La bendita locura
Sentado en la estancia amplia de su estudio en la Colonia Del Valle, nos recibe de manera puntual el escritor, filósofo y poeta Óscar de la Borbolla.
Entre las cenizas del tabaco matinal y al margen de un tablero de ajedrez de cristal comienza el diálogo donde se articulan los pensamientos en pro de la locura.
“En el mundo no hay no loco, todos estamos locos de alguna manera” es lo primero que responde en entrevista para Reporte Indigo el escritor, filósofo y maestro al cuestionarle acerca de cómo la locura es vista desde la edad temprana en el ser humano.
Hidalgo Neirahttps://www.youtube.com/watch?v=BwUUjPF_WlA
Sentado en la estancia amplia de su estudio en la Colonia Del Valle, nos recibe de manera puntual el escritor, filósofo y poeta Óscar de la Borbolla.
Entre las cenizas del tabaco matinal y al margen de un tablero de ajedrez de cristal comienza el diálogo donde se articulan los pensamientos en pro de la locura.
“En el mundo no hay no loco, todos estamos locos de alguna manera” es lo primero que responde en entrevista para Reporte Indigo el escritor, filósofo y maestro al cuestionarle acerca de cómo la locura es vista desde la edad temprana en el ser humano.
“En la infancia es muy normal que los niños padezcan de una especie como de esquizofrenia cuando se desdoblan y hablan con su amigo imaginario (…) realmente en la imaginación infantil es tan vívida la experiencia que de veras están alucinando, están en un pazón”, afirma con sonrisa y soltura el defeño de 65 años de edad.
El tema de la locura en el ser humano es para nada ajeno al autor ya que en algún momento de su vida estudió psiquiatría, incorporándola en varios de sus textos publicados a la fecha.
Del médico Franco Basaglia –fundador de la anti psiquiatría– que dirigió un hospital psiquiátrico en Milán, tomó inspiración que inyecta a manera de discernimiento y reflexión personal: “(…) al Dr. Basaglia se le ocurrió la genial idea de incorporar a los locos en cierta toma de decisiones. Que eligieran qué fruta comprar para el nosocomio, de qué color eran los jabones, estas pequeñas oportunidades de comportarse como personas naturales iban haciendo que los locos dejaran su ostracismo, su manía y se integraran a la sociedad”.
“Hay unos parámetros dentro de los que es normal ciertas conductas que son anormales en sí mismas, y los niños sufren un terrible proceso de adaptación para meterse a un régimen de ‘normalidad’ que esta imbecilidad de la edad adulta en la que creemos que la vida vale la pena” acusa De la Borbolla.
“Son lindos los niños porque todavía no entran a un proceso total de civilización, y esto les permite vivir de una manera más libre, más espontánea, más creativa, de alguna manera el artista cuando juega con los colores, juega con las palabras, con las imágenes está haciendo lo que hacen los niños. Darse el permiso de la diferencia (…) la mayoría de los genios, los que han descongestionado un momento de estancamiento histórico, en la ciencia, en el arte, en la filosofía, en todas partes, son aquellos que se apartan del rebaño de la normalidad y presentan una propuesta nueva”.
Estas nuevas propuestas se acogen como una locura y se vuelven incomprendidas pero revolucionan la visión de las cosas. “Por ejemplo, ahora Einstein nos parece un tipo muy valioso y es incuestionable su aportación al campo de la física, pero en su momento sonaba muy raro que el tiempo y el espacio en lugar de ser las condiciones constantes del universo fueran algo relativo”.
“Ahora todo mundo admira a Van Gogh, les parece genial la manera de haber pintado sin contorno todo lo que es el impresionismo, (…) pero el tipo en su momento no era reconocido, era un pintor de manchones, y aparte como el sí estaba efectivamente loco, el individuo que se aparta del código, del reglamento y hace una aportación, una de dos o lo aplasta la sociedad repudiándolo, o lo asimila la sociedad y lo convierte en el nuevo dogma”.
El mundo está hecho de locuras “que algún día van a venir a desbancar a esta”, es lo que comparte De la Borbolla, quien cree que todas las cosas que hace la sociedad “fueron locuras y ahora suenan bien porque nos hemos acostumbrado a ellas”.
“Estamos protegiendo nuestro patrimonio cultural, nuestra forma de ser, nuestra moral, lo políticamente correcto, que no es más que una locura que estamos defendiéndola de otras locuras (…) y tengo esperanza en que los niños las traigan (nuevas locuras) porque el mundo como está puede ser muy mejorado”, confiesa entre risas el escritor.
Cero tolerancia
Cuando se le cuestiona al filósofo acerca de las teorías expuestas por Freud en “El malestar en la cultura” acerca de las fijaciones tempranas en los pequeños, De la Borbolla admite que hay una cero tolerancia contra estas pulsiones.
Se reprime “con la intención de que el sujeto tenga lo suficientemente cuarteada la personalidad, para ser un ser sociable, porque si su placer es satisfecho de manera eficaz en cada etapa por la que va transitando (oral, anal y genital), es un sujeto muy afirmado que no permite, pues todo lo que tenemos que permitir para convivir los unos con otros”.
Y es que la sociedad no ve bien que saltemos encima de una mujer guapa o no está permitido romper una vitrina para tomar lo que queremos, “es una dosis de represión que Freud justifica, para que sea posible la vida en sociedad”.
