No conforme con crear “Empire State of Mind”, la única canción que puede competirle a “New York, New York” de Sinatra para ser el himno no oficial de la Gran Manzana, Jay-Z poco a poco se ha hecho más que un ícono de la ciudad: también es dueño de una parte de ella.
El talento de Jay-Z no solo se limita a saber cómo rimar y producir éxito tras éxito en el mundo de la música Hip–Hop, también es habilidoso con el manejo de su fortuna. La revista Forbes lo coloca en segundo lugar de su lista de los Artistas Más Ricos del Hip–Hop con una fortuna que llega a los 475 millones de dólares, solo debajo de Sean “Diddy” Combs cuyos ingresos ascienden a 580 millones de dólares.
Su imperio trastoca la moda con Rocawear (cuya participación en la marca vendió en 2007 por un monto de 204 millones de dólares), el restaurante–bar deportivo “40/40 Club”, las bienes raíces con J Hotels y hasta el cuidado personal con la firma de productos de belleza Carol’s Daughter.
El poder de Roc Nation
Pero es a través de la empresa de entretenimiento Roc Nation en donde se puede sentir el verdadero poder de atracción de Jay-Z Con un acuerdo de 150 millones de dólares con la empresa Live Nation, desde 2008 el rapero ha firmado a artistas como Shakira, Kylie Minogue, Rihanna, Santigold y M.I.A. quienes han cedido al manejo de Roc Nation.
Uno de los brazos de esta empresa es el sello discográfico StarRoc, en acuerdo de 50 por ciento con los superproductores noruegos Mikkel S. Eriksen y Tor Erik Hermansen, mejor conocidos por ser los responsables de la ola de éxitos bajo la producción llamada Stargate.
Ahora con el anuncio de Roc Nation Sports, Jay-Z extiende su participación en el mundo de los deportes (en donde por cierto es accionista en los Nets de Brooklyn, el recién mudado equipo de la NBA que antes solía jugar en Nueva Jersey).
El primer gran movimiento de esta nueva faceta es la adquisición de Robinson Canó, beisbolista estrella de los Yankees de Nueva York. Parece que el encanto de Jay-Z pudo más que los años de experiencia del legendario agente deportivo Scott Boras, de quien Canó ya no dependerá.