La salsa no es un idioma universal, sus ritmos claramente no se encuentran en todas partes del globo y sus raíces en el sincretismo de América Latina la hacen una de las exportaciones regionales más coloridas y bien recibidas del subcontinente. Desde las selvas y montañas de Colombia hasta las luces y los callejones de Manhattan la salsa ha sabido adaptarse no solo a la geografía sino también al pasar del tiempo, esta cualidad que hace de la salsa un ente de naturaleza regional pero de alcances cosmopolitas que permite a sus grandes exponentes poner a bailar a quien escuche sus bongós y trompetas. La 33 es una de estas grandes exponentes, con más de 1,500 presentaciones alrededor del mundo la orquesta formada en Bogotá se ha convertido en un símbolo de la salsa, con éxitos como “La Soledad”, “Olvidar bailando” o “Dando vueltas” se presenta en la edición 51 del Festival Internacional Cervantino con la intención de poner a bailar a la Alhóndiga de Granaditas.
Una hora antes de la batucada inicial cientos de personas hacen una fila que serpentea el antiguo depósito de grano, los muros de la Alhóndiga se encuentran de nuevo sitiados pero en esta ocasión no es por independentistas enardecidos sino por escuchas atentos de la salsa. Las gradas continúan en firmes pero a ras del escenario las sillas han sido retiradas en anticipación a lo que la música puede obligar a hacer a los pies. Poco a poco la gente empieza a pasar pero la fila parece no disminuir pues se sigue alimentando de quienes buscan el ritmo que La-33 promete.
Ya es la hora del inicio y tanto en las gradas como en la que pronto será la zona de baile la gente aguarda por la banda. Sus instrumentos están ahí, a la vista de todos, como un augurio de lo que vendrá. La tercera llamada resuena en las bocinas y un humo blanco cubre el escenario, pero la banda no sale. Entonces las palmas comienzan a callar los ruidos de la noche, el humo blanco regresa y La 33 entra al templete y los aplausos se combinan con los aullidos. Los vientos del los trombones y las trompetas anuncian ritmo, un ritmo que sellan los tambores, y arranca la segunda noche del Festival Internacional Cervantino.
Directo desde la capital de Colombia y con un ritmo que no conoce fronteras, La 33 llega al @Cervantino con toda la salsa que el bajío es capaz de soportar.
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— Reporte Índigo (@Reporte_Indigo) October 15, 2023
Los primeros pies que se mueven son los de la banda misma, como si su veneno hiciera efecto primero en ellos y luego fuera moviéndose fila a fila, persona a persona, para que al segundo acorde de la canción no exista una alma que se resista. Sus camisas, con estampados tan variados como las selvas y las montañas colombianas, dan el tenor para una música que con letras gozosas y melodías seductoras pone a Guanajuato a mover las caderas, los pies y todo lo que tenga sentido de ritmo. Las percusiones se saben queridas, acompañadas de un bajo a cargo de Sergio Mejía y un virtuoso teclado de Santiago Mejía y todas ellas ensamblan una espesa mezcla de sonido que retoma todas raíces latinas y las moderniza sin temor al error o al disgusto , porque La-33 sabe lo que hace.
La noche avanza, y ya con cuatro canciones al hilo, por el micrófono se anuncia un homenaje, en las pantallas una bandera de México ilumina al público y el silencio se presenta por un instante, pero solo por uno porque de inmediato se escucha “Tú, como piedra preciosa, como divina joya…” y el público continúa el bolero que Los Dandys hicieran famoso; está vez convertido en una Salsa. El espectáculo continúa y tanto en las gradas como en el centro de la Alhóndiga la gente encuentra rincones para improvisar una pista de baile. “La soledad” suena como despedida y la orquesta deja sonar el güiro hasta que parece romper todo sentido de propiedad. Las luces se apagan y la banda sale del escenario solo para escuchar el clamor que los obliga a regresar para un par de canciones más, después de que ” Que Rico Boogaloo” remata el concierto a la banda por fin se le permite descanso y con las luces arriba se despide de El Cervantino.