El tabú del lenguaje maldito
Al filo de la puerta de una recámara contigua duerme un hacha inerte en el piso, “deteniendo la puerta para que no se azote”, responde sin titubeos De la Borbolla, quien afirma que tiene varias en el domicilio.
Entrando de golpe en el tema de su libro “Las vocales malditas”, el maestro Borbolla se remonta al origen de cómo surgió el ejercicio monovocálico hace ya más de 25 años en Madrid, España.
“(…) Por ser un vago no cobré oportunamente la mensualidad y me vi orillado a la mendicidad callejera, entonces mi primer lipograma –así se le llama a esto de quitar una vocal o una letra a un texto para hacerlo más enrarecido–, fue un soneto octosilábico, escrito solamente con ‘a’, con lo que estuve viviendo en Madrid, de escribirlo en el piso y de recoger las limosnas que me daban en ese entonces”, todo por no haber cobrado oportunamente la beca que le ofreció la Universidad Complutense para estudiar su Doctorado en Filosofía.
“Nada hará a la gran dama allá tras la casa clara, nada hará la larga para alzar la palabra, dará la daga halada callada la garganta, atraca la planta la máscara naranja”, por unos instantes parecía poseso de la locura el elocuente autor, más solo nos cautivó en el recitar de lo que fuera el primer ejercicio que dio vida después a sus “vocales malditas”.
“Cuando regresé a México, (…) empecé con este necio propósito, sin tener idea, de si era posible porque cuando uno escribe un cuento, sabe que el cuento puede ser bueno o malo, pero sabe que se puede escribir, pero cuando uno hace por primera vez un texto monovocálico, no sabe si va a tener futuro porque a la mejor no hay manera de terminar de contarlo”, expresa De la Borbolla.
En cada línea que escribía iba conquistando un más allá que no existía, De la Borbolla rompió fronteras lingüísticas a punta de necedad para escribir este pequeño gran libro, que le costó un año de su tiempo, y en varias ocasiones pensó en desistir en su odisea vocal.
Con ‘O’ de lo-cura
“Los locos somos otro cosmos” es el título del cuento que Óscar de la Borbolla realizó solo con la letra ‘o’, el cual en palabras del autor fue “un oasis, creo que es el cuento más redondo, no por ser el de la ‘o’ sino porque salió muy cabal”.
Lo cual resulta paradójico ya que en su cabalidad el texto parte hacia el destino común del escritor: La locura.
“Se cuenta una escena muy sencilla en que a un loco, a Rodolfo se le van a aplicar electroshocks, él se defiende, se quita de encima a las enfermeras –Sor Socorro y Sor Flor– y se queda platicando con el médico, el Dr. Otto”.
De nueva cuenta las letras poseen a De la Borbolla como un irreverente, quien recita de manera autómata el diálogo que sostienen los personajes de Rodolfo y el Dr. Otto. Pero sin que ésta sea una alucinación demoniaca el autor sale del trance para seguir la anécdota del breviario.
“El que sean diferentes no necesariamente los vuelve enfermos”, justifica el autor acerca de la locura.
Citando a Michel Foucault con su libro “historia de la locura”, De la Borbolla remonta al texto “en que la Grecia clásica a los locos los contrataban para ser pitonisos, eran los que revelaban el oráculo, los que tenían el contacto con la divinidad, y si no estaban lo suficientemente locos, les metían drogas para que alucinaran, entonces eran gente bien tratada, les iba bien”, sostiene el filósofo mexicano.
“Es un cuento en el que me propuse una defensa de la locura y todo el libro pues en su conjunto parece que con mejor acogida ha tenido es con los niños”, menciona el autor. “A los niños les encanta, lo leen y me han llegado un montón de intentos de enmendarme la página o completármela (…) es creo una bonita manera de meterles la literatura a los niños como un juego”.
Ulises: ‘mi cielo y la tierra’
“Las vocales malditas” viene con una dedicatoria especial:
“A mi hijo Ulises, para que aprenda las vocales”.
Con una sonrisa cargada de nostalgia al preguntarle acerca de esta oda, De la Borbolla responde con gusto “A mi único hijo Ulises, mi cielo y la tierra, era un niño de cinco años cuando publiqué el libro”.
-¿Cómo las aprendió?-
-Mal.
Risas que aclaran la broma en el aire.
“Le parece muy divertido, simpático. Y es un libro que a mí me ha dado mucha suerte… es prácticamente mi libro emblemático, me ha pasado lo que le pasó a Augusto Monterroso con su cuento del dinosaurio, así como creímos que Monterroso nada más había escrito ese, de mi nada más piensan que hice el de las vocales”, ríe suelto De la Borbolla.
En 2013 el cuento fue traducido al italiano, conservando el monovocalismo. El escritor desconoce el resultado final y es probable que el traductor se haya tomado un montón de licencias pero “el esfuerzo y por lo menos la puerta hacia otra lengua manteniendo las ideas que están detrás del libro me parece maravilloso”.
Mensaje para los niños
Apresurando el paso para cerrar la entrevista, debido a que De la Borbolla tenía una clase virtual pendiente transcontinental hasta Italia, por último compartió un mensaje a las nuevas generaciones:
“Defiendan su imaginación, no se la dejen aplanar por la tele, por los videos, por los videojuegos y recuperen un poco esa magia que tenían de poder hacer de una corcholata una nave interplanetaria”