Juana Peñate, una poeta libre premiada
Luego de ganar el Premio de Literatura Indígenas de América con su poemario Danza de la lluvia, esta escritora originaria de Chiapas comparte que su madre ha sido su mayor inspiración, sobre todo porque le enseñó que las mujeres deben salir adelante. Además, menciona lo que hace falta para que los pueblos indígenas no estén tan relegados
Fernanda MuñozA diferencia de otros géneros literarios, la poesía ha sido siempre la vía para exponer los sentimientos, las emociones y los recuerdos de una persona a manera de verso, así como lo hace Juana Peñate, una mujer poeta que, con sus escritos, habla de sus raíces y su comunidad.
Juana Peñate es originaria del ejido Emiliano Zapata, en Tumbalá, Chiapas, lugar en el que creció y fue criada por su madre, una mujer ch´ol de la que se inspiró para ser quien es hoy: una escritora y poeta originaria ganadora del Premio de Literatura Indígenas de América (PLIA).
Con su poemario Isoñil ja’al, o Danza de la lluvia, en español, Juana ganó este galardón por ser “una obra que exalta el dolorido sentir que deja la muerte, sus rituales, la muerte que se clava como un rayo y que nos parte en dos”, según declaró el jurado calificador.
Respecto a él, Peñate comparte que fue el resultado de disciplina y responsabilidad, pero también de correspondencia hacia su infancia y a su madre, quien siempre buscó, a través de sus hijas, que las mujeres no fueran violentadas, sino que tuvieran su lugar.
“Siempre me aconsejaba y me decía ‘hija, si te vas, vete, recorre tu camino, pero siempre trata de darte tu lugar ante cualquier violencia física o psicológica a tu persona, defiéndete, que para eso te di tu libertad’. Creo que ese es el trabajo que debo hacer y que debo enseñarle a mi hija: que sea mejor cada día, que, independientemente de que en el mundo aún el machismo sigue vigente, todo es posible cuando nosotras las mujeres nos preparamos, nos esforzamos y trabajamos”, declara Juana.
En entrevista con Reporte Índigo, Juana Peñate aclara que la razón por la que respeta tanto a su madre es porque ella no quería que sus hijas tuvieran una familia y un esposo desde los 13 o 14 años, como se acostumbraba en su comunidad; por ello, las impulsó a terminar la escuela y salir, llegar a la cabecera municipal para luego arribar a la ciudad.
“Sí ha sido un camino complicado, con mucha dificultad, pero esa dificultad se ha transformado en esto que tú ya conoces”, dice Juana referente a su poemario Danza de la lluvia.
Además, comenta que para enviar este proyecto a concursar, tanto su hija como sus amigos más cercanos fueron los que la motivaron, pues admite que le es difícil reconocer el talento que tiene con las letras, como poeta.
Incluso, cuando ella le había dicho a un amigo que no estaba segura de participar, su hija, de 16 años, la enfrentó diciéndole: “‘oye, madre, ¿por qué no lo mandas?, tú que tanto hablas de la visibilización, de la revitalización de la cultura, ¿cómo pretendes que los jóvenes te sigamos o te hagamos caso cuando tú no lo estás haciendo? Da tú el ejemplo como lo has hecho siempre’”.
Fue así que empezó a trabajar Danza de la lluvia, a partir de diferentes escritos y bocetos que tenía guardados y otros tantos que escribió.
Falta de consciencia
En todo México, de acuerdo con el Censo de Población y Vivienda 2010, hay seis millones 695 mil 228 personas que, como Juana peñate, hablan una lengua originaria, convirtiéndolas en parte de la cultura y el valor mexicano.
Sin embargo, no todos los ven así, señalándolos como gente inferior. Al respecto, la poeta ch´ol remarca que esto se debe a la falta de conocimiento, interés e ignorancia.
“Pero son 68 lenguas con una infinidad de variedades, una gran riqueza lingüística y cultural que tenemos; sin embargo no hemos sabido convivir con todos estos pueblos, con la cultura”, resalta Peñate.
Además, para la poeta, de repente la cultura se toma como folclor, incluso a las comunidades originarias cuando no debería ser así, pues “ya ha llegado el momento en que los pueblos indígenas no somos folclor, somos trabajo, constancia, territorio”.
Respecto a lo que deberían llevarse a cabo para no dejar de lado a las comunidades y a sus dialectos, la escritora señala que, por un lado, no ha habido un compromiso serio de parte del Estado mexicano para fortalecer realmente las lenguas y, por otro, hace falta concientizar a todos, sobre todo a los maestros y padres de familia.
Juana platica que, dentro de las escuelas, lo que suele ocurrir es que mientras los maestros no hablan lenguas originarias durante las clases y dan las instrucciones en español, otras personas no encuentran la razón por la cual las y los niños deberían aprender una lengua nueva.
“Creo que esto debe ser un trabajo en equipo, coordinado, donde las instituciones realmente fortalezcan esa parte, donde la sociedad mexicana también tenga esa sensibilidad, porque de repente llegas a una escuela monolingüe y dices ‘voy a dar un taller sobre esto’ y te responden ‘¿para qué?, ¿para qué le va a servir a los niños esto?’, dice Peñate.
En ese sentido, la poeta invita a ser conscientes, a entender que la cultura indígena es parte de nuestra identidad como mexicanos.