defiende su personalidad y apariencia ante la sociedad, mientras que Virginia de la Mora dejó la marca de ser una mujer que defendía a toda costa a su hijos y a su esposo, pero que, al final, cuida de ella misma, contando los días que le quedaban de vida.
El académico Fernando García Aguirre comparte que la ruptura del estereotipo femenino es otro de los puntos exitosos que posee la serie, pues la chica ingenua que no tenía iniciativa y que incluso llegaba a niveles absurdos de aceptar ofensas y agresiones sin ninguna respuesta, se acabó, o al menos en lo que a La Casa de la Flores se refiere
“(En este proyecto) tratan a la mujer como es, con defectos, virtudes y problemas que trata de resolver, eso es a lo que no nos acostumbraron a ver en las telenovelas mexicanas, no se hablaba de virginidad ni de temas sexuales(…) En la serie toman esa relevancia femenina que siempre ha existido, pero que en otros medios absurdamente no aparecía”, comenta el especialista.