El trovador cantó desde “Lágrimas de mármol” hasta “Calle melancolía”.
Foto: Especial

“Hola y Adiós”: Joaquín Sabina se despide de México con el corazón en la mano

El Auditorio Nacional vibró con la primera noche de la gira de despedida del cantautor español, un adiós que sabe a poesía, nostalgia y amor eterno.

Cuando las luces del Auditorio Nacional se apagaron y la primera estrofa de “Donde habita el olvido” comenzó a resonar, el tiempo pareció detenerse. Joaquín Sabina, con 75 años y una voz que lleva los surcos de una vida vivida al límite, apareció bajo una ovación que lo abrazó como si nunca fuera a dejarlo ir.

Así se vivió la primera de seis noches en la Ciudad de México, el inicio de su gira de despedida Hola y Adiós, y cada nota parecía tener la carga de un adiós irrevocable, pero lleno de amor y gratitud.

“Heme aquí, organizando el repertorio para la última gira de mi vida”, confesó Sabina entre canciones, y aunque su frase arrancó risas y aplausos, la melancolía fue inevitable. México, el primer país de América Latina en abrirle las puertas, respondió con una devoción absoluta, demostrando por qué su conexión con el cantante ha sido tan especial durante más de cuatro décadas.

Joaquín Sabina y su público, una noche para despedirse

Las canciones de Joaquín Sabina no solo cuentan historias; son refugios. Anoche, el Auditorio Nacional, repleto hasta el último rincón, fue un santuario compartido entre el artista y un público que cantó cada verso como si hubiera salido de su propia vida.

Desde “Lágrimas de mármol” hasta “Calle melancolía”, Sabina navegó entre la ironía y la ternura, entre los recuerdos y las pérdidas, mientras los asistentes coreaban con una fuerza que parecía decirle: “Estamos aquí contigo, siempre”.

Cuando llegó el turno de “Quién me ha robado el mes de abril”, Sabina dejó que su voz se quebrara un poco, como si aquella canción escrita en 1988 aún tuviera la capacidad de herirlo en lo más profundo. Y no estaba solo en ese sentimiento. La multitud lo acompañó, emocionada hasta las lágrimas, demostrando que el tiempo no ha disminuido el impacto de su poesía.

Entre canción y canción, lanzó bromas, reflexiones y pequeños fragmentos de su vida, como un viejo amigo que se sienta a contar historias. Su interpretación de “19 días y 500 noches” fue un clímax absoluto. La fuerza de su voz, apoyada por un público que parecía querer sostenerlo en cada palabra, hizo del momento una suerte de pacto, aunque sea la última vez, estas canciones nunca morirán.

El repertorio incluyó clásicos como “Lo niego todo” y “Más de cien mentiras”, que arrancaron aplausos y ovaciones inagotables. Pero fue con “Princesa”, el cierre de la noche, que Sabina selló su primera despedida.

De pie, el público le ofreció una ovación que se prolongó más allá de los últimos acordes, como si la noche no pudiera terminar.

El adiós de Joaquín Sabina que sabe a poesía

Sabina se despidió con una reverencia profunda y dejó el escenario lentamente mientras los aplausos seguían resonando. Es difícil pensar que esta sea la última vez que pisa el Auditorio Nacional, un lugar donde tantas noches hizo suyas. Pero si algo quedó claro en esta primera presentación de su gira, es que sus canciones no se irán nunca.

Como bien lo cantó al inicio de la noche:Ni soy un libro abierto. Ni quien tú te imaginas”. Y quizá eso sea lo que lo hace eterno, la capacidad de mostrarse humano, imperfecto y profundo, como las vidas que retrata en sus canciones.

México le dice adiós, sí, pero también le dice gracias. Gracias por los versos, por las noches largas y por las historias que jamás olvidaremos.

Toma nota

  1. Poeta antes que músico: antes de ser reconocido como cantante, Joaquín Sabina ya era un apasionado de la poesía.
  2. Exilio en Londres: en 1970, se exilió en Londres huyendo del franquismo en España. Durante su estancia, trabajó como lavaplatos, camarero y proyectista de cine.
  3. El origen de su voz rasgada: Su tono vocal cambió drásticamente después de sufrir una afección en las cuerdas vocales en los años 90, causada por un estilo de vida intenso y años de excesos.
  4. Su relación con México: fue aquí donde América Latina lo recibió con los brazos abiertos, y él lo ha devuelto con canciones como “Por el bulevar de los sueños rotos”.
  5. El infarto que lo cambió todo: En 2001 sufrió uno cerebral que lo obligó a replantearse su vida. Aunque nunca abandonó su esencia bohemia, este episodio marcó un antes y un después en su carrera.
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